Un ejercicio necesario, sano, de hecho creo que urgente, que la disidencia y la oposición sería muy recomendable que haga, es partir de quitar los absolutos del discurso y la forma como se intenta interpretar lo que esta pasando.
Por ejemplo, lo de hoy.
NO todos los que van a asistir ahí son acarreados que, por ejemplo, sean burócratas y los estén obligando a asistir a con amenazas de posibles penalizaciones y otras formas de coacción.
Seguro hay quienes van convencidos, e incluso alegres y orgullosos.
NO a todos los de a pie que van a asistir son acarreados que estén obligados por la amenaza de perder los ¿beneficios? de los "programas sociales".
Seguro hay quienes van convencidos de estar participando en un ejercicio digno de celebrarse.
Sí lo que pasa con el CIDE no es motivo de un mínimo, míiiiinimo, de conciliación, consideración y empatía, entonces no hay futuro que rescatar. Se podrá ir Morena y el narcisista megalomano de palacio, no importará, la espiral de confrontación no estará cerca de terminar.
Si, si, si, si. El desahogo. "Esdeque se les dijo". "Esdeque si podía saberse". Delfos se les queda corto. Esdeque el dedo flamígero de los inmaculados.
Esdeque el discurso opositor es igual de pauperrimo hoy, como lo fue hace 3 años.
Se estará dejando pasar una oportunidad poderosa, efectiva, de hacer ver las consecuencias de una mala, pésima decisión, pero, con miras a conciliar, corregir, enmendar, y entonces, tal vez entonces, lograr un cambio.
¿Será que un día, así como cosa casual y sin mucho darse cuenta, ojalá, el discurso disidente y opositor deje de tener como eje el simple, ramplón e INÚTIL "se les dijo"?
Una idea que no va envuelta en el discurso correcto para lograr efecto en el receptor es nomas estruendo.
Tan imbécil es creer de un lado q pendejear gente es la manera de evitar caer en un error, q no pasa de mero discurso coercitivo en un ejercicio de coacción, que del otro lado necear en encumbrar a un demagogo barato con ímpetu autoritario solo por soberbia de creer tener razón.
Y son polos cada vez más y más distantes.
El reto es formular un discurso que persuada para tomar acciones y, en su caso disuada para evitarlas.
No se trata de guardar silencio ni edulcorar palabras. Ni de cerca. Eso es condescendencia que solo infantilizaría la conversación.
Entre otras, así nacen las dictaduras.
Pueden ser todo lo fanático que quieran de quien quieran, cuando quieran y como quieran.
PERO.
Serlo de un político los lleva a validar sus pulsiones autoritarias aun a costa de negar la humanidad del prójimo.
No importa cuantos muertos cueste, la ceguera cognitiva implícita en el fanatismo los llevará a encontrar y validar cuanta justificación les permita evadir la responsabilidad, y sobre todo, las consecuencias, de SUS propios actos.
A un fanático no le importa cuanto se dañen las instituciones, están de antemano convencidos que el motivo del apasionamiento exacerbado, la base de su fanatismo, lo vale.
Al final, siempre, siempre, siempre, encontrarán justificaciones para validarlo.
No quienes muestran un nombre aparentemente real, lo es, o es su verdadero nombre.
No todos quienes dan santo y seña de lo que hacen, quiere decir que exhiban su actividad real, su profesión real, su aptitudes reales, sus capacidades reales.
Y viceversa. Hay quienes eligen el uso de una imagen cualquiera, que no sea un rostro, o uno ajeno o ficticio, y no quiere decir que sean enteramente anónimos.
Uno de los legados más tristes de la época que vivimos será, si acaso, un eponimo, que servirá para prolongar tanto como les alcance la convocatoria de la supuesta movilización que los aglutina.
Cuando para mantener la farsa de la cuatrote se aferren a defender el 'obradorismo'.
Tendrán la necesidad de definirse como 'obradoristas' por fuerza para justificar, dirán, continuar el show de hambre de poder y autoritarismo que hacen llamar "cuarta transformación".
Que no es más que la instauración de una autocracia populista, precisamente.
Para unos, la necesidad de estar ahí detentando un poco, aunque sea un poco de poder, los hará someterse a esa definición, que de paso confirmaría lo que se ha dicho con frecuencia: quiénes son los que exhiben realmente rasgos y comportamientos fascistas.