Hace muchos años, cuando Internet era joven, encontré una página en la que se reunían una secta de trepanados.
No es metáfora: esas personas estaban firmemente convencidas de que una pequeña perforación en la bóveda craneana permitía reducir la presión en el cerebro y, con ello, pensar con mayor lucidez y conciencia del entorno.
Invocaban, claro, los ejemplos de los egipcios, los mayas y los paracas, cuyas osamentas exhibían las huellas inequívocas de esas prácticas, las cuales explicarían la supraconciencia universal y atemporal que lograron sus sacerdotes.
El gurú, un tal Hess o Jess, presumía de haberse practicado varios agujeros y los exhibía como quien presume su colección de piercings. Creía que mientras mejor ventilara su masa encefálica más se expandiría.
De esa forma llegaría a un estado de iluminación brutal y extraordinaria que habría de colocarlo muy por encima del resto de los humanos.
El mayor problema de estos individuos era encontrar cirujanos dispuestos a hacerles un hoyo en la cabeza sin que hubiera justificación clínica para ello.
Uno de los participantes en el foro contó que había sobornado a un dentista para que lo trepanara, pero no aconsejó el procedimiento porque la fresa odontológica carecía de potencia, tardaba mucho en perforar el hueso y el procedimiento dolía mucho.
De modo que Hess o Jess elaboró un manual de trepanación artesanal en casa y lo subió a la página.
Se requería una máquina de afeitar para remover el pelo de la zona de la intervención (a menos que el interesado fuese calvo);
alcohol para desinfectar, gasas, una toalla (para secar los inevitables derrames de sangre del cuero cabelludo, que es muy escandaloso para sangrar, y algún chisguete ocasional de líquido cefalorraquídeo);
unas pinzas para retirar los fragmentos de hueso, dos espejos (uno en el techo y otro que lo reflejara), un taladro Black & Decker pequeño o un Dremmel de buena potencia y pomada antiséptica. Se sugería también usar guantes de cirujano.
El procedimiento iniciaba por seleccionar el punto preciso de la trepanación: se podía realizar una abertura justo en la posición del chakra de la frente a fin de adquirir un tercer ojo, o bien en el punto posterior del cráneo conocido como “obelión”:
6 dedos arriba de donde comienza la nuca. Hess o Jess rogaba que midieran cuidadosamente la broca que utilizarían y le pusieran un tope a fin de no hundirla más de unos milímetros, lo necesario para dejar al descubierto la duramadre, una de las meninges que recubren el cerebro.
Si a un incauto se le pasaba la mano y llegaba más abajo, corría el riesgo de llevarse las aracnoides y la piamadre, e incluso de hacerse atole alguna región de la masa encefálica, con imprevisibles consecuencias intelectuales, sensoriales, conductuales y afectivas.
Volví a visitar aquella página web como un año después de haberla descubierto y hallé que las participaciones en el foro se habían detenido por completo unos meses antes. En las últimas todo mundo preguntaba por Hess o Jess, pero el fulano no había dado señales de vida
Tal vez se hizo tantos hoyos en el cráneo que la Luz Cósmica se abrió paso hacia sus circunvoluciones y alcanzó en un éxtasis desinteresado del mundo y de sus afligidos seguidores en Internet.
En cuanto los otros participantes, supongo que fueron muriendo a consecuencia de las infecciones postrepanatorias o que se perforaron la cabeza hasta quedar mucho más tontos de lo que ya eran.
O bien, una vez reducidos a la condición de lechugas, no pudieron seguir alimentando el sitio con nuevas ideas, comentarios y participaciones en general.
Poco después, el domino desapareció de la red.
* reunía
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Aunque la historia oficial se haya quedado sólo con los nombres de Josefa Ortiz de Domínguez y Leona Vicario, en la revolución de Independencia participaron incontables mujeres en las más diversas tareas:
como correos de los insurgentes, recaudadoras de fondos para la adquisición de armas y vituallas, agitadoras, propagandistas y periodistas, fabricantes de armamento, espías infiltradas, enfermeras, conspiradoras y también, desde luego, como combatientes activas.
Combatientes fueron, entre muchas otras, María Ubalda Sánchez, Manuela Medina, “La Capitana”, Altagracia Mercado, María Josefa Martínez y las hermanas Trinidad y Ana María Ortega. Desde luego, es seguro que hubo bajas femeninas entre las filas insurgentes.
¿De dónde viene la fobia a las vacunas?
Les dejo un texto mío al respecto y alguna información adicional sobre este fenómeno que parece surgir casi al mismo tiempo que las propias vacunas: navegaciones.blogspot.com/2014/02/la-vac…
"Europa, una de las regiones del mundo con mayor educación y acceso a la sanidad, es paradójicamente donde más recelo suscita uno de los pilares fundamentales para mantener la salud de la población: la vacunación." lavanguardia.com/ciencia/cuerpo…
"Con solo mostrar evidencia científica favorable a la aplicación de vacunas no se logrará cambiar las actitudes de las personas que desconfían de ellas, pues sus motivaciones para negar el consenso científico sobre la vacunación son más profundas".
Desde antes, Ruy y yo nos habíamos hecho la promesa de ir a Chile a combatir si el gobierno de Allende era atacado. Así que aquel día 11, cuando me enteré de lo que estaba pasando en Santiago, le marqué para ponernos de acuerdo.
Una vez que colgamos, nuestras respectivas mamás, que habían escuchado la conversación, complotaron entre ellas y luego, por separado, nos hicieron ver que no había manera de llegar a Chile sin atravesar un continente infestado de dictaduras militares.
Nos dijeron también que éramos menores de edad y que de ninguna manera nos iban a autorizar los pasaportes, que éramos un par de idiotas y que si insistíamos en el viaje, a ver de dónde sacábamos dinero, porque ellas no nos iban a dar un centavo.
Hasta la fecha muchos creen que los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono fueron perpetrados por el gobierno de EU para tener un pretexto justificatorio de las guerras que siguieron y/o para implantar en el mundo el estado de excepción y terror.
Se ha dicho que las explicaciones técnicas oficiales son falsas, que el derrumbe de las torres fue una demolición controlada, o que los aviones fueron estrellados por órdenes de las propias autoridades de Washington; que lo que impactó en el Pentágono fue un misil y no un avión;
o bien, que la Casa Blanca conocía de antemano la conspiración y que no hizo nada para detenerla. Las variaciones son casi infinitas y sobre ellas se han escrito libros y artículos y hay miles de páginas web consagradas a explicar por qué los gringos se atacaron a sí mismos.
Nueva York lleva la hora adelantada, así que la noticia no me desmañanó. Fue poco después de las 10 de la mañana que Josetxo me llamó para ordenarme que encendiera la televisión. Pero como no tenía televisión, sintonicé algún noticiero en la radio.
Ya todos estaban con el mismo asunto: “Se estrelló un avión en una de las torres del World Trade Center de Nueva York”. Madres. Me metí a la ducha y el teléfono volvió a sonar.
Josetxo: Ya se impactó otro avión contra la otra torre. No son accidentes, son atentados.
Acabé de bañarme a las carreras, me vestí y tomé el metro hacia Polanco. En Lamartine estaba la oficina de Ciberoamérica, el medio en línea que habíamos fundado con Jesús del Toro y que yo dirigía. Salí del metro y en el camellón de Homero me topé de frente con Rosa María Barba.
No pretendí en ningún momento menoscabar al Sr. Felipe Ferra Gómez, 'El Ferras'.
El asesinato es un delito abominable en todos los casos, pero el Sr. Ferra, además de ser un asesino, es también un hombre congruente, distinguido, elocuente y honorable.
Nadie es unidimensional y casi nadie merece descalificaciones absolutas. Escribí "casi" porque pensé en Hitler, con sus horribles pinturas de juventud, y en Felipe Calderón, quien ha de tener fea hasta la letra. Pero si un día veo un manuscrito suyo, estoy dispuesto a rectificar.
Un ejemplo drástico que desafía la capacidad de acomodar miserias y virtudes en un mismo individuo es el de Gandhi: pregonó la rendición ante los nazis, se expresaba en forma despectiva de los negros y fue presumiblemente pedófilo. Pero fue también un héroe mundial indiscutible.