Hola niños, hoy vengo a hablaros, como tantas otras veces, de un criminal. Pero no un criminal cualquiera: nuestro protagonista de hoy descubrió que podía poner sus habilidades al servicio de cosas más positivas como joder a los nazis. Esta es la historia de Johnny Ramensky.
Su nombre de nacimiento era Yonus (o Jonas) Ramanauckas, y era hijo de inmigrantes lituanos que se establecieron en el pueblo minero escocés de Glenboig, a unas diez millas de Glasgow. Allí vino al mundo, sin demasiadas fanfarrias, el 6 de abril de 1905.
Papá Ramanauckas murió cuando Yonus tenía siete años, lo cual ya nos augura una vida de mierda para nuestro protagonista. Efectivamente: a los 14 años dejó la escuela para irse a trabajar a las minas porque si no la familia se moría de hambre. Lo dicho, una mierda inmensa.
Para entonces la familia se había trasladado a vivir a Gorbals, un barrio obrero del sur de Glasgow donde Johnny (como ya era conocido entonces) se juntó con lo mejor de cada casa, que es lo mismo que decir que no había uno solo de sus colegas que no fuera un delincuente.
Las malas compañías pronto trajeron consecuencias, y en 1921 Johnny fue a dar con sus huesos al Polmont Borstal. Los Borstals eran un tipo de reformatorio habitual de las Islas Británicas y la Commonwealth del siglo XX y eran básicamente una mierda MUY GORDA.
Esto incluye dejar a críos en situaciones muy jodidas en compañía de infraseres malnacidos como Ian Brady, el asesino de los páramos, algo que solo se hizo público en 2019. Estoy divagando, pero os podéis hacer una idea de cómo lo pasó Johnny en uno de esos sitios en los años 20.
La experiencia en Polmont lo dejó muy tocado, y Johnny decidió que tenía que cuidarse. ¿Dejó la delincuencia? NOPE, se puso a entrenar como un loco para conseguir una condición física poco alejada de un atleta olímpico, lo cual le ayudaría no pocas veces en la vida.
En poco tiempo, Johnny se forjó una carrera de lo más sólida como ladrón, entrando y saliendo de los sitios casi sin dejar rastro gracias a sus habilidades atléticas. Más concretamente se especializó en robar en bancos y oficinas, reventando cajas fuertes con explosivos.
Eso sí, Johnny tenía un código muy claro e inquebrantable: nunca robaba en casas particulares, y si la policía lo descubría jamás utilizaba la violencia. Sus formas afables y hasta respetuosas le ganaron el mote por el que la policía lo conoció durante años: “Gentle Johnny”.
Y es que Johnny era un buen tío en general, aunque por circunstancias de la vida se dedicase al latrocinio: avisaba si habían quedado explosivos sin detonar en las cajas fuertes para evitar daños personales, y si encontraba cosas como libretas de pensiones SIEMPRE las devolvía.
Como os podéis imaginar, Johnny entraba y salía de la cárcel como el que va a comprar el pan. Más concretamente, pasó 40 de los 67 años que vivió entre rejas. La cosa es que A) siempre lo metían en la misma cárcel, y B) se acababa fugando cada dos por tres.
La primera vez que se fugó de la cárcel de Peterhead fue en 1934, cuando falleció su primera esposa, Daisy. Johnny pidió un permiso para poder ir a su funeral y se lo denegaron, así que reventó un cerrojo, salió al patio y escaló un muro mientras decía HASTA LUEGO.
Lo pillaron, claro.
En la cárcel, Johnny aprovechaba que era de los pocos que sabían leer y escribir para ayudar a otros presos, ya fuera escribiéndoles las cartas para familiares o abogados, o ayudándoles a defenderse cuando sufrían injusticias por parte de sus carceleros.
Y en estas estábamos cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, y a Johnny le salió la vena patriótica. Desde Peterhead se puso en contacto con el War Office solicitando ayudar de alguna forma en el esfuerzo de guerra, y allá a finales de 1942 le acabaron respondiendo.
Un señor misterioso (probablemente el mayor Robert Laycock) lo visitó en la cárcel y se lo llevó de excursión a Whitehall, donde se pasó el día explicando su experiencia en esto de reventar cosas. Parece que les gustó lo que oyeron, porque cuando salió lo estaban esperando.
A Johnny se lo llevaron directamente de Peterhead al centro de entrenamiento de los jodidos BRITISH COMMANDOS, porque la reventaceon no se ace sola, ai ke acerla.
En los Commandos, Johnny se dedicó básicamente a dos cosas: operaciones de sabotaje (que están todavía clasificadas en su mayoría) y a infiltrarse en cuarteles nazis para robar documentos de las cajas fuertes. Y esto se le daba DE MIEDO, HAMIJOS.
Y no os creáis que se metía en cuarteluchos de tres al cuarto, no: entre sus muchas hazañas están colarse (y robar a troche y moche) en el cuartel general de Rommel en el norte de África y en Carinhall, la casa de campo del puñetero Hermann Göring.
Pero su momento de gloria llegaría en junio de 1944, cuando pocos días después de la liberación de Roma, lo soltaron en la Ciudad Eterna con una misión muy concreta: desvalijar embajadas enemigas. Johnny se dedicó a ello con alegría, alborozo y explosivos.
Reventó CATORCE (14) cajas fuertes en un solo día y volvió al cuartel general con las manos llenas de regalitos, como si fuera Papá Noel. Ni que decir tiene que sus superiores estaban encantadísimos.
Con la rendición alemana, Johnny decidió quedarse en el ejército para echar una mano y estuvo varios meses ejerciendo de traductor en las operaciones para repatriar a 70.000 lituanos que habían sobrevivido a los campos de concentración.
En 1946 regresó a Escocia como héroe de guerra, con una Medalla Militar (que se dice que nunca recogió) y el perdón oficial por sus delitos. Además, como se había hecho muy popular en Glasgow, le ofrecieron puestos de trabajo en varias empresas. PERO.
A Johnny la vida civil se le hacía aburrida no, lo siguiente, y pasó muy poco tiempo antes de que volviera a las andadas. En 1952 se estaba fugando otra vez de Peterhead dejando un muñeco en la cama de su celda y escalando los muros OTRA VEZ.
Johnny era una estrella, y recibía docenas de cartas de fans cada día, incluyendo alguna que otra propuesta de matrimonio. No sabemos si fue una de estas la que aceptó, pero en 1955 el “Errol Flynn de Peterhead” se casó por segunda vez con una viuda llamada Lily Mulholland.
A los pocos meses de su boda con Lily, a Johnny le cayeron diez años y volvió a Peterhead, pero seguía aburriéndose y echaba de menos a su mujer, así que se dedicó a intentar fugarse cada vez que se le antojaba. Solo en 1958 se fugó TRES VECES.
La última de esas veces estuvo diez días desaparecido, aunque al final lo encontraron y se lo llevaron de nuevo a Peterhead entre los vítores de una multitud de 200 personas que se habían concentrado ante el cuartel de la policía de Aberdeen para ver a su ídolo.
Johnny entraría en la cárcel por última vez en 1967, cuando fue detenido y acusado de reventar un banco y de agredir a dos policías. Este último cargo lo negó vehementemente, ya que él JAMÁS usaba la violencia. Al final solo lo condenaron por robar.
Su último intento de fuga se produjo en 1970, pero para entonces ya tenía 65 años, su condición física no era la de su juventud, y a punto estuvo de matarse al caer desde el tejado de los juzgados de Stirling, a donde lo habían llevado para juzgarlo por otra batería de cargos.
Johnny Ramensky falleció en el hospital Perth Royal Infirmary, a donde había sido trasladado desde la cárcel tras sufrir una embolia, el 4 de noviembre de 1972. Tenía 67 años.
A su muerte, su colega Sonny Leitch dijo que Johnny tenía un alijo de tesoros que le había robado a los nazis durante su paseo por Roma en 1944, incluyendo cuadros, joyas y oro. Lo cierto es que esto nunca se ha podido probar, peeeeero hay indicios de que podría ser cierto.
En un depósito de un banco de Glasgow se encontraron una serie de objetos personales de Johnny, como su boina, cuchillo y brújula de los Commandos, así como una serie de objetos digamos… interesantes.
Entre ellos había ciertos objetos robados durante sus andanzas en la guerra, como varios estandartes de Carinhall y otras cosillas que claramente habían pertenecido a los nazis, aunque nada de gran valor monetario. Así que está claro que robar, robó, aunque no se sepa bien qué.
Si lo que dijo Sonny sobre que las autoridades militares le habían requisado lo gordo es cierto o no, solo los implicados lo sabían. Sonny falleció en abril de 2020, así que dudo que nunca vayamos a saber la verdad sobre el tema.
Johnny sigue siendo todo un héroe popular en Escocia, y hasta algún que otro parlamentario, como el laborista Norman Buchan, ha sido tan fan que le ha compuesto su propia canción folk: La Balada de Johnny Ramensky.
Aquí termina la historia de Johnny Ramensky, ladrón, héroe de guerra, escapista profesional y buen tío en general. El Errol Flynn de Peterhead era todo un personaje.
Espero que os haya gustado. Otro día, si os portáis bien, os cuento la historia de cuando el ejército austríaco se quedó tan confuso que se hirió a sí mismo.
P.D.: Si os ha gustado, dadle al RT y os lo agradeceré con abrazos virtuales y auténticos trozos de la Torre Eiffel traídos por Victor Lustig en persona.
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A ver, os cuento: por aquí podréis encontrar mis neuras diarias, cine, frikismo generalizado, humor de mierda, batallas con la escritura, historia turbio-chunga, animalicos, Tudorismo en grandes cantidades…
Ah, y los hilos, claro. Los domingos a eso de las 11 de la mañana, hora española. Con algunos hilos extra a veces porque sí, conocidos como #TurraIncoming.
Hola niños, hoy vengo a contaros la historia de uno de los misterios más siniestros de la historia reciente rusa. La desaparición y muerte de nueve personas que aún no ha sido esclarecida, y que llegó a cambiar el nombre del lugar donde sucedió: el incidente del paso Diátlov.
El paso Diátlov no se ha llamado siempre así: de hecho, recibió su nombre a partir de los hechos que relataremos hoy. Antes de eso era un paso sin nombre en la montaña Jólat Siajl, al norte de los Urales.
“Jólat Siajl” es un nombre mansi que se traduce como “Montaña Muerta” y, según algunos, viene de una leyenda sobre nueve cazadores que se perdieron en el monte y aparecieron muertos días después, lo que vista la historia de hoy no es creepy EN ABSOLUTO.
Tío, vivo en UK y sólo hoy ya he salido tres veces de casa. Los colegios han estado “cerrados” pero ofrecían actividades extraescolares ya antes de navidad, y de lo de las reuniones prohibidas mejor no hablemos que me da la risa floja.
Eso por no hablar de la gente viniendo a los jardines botánicos en masa cada fin de semana desde la otra punta de Londres, o las iglesias (anglicanas y católicas solamente, claro) abiertas porque patatas. Que se han hecho algunas cosas bien, PERO NO ME JODÁIS.
Ah, sí, y recordemos cómo nuestro fabuloso primer ministro ya le ha dicho a la gente otra vez que de teletrabajar nanai, que vuelvan a las oficinas que hay que consumir. Eso lo hizo en julio pasado también, por cierto, con ESTUPENDO RESULTADO.
Hola niños, hoy vengo a contaros la historia de una de las mejores espías de la Segunda Guerra Mundial. Pionera de la infiltración en territorio ocupado, pesadilla de los nazis y señora badass en general, lo hizo todo faltándole una pierna. Esta es la historia de Virginia Hall.
Virginia Hall nació en Baltimore, Maryland, el 6 de abril de 1906. Era la hija menor de un matrimonio adinerado, y todo hacía pensar que su futuro estaba en un matrimonio ventajoso y una vida acomodada. Pero Virginia era demasiado aventurera para una vida como esa.
Tras pasar por varias universidades de mucho prestigio como Columbia o el Radcliffe College (el equivalente femenino de Harvard por aquel entonces), Virginia decidió que quería completar su educación en Europa, y pasó por instituciones en Francia, Alemania y Austria.
Bueno, pues ha llegado el momento de hacer un recopilatorio de los hilos sobre historia y folklore turbio-chungo (@marbadenlee dixit) que tengo hasta ahora. Por si os apetece echarle un vistazo a lo que vino antes de las señoras húngaras aficionadas al arsénico.
Bella in the Wych Elm, o cuando unos niños se encontraron un árbol con sorpresa. ¿Era una bruja? ¿Una espía nazi? ¿Quién va dejando pintadas sobre el tema por medio Birmingham?
El cementerio de Edimburgo, con sus historias de masacres, fantasmas y señores que se llevan sustos de muerte mientras están trabajando en el turno de noche.
Hola niños, hoy vengo a contaros la historia de un pueblecito perdido en el corazón de Hungría, de las mujeres que allí vivían, y de cómo diezmaron a más gente del pueblo que la Primera Guerra Mundial y la gripe española juntas. Os presento a las Hacedoras de Ángeles de Nagyrév.
Nagyrév es un pequeño pueblo del condado de Jász-Nagykun-Szolnok, en Hungría central. En 2017 tenía 633 habitantes, pero un siglo atrás era una zona algo más poblada. No excesivamente más, pero es posible que superase el millar de habitantes.
Como el resto de Centroeuropa, Nagyrév se vio afectado por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Todos los hombres del pueblo que podían luchar fueron enviados a la carnicería de 1914-18, y muchos de ellos jamás volvieron o volvieron mutilados y destrozados psicológicamente.