Thread by @Navegaciones

𝗠𝗮𝗱𝗿𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗽𝗮𝘁𝗿𝗶𝗮

Aunque la historia oficial se haya quedado sólo con los nombres de Josefa Ortiz de Domínguez y Leona Vicario, en la revolución de Independencia participaron incontables mujeres en las más diversas tareas:

como correos de los insurgentes, recaudadoras de fondos para la adquisición de armas y vituallas, agitadoras, propagandistas y periodistas, fabricantes de armamento, espías infiltradas, enfermeras, conspiradoras y también, desde luego, como combatientes activas.

Combatientes fueron, entre muchas otras, María Ubalda Sánchez, Manuela Medina, “La Capitana”, Altagracia Mercado, María Josefa Martínez y las hermanas Trinidad y Ana María Ortega. Desde luego, es seguro que hubo bajas femeninas entre las filas insurgentes.

Muchas de las independentistas fueron recluidas por el régimen virreinal en las casas en las que se confinaba a las trabajadoras sexuales; otras, condenadas a prisión –fue el caso de María Gertrudis Armendáriz, cuñada de Miguel Hidalgo, quien murió en la cárcel de La Acordada.

María Tomasa Esteves y Sala fue fusilada junto con su hijo por persuadir a soldados realistas a que se unieran a la causa de la Independencia.

En diciembre de 1815, en Ixtalhuaca, Francisco López Rayón, el menor de cinco hermanos insurgentes, fue hecho prisionero por las tropas virreinales y condenado a muerte. El comandante realista Matías Martín y Aguirre buscó a la madre del reo, doña Rafaela López Rayón...

... y le ofreció que respetaría la vida de su hijo si ella persuadía a los otros hermanos de deponer las armas. Su respuesta fue: “Prefiero un hijo muerto que traidor a la patria”. Francisco López Rayón fue fusilado allí mismo.

María Ignacia Rodríguez de Velasco, “La Güera Rodríguez”, pertenecía a los ambientes de la alta sociedad virreinal, pero desde ellos promovió la causa de la Independencia. Mantuvo estrechas relaciones con Humboldt y con Simón Bolívar.

Sufrió violencia, intento de feminicidio y acoso judicial por parte de su primer esposo, José Jerónimo López de Peralta de Villar Villamil, quien la acusó de haber cometido adulterio con tres sacerdotes, uno de los cuales era su compadre.

Pero Villamil no pudo probar nada y murió poco después. Se sabe que posteriormente María Ignacia tuvo tratos con Miguel Hidalgo –por lo que el tribunal de la Santa Inquisición la acusó de herejía– y que desde un inicio apoyó la lucha insurgente con dinero y contactos.

Fue amante de Agustín de Iturbide y participó en las intrigas que precedieron el tránsito de éste del bando realista al independentista y de la gestación del Plan de Iguala.

En febrero de 1817 el contingente de Nicolás Bravo se encontró sometido a un cerco inclemente por las fuerzas realistas de Gabriel de Armijo en Tlacotepec.

Tras 50 días de sitio en los que agotaron sus provisiones y se comieron cuanta cosa comestible había en el lugar, Nicolás Bravo estuvo a punto de ordenar que se matara a un hombre de cada diez para que los otros nueve se los comieran.

Enterada de la decisión, Antonia Nava –esposa del insurgente Nicolás Catalán y madre de Manuel y Nicolás, ambos muertos en la guerra– convocó a Catalina González y su cuñada María Catalán, y se presentaron las tres ante el jefe y se ofrecieron a servir de alimento para la tropa.

Bravo, horrorizado, rechazó la propuesta, ante lo cual Antonia arengó a los combatientes: “Entonces tomemos las armas y rompamos el sitio”. Así elevaron la moral de la tropa y el 14 de marzo de 1817 por la noche los insurgentes atacaron a sus sitiadores y lograron salir del lugar

Y María Josefa Huerta, Rafaela López Aguado, María Josefa Natera, Manuela Niño, “la cohetera”, Mariana Rodríguez del Toro, Manuela Taboada, Gertrudis Bocanegra, María Tomasa Esteves...

María Luisa Martínez, Manuela Medina, “La capitana”, María Dolores Morán, la enfermera Magdalena, Antonia Nava, “La Generala”, Leona Vicario, María Herrera, Josefa Ortiz de Domínguez...

María Andrea Martínez, “La Campanera”, Ana María Machuca, Ana Villegas, María Luisa de Martínez, Rita Pérez Jiménez, y muchas, muchas otras con quienes la historia fue injusta y no las recordó.

F I N