Thread by @BereanoNuevo

Los maridos de la Samaritana

En el Evangelio de Juan son constantes los malentendidos. Nicodemo no entendió a qué se refería Cristo cuando le dijo:

"En verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios".

La gente tampoco entendió a Cristo cuando le dijo:

"Yo soy el pan de vida"

Y la samaritana tampoco entendió a Cristo cuando le dijo:

"El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed".

Así, Cristo dio un giro a la conversión que tenía con ella y le dice a la samaritana:

"Llama a tu marido y vuelve".

Y la samaritana responde diciendo que no tiene marido, a lo que Cristo añade:

"Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad".

Este hecho tuvo que llevar a la samaritana a preguntarse: ¿quién es este hombre?

No sabemos si los hombres anteriores al quinto fueron legítimamente sus maridos, porque la palabra que se utiliza es el genérico “andros”.

En cualquier caso, si lo fueron, la opinión rabínica desaprobaba que una misma persona se casara más de tres veces y, por otro lado,

el sexto con el que mantiene relaciones ahora, o no es su marido, o, lo que es peor, se trata de un hombre casado que está cometiendo adulterio.

También hay que tener en cuenta que en esos tiempos las mujeres no se divorciaban realmente de sus maridos,

sino que eran estos los que se divorciaban de ellas.

Si fuera así, tendríamos a una mujer que fue rechazada hasta en cinco ocasiones.

La mujer no lo discute, y esto debió aumentar su desconcierto, porque no sólo era sorprendente que un judío hablase con un samaritano,

sino más aún con una mujer, y más aún todavía con una mujer que se divorció hasta en cinco ocasiones y ahora se encuentra con un hombre que no es su marido.

Esta es probablemente una de las razones por las que fue sola a recoger agua del pozo.

Aunque este episodio es real en sentido histórico, hay que profundizar un poco más. No he podido comprobar esto al 100%, pero en tiempos bíblicos una mujer legítima se dirigía a su marido con la palabra hebrea “Ish” (אִישׁ) o la que se utilizaba para “señor”: adon (Gén. 18, 12).

Sin embargo, una concubina usaba la versión cananea de la palabra: baal.

Esto podría explicar el siguiente pasaje de Oseas, en el que Dios promete la reconciliación con Israel:

“Aquel día —oráculo del Señor— me llamarás “esposo mío” (אִישׁ-ish-), y ya no me llamarás “mi amo” (בַּעֲלִי-baal-).

La reconciliación de Dios con Israel traerá como consecuencia, por tanto, la legitimación de su relación.

Ahora bien, “baal” no sólo significa “señor”, sino también “dios”.

Aquí es interesante recordar telegráficamente la historia de Samaria.

En el siglo 8 a. C, Yahveh juzgó y trajo la destrucción del reino del norte: Israel.

Después de que los asirios acabaran con este reino, deportaron a la mayor parte de los ciudadanos del reino y, a su vez, importaron a cinco grupos diferente del Este, que se mezclaron con el resto de israelitas que permanecieron en el reino, dando como resultado una raza mixta.

Y, lo que es peor, estos pueblos que, curiosamente, 𝐞𝐫𝐚𝐧 𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨, no solo “corrompieron” la raza de los samaritanos, sino que también introdujeron el culto de sus dioses:

"Sin embargo, cada uno de aquellos pueblos paganos continuaba fabricando sus propios dioses (…).

Así las gentes de Babilonia hacían unos Sucot Benot, las de Cutá un Nergal, las de Jamat un Asimá, los eveos un Nibjás y un Tartac, y los sefarvitas quemaban a sus hijos en honor de Adramélec y Anamélec, sus dioses". Reyes 17

Josefo, en su Antigüedades de los judíos, afirmó que

los ancestros de los samaritanos trajeron el culto de sus cinco principales “baalim”.

Ahora bien, el pasaje de Reyes que he citado acaba así:

"También daban culto al Señor y nombraron entre ellos sacerdotes para los santuarios que oficiaban en los lugares de culto".

Es decir, en Samaria, no sólo se daba culto a los dioses de los cinco pueblos, sino también a Yahveh.

Ahora bien, era un culto incorrecto. Esto lo podemos comprobar fácilmente. Jeroboam, temiendo que los samaritanos volviesen al templo de Judá, edificó uno nuevo en Gerizim,

violando así la alianza del Sinaí, y reintrodujo el culto al becerro de oro.

Tenemos, como resumen, que Samaria tuvo 5maridos que la rechazaron (así es como acaba el culto a los ídolos) y que el sexto, Dios, no estaba unido a ella de forma legítima (el culto estaba adulterado).

Pero, ¿por qué ocurre esto en un pozo?

En el AT ocurre hasta en tres ocasiones que un hombre encuentra a su mujer junto a un pozo: Rebeca, futura mujer de Isaac, es encontrada por un siervo de Abraham en uno; Jaco también encuentra a su futura mujer Raquel en un pozo;

y ocurre lo mismo con Moisés, que también encuentra a su mujer en uno. Así, podemos afirmar que las inmediaciones de los pozos son lugares en los que surgen historias de amor.

No es sorprendente, por tanto, que Juan tuviera esto en mente al escribir su Evangelio.

Si retrocedemos un poco antes, al capítulo 3, vemos cómo la narración nos va preparando para este encuentro.

¿Qué podemos leer al final de este capítulo? Esta palabras de Juan Bautista sobre Cristo:

"El que tiene la esposa es el esposo; en cambio, el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del esposo; pues esta alegría mía está colmada".

No es coincidencia que poco después de que el Bautista dijera esto, se nos presentase inmediatamente un escenario que

en el AT nos sugiere una historia de amor. En este caso, una reconciliación.

Y aquí, para cerrar el círculo, queda por mencionar una cosa: se trata de una historia de amor prevista por Dios, que surge como consecuencia de un plan amoroso de reconciliación.

En Juan 4, 4 leemos:

"Era necesario que él (Cristo) pasara a través de Samaría".

No era físicamente necesario. Porque había otras rutas desde Judea a Galilea que no recerían atravesar Samaria.

Pero sí era necesario para dar cumpimiento a una promesa de Dios, y Dios siempre cumple sus promesas:

Aquel día, el Señor tenderá otra vez su mano para rescatar el resto de su pueblo: los que queden en Asiria y en Egipto, en Patros, Cus y Elán, en Sinar, Jamat y en las islas del mar. Isaías 11, 12

Cesará la envidia de Efraín, se acabará la hostilidad de Judá:

Efraín no envidiará a Judá, ni Judá será hostil a Efraín. Isaías 11, 13

Cristo “tenía” que pasar por Samaria, porque había empezado a llamar de nuevo a su pueblo, y a restaurar la historia de amor que empezó en Egipto.

Cristo (el novio) tiene un encuentro amoroso con Samaria, formada por personas que no descendían físicamente de Abraham (la Iglesia), porque, como decía Pablo:

Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa. Gálatas 3, 29.

Es muy largo y he tenido que condensar otra vez, pero creo que se capta la idea.

Muchas gracias por leer.

Hasta mañana

curiouscat.qa/BereanoNuevo