Thread by @Torremarte1

Estoy releyendo un clásico olvidado por muchos: ‘España un enigma histórico’ (1956), de Claudio Sánchez Albornoz, el más grande de los medievalistas españoles y uno de los grandes intelectuales católicos de la España del s. XX. He encontrado un manantial de citas. Abro hilo 👇

En un artículo en ‘ABC’ Fernando García de Cortázar explicaba que ‘España, un enigma histórico’ fue un libro que subrayó “la singular pertenencia de España a un Occidente incomprensible sin nuestra aportación. España no era fruto de la mezcla de tres culturas, sino de un impulso

previo, que mantendría su sustancia fundamentalmente cristiana hasta bien entrada la modernidad”. Aquí el artículo 👇
abc.es/cultura/abci-s…

Reproduzco a continuación algunas citas de los diferentes prólogos que fue escribiendo Don Claudio para las seis ediciones de su libro (ed. Edhasa, Barcelona, 2011) 👇

"Otorgo función primordial en el acuñar de la personalidad común española a la doble y perdurable tarea de la Reconquista y de la repoblación del solar nacional; incidió decisivamente en todos los aspectos espirituales, económicos, políticos, sociales, emocionales" (I ed., p. 49)

“Ningún pueblo europeo ha llevado a cabo una aventura tan dilatada y tan monocorde como la que implicó la Reconquista y la repoblación del solar nacional, desde Covadonga (722) hasta Granada (1492). Ninguno ha vivido como nosotros cerca de ocho siglos con una frontera siempre

abierta y en avance (…) Podemos ver prefigurada la historia americana de ayer y hoy en la historia medieval española; en el hombre nuevo del Nuevo Mundo, en el nuevo hombre de la España renovada por la Reconquista y la repoblación” (I ed., p. 52).

“El Occidente mismo no existiría y sería incomprensible sin España. Porque no hemos sido un pueblo deudor, sino un pueblo acreedor de Europa (…) Aunque otra cosa crean quienes a la hora de hoy desdeñan las gestas y las creaciones que nosotros hemos realizado" (I ed., p. 53)

"Desempeñamos papel decisivo en el cuajar de la Edad Media (…) España hizo posibles tales cambios actuando de vanguardia y de maestra de Europa. Fue escudo y centinela de Occidente frente al Islam, que había consagrado, con el refrendo religioso, el despotismo de los Césares

de Oriente y que acabó anquilosando a las comunidades nacionales que le siguieron fieles. Su vigilia secular, adarga en ristre cara al África, permitió a Europa desenvolver primero y superar después el régimen feudal” (I ed., p. 53).

“España no sólo extendió, amojonó y cultivó el solar occidental del Occidente, facilitó, además, la eclosión científica moderna al exaltar las fecundas posibilidades que brindaba una nueva manera de acercarse a las cosas, en ruptura con la tradición todavía vigente de la ciencia

antigua. Y, ahincada en la tradición católica universalista del cercano Medievo, enraizó en el pasado la sociedad novísima, y defendió frente a la Razón, los fueros nunca caducos del Espíritu, y frente a la moral del éxito, la fidelidad a un orden superior de valores.

El pensamiento hispano aportó, en su día, las ideas esenciales de uno de los períodos decisivos en la historia de la cultura: las ideas esenciales de la Reforma Católica y de su proyección en la filosofía del Barroco” (I ed., p. 54).

“El querer al puro servicio del perdurar se prolongó en un ‘querer demasiado’, al margen de los sueños del Espíritu y de las reservas de la razón; en una voluntad de dominio y señorío, en un esfuerzo por imponer sus ideas y sus ideales (…)

Ese ímpetu vital de los españoles, vertido torrencialmente en la acción, provocó la extrema tensión de los resortes de lo individual, tensión que empujó al hombre contra el hombre y le movió a erguirse ante la Divinidad, seguro de merecer su prodigiosa ayuda y su perdón

postrimero, como recompensa de un servicio vasallático en que jugaba su vida por defender y propagar su Santo Nombre. En ese clima psíquico, la pura Razón fue vencida por la razón vital – quiero decir por el pensar al servicio del vivir (I ed., pp. 54-55)”.

“El Espíritu alcanzó tal estimación valorativa en España – San Juan de la Cruz escribió ‘un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo; solo Dios es digno de él’ -, que el ‘homo hispanus’ elevó muy alto la dignidad humana; tan alto que hasta las masas populares

sintieron con vivacidad extrema los trallazos del orgullo, de la vergüenza y del honor” (I ed., p. 55).
“Por lo peculiar de nuestra historia estamos más cerca de nuestros abuelos primigenios que otros pueblos de Occidente” (II ed., p. 40).

"Es ante todo necesario que españoles e hispanoamericanos venzan su complejo de inferioridad, a veces doblado de estériles soberbias (…) Del orgullo satánico pasamos antaño al pesimismo mimético” (II ed., p. 43).

“Me he alzado contra la absurda y torpe teoría de que lo español es posterior al 711. Es difícil evitar una sonrisa ante la afirmación de que todo lo ocurrido en la Península antes de la invasión islámica cae fuera de la historia de España" (II ed., p. 40)

“Y podrá comprobar la realidad de que en la labra de lo hispánico fue mucho más eficaz la prolongada pugna que las fugaces relaciones pacíficas entre moros y cristianos (…) He sostenido en mi libro que las largas centurias de razzias y algaras, de sorpresas y combates, de cercos

y batallas, de victorias y derrotas, de avances y retrocesos, de pueblas y colonizaciones rurales y de fundaciones y repoblaciones urbanas, fueron decisivos en la afirmación de la vieja estructura funcional hispana premuslim (…)

No debe olvidarse que el gran avance de la raya meridional de la Cristiandad hispana tuvo lugar en la primera mitad del siglo XIII, más de quinientos años después del comienzo de la guerra divinal contra los islamitas” (II ed., p. 39).

“Nadie puede negar la función rectora ejercida antaño en la Península por la Corona de Castilla (…) Habría además deformado la realidad si hubiera ocultado los sacrificios de la Corona de Castilla a la empresa que la común herencia temperamental impuso a todos los hispanos y

cómo, en momentos difíciles de nuestro pasado, siguió políticas internacionales contrarias a su tradición y a su interés. Y habría cometido injusticia con Castilla de haber aceptado las gratuitas afirmaciones de sus émulos sobre la opresión por ella de los otros pueblos de España

(…) Y sus enemigos silencian además el gran servicio que hizo Castilla a todos los españoles de ayer y de hoy conquistando América” (II ed., p. 37).

"Por mi oposición a tanta facecia (dicho risible) han incluido mi obra en la serie de las publicadas otrora por Menéndez y Pelayo y Menéndez Pidal. Me ha honrado tal emparejamiento. Y no lo rechazo, aunque signifique una acusación no velada de intencionada devoción hacia las

cosas de España. He combatido, sí, el irritante regodeo en negar la potencialidad y originalidad creacional de los españoles (…) Aspiré y aspiro a mostrar a los españoles que nuestros males tienen remedio. Que no padecemos una incunable tara que nos conduce a arrastrar nuestras

dolencias de modo perdurable. Que existe una unidad de historia y de destino entre cuantos habitamos en la Península. Y que, si hicimos otrora juntos maravillas, nuestro mañana depende de nuestra voluntad” (III ed., p. 32)

“Poniendo a España por encima de ideologías, por serlo, sin remedio caducas, y de intereses nunca puros. De posponer la patria a aquellas o a éstos, los españoles y los hispanos habrán firmado su sentencia histórica de muerte o de cadena perpetua. Se condenarán a su desaparición

como auténticas unidades históricas o a ser sombras de la potencia o de las potencias hegemónicas” (IV ed., p. 22)

Este libro, en su día muy influyente, ha quedado olvidado porque no encaja en los estereotipos de la España cainita, ya que su autor, Premio Príncipe de Asturias en 1984, resulta inclasificable para los que todo lo etiquetan.

Ciertamente, su pensamiento histórico sobre España era profundamente conservador y enraizado en la tradición católica, pero, antes de que alguno, tras leer estas citas, se apresure a clasificarle como un ‘reaccionario’, recordar que, además de su impresionante obra

historiográfica, se da la circunstancia de que estamos ante uno de esos intelectuales que perteneció a la llamada ‘Tercera España’. Profundamente católico, patriótico y abiertamente anticomunista, era sin embargo liberal y republicano, y fue diputado, ministro y embajador de la

Segunda República. Vivió un largo exilio en Buenos Aires durante el franquismo en el que llegó a ocupar la presidencia del consejo de ministros de la República (1962-1971). ¿Cómo sería hoy día este republicano exiliado catalogado por los neo-inquisidores de la memoria histórica?