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IDEA PARA UN THRILLER: Estando de vacaciones te llega una alerta al móvil de tu báscula. No podrás saber la cara del ladrón pero sí SU PESO.
Cancelas tus vacaciones y vuelves a casa. Al llegar encuentras la puerta reventada y todo revuelto, pero tan sólo echas en falta una cosa.
Este cuadro.
Para ti tiene un especial valor sentimental, es la única pertenencia que te dejó tu padre. Vas a comisaría a denunciar el robo.
En comisaría toman nota de todo. Insistes en que conoces el peso del ladrón: 86 kilos. Te dicen que te avisarán si descubren algo.
Tratas de rehacer tu vida, pero el robo te obsesiona. Con mucha práctica consigues aprender a adivinar el peso de cualquiera al levantarle.
Lamentablemente, es una habilidad a la que poco provecho puedes sacar sin ningún sospechoso a mano.
Pasan los años. Un día recibes una llamada de comisaría. Al parecer el tuyo fue el primero de toda una serie de robos que no han cesado.
No conocen su identidad pero le llaman "El Alce" por su afición a robar obras artísticas que representen al mamífero de enorme cornamenta.
Sospechan que planea robar la última obra de un famoso escultor que se presentará en sociedad esa misma noche. Un alce de 15 metros de alto.
Te piden que te quedes en casa, y que volverán a llamarte en cuanto consigan detenerle. Les dices que de acuerdo.
Pero ni pensarlo. No puedes quedarte en casa. Llevas mucho tiempo esperando este momento.
Así que esa noche te diriges a la galería de arte donde tendrá lugar la presentación. Saludas a todo el mundo, muy efusivamente.
Cada saludo culmina con un abrazo en el que aprovechas para alzar al saludado y calcular su peso.
Finalmente, sucede. 86 kilos. No hay duda. Es él. Se llama Venancio.
Bebéis juntos. Venancio no le quita ojo a la escultura, pero al final, con el vino de tu parte, consigues convencerle de ir a tu casa.
—Allí podremos seguir bebiendo más tranquilos —le dices.
—Vale, de acuerdo —te contesta.
Al llegar, Venancio se sienta en el sofá. Le dices que te espere ahí, que vas a la cocina a por un vino.
Pero al volver no hay rastro del vino prometido. Sujetas esto entre tus manos.
—¿Puedes pesarte, por favor?
—¿Cómo dices?
—Me gustaría conocer tu peso. ¿Puedes subirte aquí?
—N-no te entiendo...
—Ven, Venancio.
Forcejeáis. Venancio te empuja contra una pared, pero tú consigues zafarte. Te lanzas sobre él, pero te esquiva, tropieza y...
...CAE POR UNA VENTANA.
No es lo que pretendías. Te llevas las manos a la cabeza. Te sientas en el sofá, pierdes la noción del tiempo. La policía llama a tu puerta.
Tras un juicio rápido, te condenan a cuatro años de prisión por el homicidio involuntario de Venancio.
Llegas a prisión. Compartes celda con otro recluso. Es un enano. En la cárcel todo el mundo le conoce por su apellido: Reno.
—¿Qué crimen cometiste? —le preguntas.
—Aquí todos somos inocentes —te contesta—. ¿No lo sabías?
—Yo no. Un hombre murió por mi culpa.
Reno valora tu honestidad. Con el tiempo os hacéis buenos amigos. Acaba convenciéndote de que no eres responsable de la muerte de Venancio.
—Has de salir de aquí —te dice un día—. De lo contrario, la cárcel acabará contigo. Lo he visto otras veces, en gente como tú.
Reno tiene un plan de fuga. Te invita a acompañarle. Tan sólo necesita saber una cosa:

—¿Cuánto pesas?
La pregunta te hace revivir tu vieja obsesión. Algo desconcertado, contestas que 70 kilos.

—Bien, perfecto —dice Reno.
Esa noche, aprovechando un cambio de guardia durante la cena, escapáis del comedor hasta el patio de la prisión. Reno te señala algo.
—He fabricado esa catapulta.
Te cuesta verla. Está colocada en un ángulo muerto desde el que resulta fácil confundirla con el muro. Por eso ha pasado desapercibida.
Subís a la catapulta. Reno la acciona y salís disparados, sobrevolando el muro. Caéis sobre un enorme colchón de aire. A su lado, un coche.
—¡Venga, rápido!

Reno te ayuda a bajar del colchón y te introduce en el asiento trasero del coche. Él sube delante. Al volante, otro enano.
—Es mi hermano gemelo —te dice Reno—. Hemos tenido suerte. Esa catapulta no habría soportado más de 120 kilos. Yo peso 43 kilos.
43 + 43 = 86 kilos.
El coche acelera. Tu cabeza da vueltas. Reno se gira hacia ti.

—Por robo de obras de arte.
—¿C-cómo dices?
—Mi crimen. Llevo años robando obras de arte, mano a mano con mi hermano. Pero hace algún tiempo me trincaron. Por eso estaba ahí encerrado.
—Estábamos especializados en el robo de obras de arte que representan...
De repente, algo se cruza en vuestro camino.
Despiertas en una cama de hospital, algo magullado. Alguien entra en la habitación. Te sonríe. Es Venancio.
Saltas de la cama asustado. En la habitación entran policías.

—¡Pero cómo...!
—Sí, estoy vivo. Pero tranquilízate. Deja que te expliquemos.
Los policías te explican que has formado parte de un elaborado plan para capturar a los Hermanos Reno.
Venancio fingió su muerte para que pudieras entrar en la cárcel, pero antes, durante vuestra pelea, te implantó un micro subcutáneo.
Han escuchado todas tus conversaciones con Reno. Por desgracia tuvisteis el accidente antes de que terminase de confesarlo todo...
...pero con lo que tienen ya es suficiente para encarcelar a ambos. Los policías te felicitan y te dan las gracias por tu buen trabajo.
—Lo más difícil fue ganar 10 kilos en tan poco tiempo para que cuando me alzaste pesara 86 kilos —dice Venancio—. Yo pesaba 76 kilos.
—Pero bueno, al menos toda esa comida corrió por cuenta del cuerpo de policía—, añade, guiñando un ojo. Los policías ríen.
Venancio se disculpa, ha de irse porque está en mitad de una mudanza. Los policías se quedan contigo. Te dicen que ahora te darán el alta.
Vuelves a tu casa. Te sientes tranquilo, por primera vez en mucho tiempo. Te fijas en tu báscula. Imaginas a los Hermanos Reno subidos allí.
Subes a la báscula. La última vez que subiste fue hace mucho tiempo, antes de toda esta pesadilla. Marca 80 kilos. Algo falla. Tú pesas 70.
La revisas y te das cuenta de que está estropeada. Marca 10 kilos más de lo que debería.
76 + 10 = 86 kilos.
Sales corriendo de casa, recordando que durante la conversación en el hospital un policía mencionó dónde vive Venancio.
Cuando llegas a casa de Venancio te encuentras con un camión de mudanza en su calle. La puerta de su casa está abierta. Entras.
Ni rastro de Venancio. La casa está llena de cajas. Abres una. En su interior, obras de arte representando alces. Abres otra. Lo mismo.
Abres otra. Y otra. Y otra más. Finalmente, encuentras algo que te resulta familiar.
Rompes a llorar. Abrazas el cuadro. Te fijas en algo que había a su lado, dentro de la caja. Lo coges y te lo pones.
Escuchas unas pisadas. Te giras. Es Venancio. Al verte se asusta, tropieza y...
...CAE POR UNA VENTANA.
Escuchas su cuerpo chocar contra el suelo. Un segundo después suena tu teléfono móvil. Te llaman de comisaría.

—Tenemos malas noticias.
—Hemos conseguido que los Hermanos Reno confiesen, pero no es lo que sospechábamos. Ellos robaban obras de arte, pero de mapaches.
—"El Alce" sigue suelto.

Miras por la ventana. La sangre del cuerpo de Venancio ha dibujado una figura reconocible. Sonríes.
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