Hola niños, hoy os traigo una historia de esas que provocan pesadillas. Un asesino en serie tan escurridizo que le ganó la partida al ‘intocable’ Elliot Ness. Esta es la historia del Asesino del Torso de Cleveland, también conocido como el Carnicero Loco de Kingsbury Run.
Cleveland, Ohio, 23 de septiembre de 1935. Dos chavales que se están saltando las clases encuentran el cuerpo decapitado y desmembrado de un hombre joven. Cuando la policía acude al lugar y empieza a mover cosas, se encuentran con un segundo cadáver a unos metros de allí.
El primer cuerpo es identificado como Edward Andrassy, un pequeño delincuente de la zona conocido por la policía. El segundo cadáver, otro hombre de unos 40 años que llevaba muerto al menos dos semanas, jamás será identificado.
Aunque ha habido algún caso similar en el pasado, la policía da por sentado que son ajustes de cuentas entre los criminales de la zona y no le dan más importancia. Sí, ya lo sé.
El 26 de enero de 1936, los restos de una mujer envueltos en papel de periódico son hallados al lado de una fábrica en Central Avenue. Doce días más tarde se encontrará su cabeza y se la podrá identificar: se trata de Florence Polillo, una prostituta de la zona.
Florence sería la última víctima identificada del Asesino del Torso.
El 5 de junio, mientras Cleveland se prepara para albergar la Convención Nacional Republicana, dos niños (no los mismos de la primera vez, o al menos eso espero) encuentran una cabeza de hombre joven no identificado envuelta en unos pantalones viejos al lado del río.
Y sí, es a estas alturas del partido, con (como mínimo) cuatro personas asesinadas, que la policía dice OYE TÚ, QUE LO MISMO TENEMOS A UN ASESINO EN SERIE EN LA CIUDAD. Es que no eran muy listos, pobrecitos.
Y justo aquí hace acto de aparición el héroe, la leyenda, el HOMBRE: Elliot Ness, el tipo que había metido entre rejas a Al Capone, había sido nombrado Director de Seguridad Pública de Cleveland poco más de seis meses antes. Y ahora se disponía a dar caza al asesiMENTIRA.
La verdad es que, aunque queda muy peliculero convertir a Ness en el héroe de esta historia, su implicación en la misma fue bastante periférica. Sí es cierto que se enfrentó cara a cara con el que muy posiblemente fuera el asesino, pero la investigación la llevaron otros.
Ya con Ness al tanto de la situación, los cuerpos siguen amontonándose: en julio y septiembre aparecen dos cuerpos masculinos más, y 1937 traería al menos tres nuevas víctimas. Todos habían sido decapitados y desmembrados, algunos de ellos mientras aún estaban vivos.
Los forenses dictaminaron que el asesino debía tener un conocimiento bastante profundo de la anatomía humana, dados los cortes que hacía. Por supuesto, eso volvió la vista hacia los médicos, aunque no se hicieron detenciones. Ni interrogatorios, ya puestos.
Lo cierto es que, como Ness diría más adelante, nadie parecía echar de menos a las víctimas, y en el caso de las dos que fueron identificadas estaba claro que provenían de entornos marginales con poco arraigo social, sin familias y casi sin amigos. No sé si veis por dónde voy.
Vamos, que como no eran víctimas “buenas”, pues la policía se lo tomaba con cierto nivel de calma. Investigaron más el caso por la alarma social y mala imagen que creaba el que aparecieran cuerpos desmembrados por todo Cleveland que por otra cosa. Y las muertes seguían.
A estas alturas la prensa estaba puestísima con el tema, a ver si nos vamos a creer que la carroña la inventó Ana RoA LO QUE VAMOS. Fueron ellos los que bautizaron al asesino como “Torso”, aunque alguno se puso más creativo y lo llamó “El Carnicero Loco de Kingsbury Run”.
Y mientras tanto el alcalde le apretaba las clavijas a Ness, que empezaba a estar un poco hasta las gónadas del tema. Y Ness a su vez le apretaba las clavijas al detective que supervisaba el caso, Peter Merylo, que llegó a trabajar hasta 80 horas semanales en el caso, sin éxito.
Merylo llegó a disfrazarse de vagabundo para moverse entre los habitantes de Kingsbury Run sin levantar sospechas. Y aunque llegó a detener a varios personajes digamos... pintorescos de la zona (como “El Loco de los Pollos”* o “El Doctor Vudú”), del Torso no había ni rastro.
*No preguntéis, no queréis saberlo.
Es más o menos por esta época que la policía se fija en un tipo muy curioso: el doctor Francis E. Sweeney, un señor enorme, con problemas con el alcohol y de temperamento violento, que además era médico aunque había sido despedido de su trabajo en el hospital por problemático.
Sweeney encajaba tan bien en la idea que la policía se había hecho del asesino que Ness estaba 100% convencido de que era él. Solo habían dos problemas: 1) no tenía pruebas, y 2) Sweeney era primo del congresista demócrata Martin L. Sweeney.
Otro nombre que le podemos dar a Martin L. Sweeney es EL GRANO EN EL CULO, porque ya antes de que Francis fuera sospechoso les estaba amargando la vida a Ness y al alcalde con el cuento de “es que no estáis haciendo nada para parar esto mimimimi”.
En marzo de 1938, una pierna de hombre apareció en Sandusky, una pequeña ciudad a un par de horas en coche de Ohio. Lo más relevante que había en Sandusky era un hospital de veteranos. ¿Y quién había ingresado voluntariamente allí unas cuantas veces?
FRANCIS E. SWEENEY
Y es que aunque el ingreso de Sweeney en el hospital se quiso utilizar como coartada, los policías a cargo de la investigación descubrieron que, como paciente voluntario, el doctor entraba y salía del recinto bastante a voluntad, y control, lo que se dice control, pues…
De hecho, otro interno del hospital confirmó que varias de las ausencias de Sweeney coincidían con los momentos en que se tuvieron que producir algunos de los asesinatos. Pero nada, que no les hacían ni caso.
Mientras la policía investigaba a Sweeney, el 8 de abril de 1938 otra pierna, esta vez de mujer, apareció flotando en el río Cuyahoga. Casi un mes más tarde, el 2 de mayo, el torso de la mujer fue descubierto bajo un puente junto a otras partes de su cuerpo.
La policía estrechó el cerco sobre Sweeney y asignó a un agente, Thomas Whalen, para que lo siguiera con discreción. Claro que, o Whalen no era muy discreto o Sweeney era la hostia de listo, porque un día, tras esquivarlo en un super, se le plantó delante con toda su pachorra.
Sweeney le tendió la mano a Whalen y le dijo algo del estilo de “Ya que vamos a estar juntos tan a menudo, estaría bien que nos presentásemos”.
Whalen, con toda su sangre fría, se presentó y luego continuó vigilándolo. A Sweeney le gustaba putearlo yéndose de parranda a sitios donde llamaban la atención, y total para nada, porque siempre terminaba dándole esquinazo.
Como podéis ver, Ness no estaba involucrado en la investigación directamente, De hecho se negaba a hacerlo porque creía que no era su trabajo. Eso, hasta que el 16 de agosto de 1938 aparecieron dos víctimas más del Torso, una mujer y un hombre, en un vertedero de la calle 9 Este.
Canónicamente, estas fueron las dos últimas víctimas del Torso. Luego veremos que hay quien asegura que hubieron más.
La gente de Cleveland estaba ya de muy mala hostia con todo lo que estaba pasando. Ness estaba desesperado. El ayuntamiento también. Y eso llevó al mayor error de toda esta historia, uno que perseguiría al ‘Intocable’ durante más de una década.
El 18 de agosto, pasada la medianoche, Ness dirigió una gigantesca redada hacia los poblados de chabolas de Kingsbury Run. Detuvieron a docenas de personas, la mayoría vagabundos inofensivos, y cuando terminaron le pegaron fuego a las chabolas para no dejar ni una en pie.
La prensa se echó encima de Ness y de la policía: los acusaron de tomarla con los más débiles (que era verdad) y de querer colgarse medallas para echar tierra sobre su incompetencia (que también). El público también se volvió en su contra. Ness la había cagado pero bien.
Harto ya de todo, Ness citó a Sweeney en una habitación de hotel. Allí, el célebre agente condujo personalmente el interrogatorio del doctor, al que sometieron a la prueba del polígrafo en presencia de uno de sus inventores, Leonarde Keeler.
Durante dos horas, Sweeney respondió a las preguntas de Ness bromeando y sin alterarse lo más mínimo. Según el polígrafo, Sweeney mintió constantemente, y la opinión de Keeler fue que el tipo era un completo psicópata.
Ness se encaró con Sweeney y, sin rodeos, le dijo que creía que él era el asesino. Sonriendo, Sweeney le espetó “¿Lo cree? Demuéstrelo”.
Y Ness intentó demostrarlo, a fe que lo intentó. Pero nunca pudo hacerlo. Y la sombra del Torso y de Sweeney lo perseguirían el resto de su vida, como luego veremos.
Dos días después del interrogatorio, el 25 de agosto, Francis Sweeney ingresó voluntariamente en el hospital de Sandusky y pasaría el resto de su vida internado, saltando de un hospital a otro. Oficialmente, el Asesino del Torso no volvió a actuar jamás.
La pesadilla de Ness, sin embargo, iba a continuar a título personal. Durante casi 20 años, hasta su muerte en 1957, Ness estuvo recibiendo postales y fotografías extrañas, amenazas y provocaciones. ¿El remitente de las mismas? Francis Sweeney.
Sweeney murió en un hospital de Dayton el 9 de julio de 1964. ¿Había muerto el Asesino del Torso? Pues no todo el mundo lo pensaba.
A finales de 1938, la policía recibió una carta que decía ser del asesino. En ella afirmaba que se había “mudado” a California para seguir dedicándose a esto de matar gente, pero cuando se investigó el lugar que la carta indicaba no apareció ningún cuerpo.
En 1939, la policía de Cleveland detuvo a Frank Dolezal, un obrero de la construcción de 52 años, que confesó haber matado a Florence Polillo. La cosa es que su confesión fue bastante dudosa y, mira por dónde, Frank se suicidó en la comisaría y si te he visto no me acuerdo.
De nuevo en California, no pocos pensaron en el Asesino del Torso cuando en enero de 1947 apareció el cuerpo desmembrado de Elizabeth Short. Hay quien sigue sosteniendo que la persona que la mató y el Torso eran uno solo. Nunca se ha podido demostrar.
El 22 de julio de 1950 hallaron el cuerpo de un tal Robert Robertson en el 2138 de Davenport Avenue, en Cleveland. Su asesinato encajaba con el modus operandi del Torso, pero nunca se pudo demostrar la conexión y la policía lo trató como un caso separado.
Elliot Ness murió, arruinado y alcoholizado, el 16 de mayo de 1957, poco antes de la publicación de su libro de memorias, titulado “Los Intocables”, que sirvió de base para películas y series que todos hemos visto y que nada menciona sobre los crímenes del Torso.
Las cenizas de Ness fueron esparcidas en uno de los estanques del Cementerio Lake View de Cleveland, no muy lejos de Kingsbury Run. Tal vez desde allí siga intentando apresar al escurridizo doctor Sweeney. Si es que fue él, claro está.
Espero que os haya gustado. Otro día, si os portáis bien, os cuento la historia de cuando un irlandés pirado y su grupo de amigos escritores y artistas le tomaron el pelo pero bien a la mismísima Royal Navy.
P.D.: Si os ha gustado, os agradeceré los RTs y la difusión con saludos afectuosos y carne en salazón de las bodegas de Sawney Beane.
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Hola niños, hoy os traigo una historia que lo tiene todo: amor, intriga, venganza, piratería y franceses perdiendo reyertas contra sí mismos. Es la historia de una noble dama que decidió vengarse de un rey haciéndose corsaria. Os presento a Jeanne de Clisson, la Loba de Bretaña.
Nació en 1300 con el nombre de Jeanne Louise de Belleville en Belleville-sur-Vie, al oeste de Francia, y lo hizo en el seno de una familia noble: su padre era Maurice IV Montaigu, señor de Belleville, y su madre era Létice de Parthenay, hija de otro señor de la zona.
Cuando tenía 12 años la casaron con Geoffroy de Châteaubriand, y me voy a callar lo que opino al respecto. Al menos Geoffroy tenía “solo” 19 años, que podría haber sido mucho peor, supongo. En fin, que tuvieron dos hijos y vivieron juntos hasta que Geoffroy amochó en 1326.
Mira, voy a hacer una de esas listas que tanto gustan por aquí por eso de que es el mes de Halloween AKA el Mejor Mes del Año™. La llamaré #BrujasdeHalloween, porque ellas lo valen.
(Ya sé que estamos a día 3 y que esto tendría que habérmelo pensado antes, pero se me ha ocurrido ahora. Hoy hay ración triple y ya lo llevaré al día a partir de mañana).
Día 1: Miss Eglantine Price (Angela Lansbury), 'La bruja novata' (Robert Stevenson, 1971)
Hola niños, hoy vengo a hablaros de una hermanita de la caridad. Literalmente, porque nuestra protagonista de hoy era abadesa de un monasterio ortodoxo. También se dedicaba a matar gente, pero todos tenemos nuestros defectos. Esta es la historia de Mariam Soulakiotis.
No tenemos fecha exacta de nacimiento de Mariam: algunas fuentes mencionan que nació en 1883 y otras que lo hizo en 1900. Lo que sí sabemos es que vino al mundo en Atenas y que lo hizo en el seno de una familia muy pobre y enormemente religiosa.
La juventud de Mariam pasó sin pena ni gloria hasta que la familia conoció a Mateo Karpathakis de Besthena, un arzobispo cuyas creencias se desviaban profundamente del dogma oficial ortodoxo, y que acabaría fundando su propia secta cismática: los mateístas.
A ver, os cuento: por aquí podréis encontrar mis neuras diarias, cine, frikismo generalizado, humor de mierda, batallas con la escritura, historia turbio-chunga, animalicos, Tudorismo en grandes cantidades…
Ah, y los hilos, claro. Los domingos a eso de las 11 de la mañana, hora española. Con algunos hilos extra a veces porque sí, conocidos como #TurraIncoming.
Hola niños, hoy vengo a hablaros, como tantas otras veces, de un criminal. Pero no un criminal cualquiera: nuestro protagonista de hoy descubrió que podía poner sus habilidades al servicio de cosas más positivas como joder a los nazis. Esta es la historia de Johnny Ramensky.
Su nombre de nacimiento era Yonus (o Jonas) Ramanauckas, y era hijo de inmigrantes lituanos que se establecieron en el pueblo minero escocés de Glenboig, a unas diez millas de Glasgow. Allí vino al mundo, sin demasiadas fanfarrias, el 6 de abril de 1905.
Papá Ramanauckas murió cuando Yonus tenía siete años, lo cual ya nos augura una vida de mierda para nuestro protagonista. Efectivamente: a los 14 años dejó la escuela para irse a trabajar a las minas porque si no la familia se moría de hambre. Lo dicho, una mierda inmensa.