Hay que estar bastante ciego o ser notablemente zoquete para pensar que España, un país que no depuró sus cuerpos militar, policial y judicial, y en el que ahora VOX cuenta con 52 escaños y el beneplácito de los liberal- conservadores, está libre de influencias filofascistas.
La influencia es tal que no pocos simpatizantes comunistas compran la mercancía falangista del estado omnipotente. Llegan a pensar incluso que VOX al menos combatirá el poder globalista, cuando no hay programa económico más neoliberal que el suyo (hasta Rallo lo alaba).
En resumen, que Fusaro os la ha colado con patatas. Basta una mirada atenta hacia Polonia, Hungría, Ucrania o la misma Francia para comprobar que la extrema derecha vive de crear chivos expiatorios, sean inmigrantes o lgtb.
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En última instancia, la enseñanza de la posmodernidad es esta: no hay fundamento esencial, natural o metafísico alguno para la acción y existencia humanas; estas están social y políticamente configuradas; y aún así nos queda la ética, con todos sus problemas, como referencia.
No hay en esto una renuncia a la Razón, sino una crítica de la Razón como fundamento inequívoco (ahí se juega la crítica a Hegel, demasiadas veces confusa). Y sí hay un llamado a los valores, no inmutables sino socialmente fundados (y ahí se juega la influencia de Nietzsche).
En todo caso, es erróneo concebir la posmodernidad como un fin del camino, más bien es un momento de apertura y reflexión del pensamiento, la acción y el afecto respecto a sus propias capacidades. La filosofía no trata aquí de fundamentos sino de problematizaciones.
El comunismo me recuerda a la definición que da Deleuze del Acontecimiento: lo que nunca llega a sobrevenir del todo, lo que siempre está por venir.
Esto, que podría parecer un idealismo, también puede ser un llamado a la praxis, en la que el verbo sobrepasa al sujeto de la acción y sus significantes.
Aún así el propio desenvolvimiento de la acción genera sus condiciones trascendentales o su "pensar", que de efecto es capaz de pasar a ser causa de la acción futura como apropiación de su contexto y proyección de su propósito.
Escenario imaginado: las farmacéuticas liberan patentes y la OMS articula una producción y distribución coordinadas que en seis meses liquida la pandemia en todo el globo.
Escenario imaginado n. 2: la UE abre corredores seguros para inmigrantes y refugiados provenientes de África y Asia y coordina su asimilación a lo largo de todo su territorio, a la vez que corta toda financiación a países y organizaciones fundamentalistas sionistas e islamistas.
Escenario imaginado n. 3: la UE se coordina con LATAM, USA, Rusia y China para cortar drásticamente las emisiones de CO2, fomentar la producción y el consumo local, estudiar a fondo los recursos energéticos y sus medios de producción y reordenar todo el comercio mundial.
Al igual que incidir en las políticas de reconocimiento de la diversidad puede suponer la obliteración del conflicto de clase como "contradicción principal" (capital/trabajo), tomar esta como núcleo puede dejar de lado las opresiones de raza, etnia y género.
El obrerismo da claros síntomas de este problema, y aunque ponga el conflicto de clase en primer plano, lo hace dando muestras explícitas de nacionalismo, xenofobia, machismo y transfobia. Es decir, se expresa como un movimiento reaccionario y escasamente transformador.
De poco sirve que una clase deje de explotar a otra si un sexo seguirá explotando a otro, una nación a otra, una raza a otra. De ahí que el análisis crítico haya ido incorporando conceptos como el de patriarcado o tenga que incidir todavía en el internacionalismo como premisa.
En las sociedades posfordistas los sujetos revolucionarios clásicos, obrero y feminista, se diluyen en cuanto que la opresión y explotación ya no se articula únicamente por el trabajo o el sexo, sino que se proyecta a la pura existencia.
Desde este punto de vista, lo definitorio ya no es tanto la propiedad de los medios de producción o la pertencia a un género determinado, sino el mayor o menor acceso a recursos y privilegios materiales y digitales de diverso tipo.
Así, el sujeto revolucionario pasa a ser el desposeído y el desplazado, aquel que se ve privado del acceso a recursos básicos de subsistencia. Claro que aquí encontramos una escala de gradación variable que hace más difícil unificar demandas.
Periódicamente repito esto porque es importante: posmodernidad no es lo mismo que híper-constructivismo. La primera señala que la verdad no está libre de relaciones de poder; el segundo que el lenguaje y el discurso construyen toda la realidad.
La posmodernidad se resume en la frase de Nietzsche "todo sentido es una fuerza".
El híper-constructivismo puede resumirse como "toda realidad es discursiva".
La primera complementa al materialismo añadiendo la dimensión de las fuerzas (del deseo, el discurso, la creencia).
El segundo supone una negación de la realidad material y una primacía absoluta del significante discursivo, desde Lacan hasta Laclau.
En medio nos encontramos con el pragmatismo discursivo, "el lenguaje como caja de herramientas" y la performatividad.