Por desgracia incluso planteando serias objeciones a la nueva reforma laboral seguimos discutiendo en los términos marcados por el adversario.
Al entrar en tanto detalle sobre los tipos de contrato o las indemnizaciones (que por supuesto, importan), nos dejamos fuera todo el asunto de la forma y estructura de la empresa y la producción, la necesidad de reducir la jornada, de repartir mucho mejor el trabajo.
Discutir sobre los términos ya marcados de reforma laboral bajo un sistema de producción ultracapitalista, con paro estructural, con cada vez más gente en riesgo de pobreza, con una crisis energética preocupante... supone omitir demasiados aspectos fundamentales.
En suma, supone seguir asumiendo que el mercado es quien rige toda la producción económica y social. Y en ningún momento ese axioma se pone en duda.
Discutir sobre el empleo y sus condiciones omite por tanto las preguntas fundamentales: para qué, para quién, cómo, cuánto, de qué modo producimos.
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Como me han preguntado, voy a intentar resumir brevemente las críticas que se han lanzado a la nueva reforma laboral:
(1) No se tocan los EREs, se pueden seguir ejecutando despidos colectivos incluso alegando pérdidas previstas y sin necesidad de autorización administrativa.
(2) Se podrán seguir realizando ERTEs, en beneficio ante todo de las empresas, que no tendrán que cubrir salarios, sino que lo hará el estado y con una rebaja económica para el trabajador.
(3) No se toca la indemnización por despido, que sigue estando en 33 días por año trabajado para contratos indefinidos y en 12 para los temporales. Para muchos este punto sería clave para reducir la temporalidad (que salga más caro despedir).
Incluye el popurrí clásico de la izquierda multicultural, la izquierda separatista, la izquierda irracional y el concepto de autodeterminación entendido como "libertad negativa" que más valdría desarrollarlo porque no sé si ni el propio autor lo tiene claro.
Y por último lo de la universalidad y la racionalidad, porque se presentan como conceptos abstractos o cajones de sastre (algo muy propio de la ideología burguesa), ajenos a la necesidad de elevarse de nuevo a lo concreto y tangible para no privarlos de contenido.
Los cuatro brazos del estado corporativo capitalista: el brazo parlamentario-constitucional, el brazo mediático, el brazo judicial y el brazo policial. Mediante ellos actúa el poder político y empresarial sobre la población a la que gobierna.
Jueces, ministros y altos funcionarios, senadores y congresistas, aristócratas y terratenientes, grandes burgueses y representantes sindicales, componiendo mapas de poder vinculados a su vez a bancos, multinacionales y fondos de inversión -> estado corporativo capitalista.
De tal modo que no, la soberanía NO reside en el pueblo ni en la clase trabajadora. Lo que se hace es abrir lo suficiente (pero no demasiado) el grifo del consumo, del acceso a la propiedad y al crédito, de los derechos civiles y los servicios públicos, para mantener ese poder.
En última instancia, la enseñanza de la posmodernidad es esta: no hay fundamento esencial, natural o metafísico alguno para la acción y existencia humanas; estas están social y políticamente configuradas; y aún así nos queda la ética, con todos sus problemas, como referencia.
No hay en esto una renuncia a la Razón, sino una crítica de la Razón como fundamento inequívoco (ahí se juega la crítica a Hegel, demasiadas veces confusa). Y sí hay un llamado a los valores, no inmutables sino socialmente fundados (y ahí se juega la influencia de Nietzsche).
En todo caso, es erróneo concebir la posmodernidad como un fin del camino, más bien es un momento de apertura y reflexión del pensamiento, la acción y el afecto respecto a sus propias capacidades. La filosofía no trata aquí de fundamentos sino de problematizaciones.
Hay que estar bastante ciego o ser notablemente zoquete para pensar que España, un país que no depuró sus cuerpos militar, policial y judicial, y en el que ahora VOX cuenta con 52 escaños y el beneplácito de los liberal- conservadores, está libre de influencias filofascistas.
La influencia es tal que no pocos simpatizantes comunistas compran la mercancía falangista del estado omnipotente. Llegan a pensar incluso que VOX al menos combatirá el poder globalista, cuando no hay programa económico más neoliberal que el suyo (hasta Rallo lo alaba).
El comunismo me recuerda a la definición que da Deleuze del Acontecimiento: lo que nunca llega a sobrevenir del todo, lo que siempre está por venir.
Esto, que podría parecer un idealismo, también puede ser un llamado a la praxis, en la que el verbo sobrepasa al sujeto de la acción y sus significantes.
Aún así el propio desenvolvimiento de la acción genera sus condiciones trascendentales o su "pensar", que de efecto es capaz de pasar a ser causa de la acción futura como apropiación de su contexto y proyección de su propósito.