En su 8ª Sinfonía, Mahler regresa en un plano más alto al tipo sinfónico programático y filosófico de su juventud. Como reflejo de su incesante lucha con problemas religiosos, esta Sinfonía retoma el hilo de la 2ª Sinfonía, con la que tiene en común un himno coral final.
De acuerdo a Alfred Mathis, la obra estaba planeada en 4 movimientos: Himno, “Veni Creator”; Scherzo; Adagio Caritas; Himno, El Nacimiento de Eros. Los movimientos instrumentales intermedios fueron eliminados y el de Eros fue reemplazado por la escena final del Fausto de Goethe.
En una carta a Alma escrita durante los ensayos para el estreno de la Sinfonía, Mahler habla del vínculo espiritual entre Platón y Goethe. Para ellos, todo el amor es generador y creador, y hay una procreación física y espiritual que emana de este Eros.
Hay una cercana conexión filosófica entre la escena de Goethe, con imágenes e ideas patrísticas y símbolos del cristianismo temprano para la transfiguración del amor de Fausto y Margarita que culmina en la exhortación de la Mater Gloriosa a “Una Poenitentium”…
…y el himno patrístico “Veni Creator”, con su apasionada invocación a la deidad pidiendo por el amor universal:
Accende lumen sensibus,
Infunde amorem cordibus.
Es probable que esta interdependencia temática haya persuadido a Mahler a llamar a la obra “sinfonía”, a pesar de que hay canto de principio a fin y que no hay un movimiento independiente orquestal. También contribuyó el hecho que la Parte I esta compuesta en forma sonata.
Mahler compuso la 8ª Sinfonía en únicamente 8 semanas, de junio a agosto de 1906. Nunca había compuesto tan rápidamente, como si estuviera bajo un impulso demoniaco, ni con tanta maestría en los efectos auditivos.
Mientras que en las Sinfonías 5ª, 6ª y 7ª seguía experimentando, Mahler estaba seguro que había logrado lo que buscaba con la 8ª. La consideraba un regalo a la nación. Su exitoso estreno en Munich en 1910 parecía confirmar los sentimientos del compositor por esta obra.
La 8ª Sinfonía de Mahler representa el clímax y el colapso de la tendencia a incrementar las sonoridades orquestales que inició con la 9ª Sinfonía de Beethoven y que cobró impulso con el Requiem y Te Deum de Berlioz.
El tamaño de la orquesta de la 8ª Sinfonía fue objeto de burlas y caricaturas desde su estreno. Se consideró que las orquestas monumentales habían alcanzado el punto de saturación.
Mahler, quien despreciaba el slogan “Sinfonía de los Mil”, buscó nuevos caminos que lo llevaron a una nueva concepción de música orquestal más íntima en sus últimas obras.
La 8ª Sinfonía tiene varios elementos que la asocian a la música coral eclesiástica y el oratorio. La Parte I, cantada en latín, parece más música religiosa coral de proporciones sinfónicas como las Misas y el Te Deum de Bruckner, que una sinfonía.
La Parte II está en alemán y sucumbe rápidamente a la tradición de la ópera y oratorio románticos en un estilo que recuerda a Parsifal, y a Schumann y Liszt quienes también utilizaron en sus obras la escena final de Fausto.
La 8ª Sinfonía de Mahler, dedicada a Alma, fue la primera obra que le publicó Universal Edition. La partitura vocal apareció a tiempo para el estreno en Munich en 1910, y la partitura completa se publicó en 1911, tamaño bolsillo, poco después de la muerte del compositor.
Para concluir este capítulo y la semana, comparto uno de mis momento favoritos de la 8ª Sinfonía, dirigida por L. Bernstein, cuando la orquesta anuncia la entrada de la Mater Gloriosa con violines en pianissimo y arpegios de arpa y armonio. Buenas noches.
Las Sinfonías 5ª, 6ª y 7ª de Mahler, compuestas entre 1901 y 1905, son puramente instrumentales y conforman un grupo cercanamente interrelacionado, tan distinto a la trilogía del Wunderhorn que podría hablarse de un cambio fundamental de estilo.
No están asociadas con ningún programa, contienen menos movimientos, se vinculan a las tradiciones de la sinfonía clásica vienesa, y al excluir la voz humana alcanzan una mayor cohesión estructural. Sin embargo, esto último no implica que no tengan connotaciones vocales.
Las Sinfonías 2ª, 3ª y 4ª representan una trilogía que refleja la lucha de Mahler por una creencia religiosa duradera y su encuentro en la victoria del amor y el perdón sobre la duda y el miedo.
Estas obras no sólo comparten la misma filosofía, sino también en cada una ellas un poema de Das Knaben Wunderhorn ocupa un lugar central y determina el enfoque emocional y religioso de la fe de Mahler en la resurrección y la vida eterna a través del poder del amor.
“In 1897 Mahler confessed to the friendly critic Arthur Seidl: ‘…Only when I experience do I act as a tone-poet -only when I act as a tone-poet do I undergo an experience…’”. Su primer ciclo de canciones y 1ª Sinfonía, con su gran interdependencia, confirman esta afirmación.
Ambas obras reflejan vivamente las pasiones juveniles de Mahler y la primera colisión con la inercia tradicional del “mundo de ayer”; ambas son autobiográficas y programáticas, y crean un nuevo idioma musical con elementos descartados del romanticismo y música folclórica.
Muy poca de la obra temprana de Mahler sobrevivió a la destrucción que él mismo hizo posteriormente, y mientras no haya una edición realmente crítica de esas obras será difícil formarse una opinión adecuada de sus actividades creativas de su adolescencia y época de formación.
Si bien hay razones para pensar que por lo menos algunas de las obras tempranas de Mahler aún existen en posesión de miembros de su familia, sólo son conocidas por nombre: un Cuarteto y un Quinteto para piano y cuerdas, dos sinfonías y el preludio de la ópera Die Argonauten.
Gradualmente, a través de los años, la composición se convirtió para Mahler en la antítesis de su trabajo como director, un sueño nostálgico romántico de escape del malvado mundo de la ópera en el que estaba condenado a vivir una existencia glamorosa pero tortuosa.
La personalidad creativa de Mahler resaltaba aquello que no encontraba en el escenario: la adoración panteísta de la naturaleza, el cielo de un niño con su inocente espiritualización del mundo animal, Jacobo peleando con el Ángel ('Ich bin von Gott..')…
Las formas de la música de Mahler siguieron un proceso gradual de refinamiento y de complejidad creciente, sin abandonar completamente su simplicidad básica.
Por ejemplo, en sus primeras canciones Mahler utilizó como modelo el Lied de una sola estrofa. Más tarde hubo un cambio sutil hacia una estructura más sinfónica pero aún dentro los límites de la canción romántica. Sus canciones finales están planeadas en una escala más ambiciosa.