Capítulo III
La pareja de Guardias Civiles se miraron brevemente y salieron a toda prisa hacia la puerta del apartamento contiguo.
—Esa no es, al otro lado—. Advirtió Valentina. Empezaba a dudar seriamente de la competencia de esas dos personas.
Para colmo, el joven que se hacía llamar Güistremundo le guiñó un ojo acompañado de una media sonrisa al volver sobre sus pasos y dirgirse al apartamento del que procedían los ruidos.
Valentina realizó un gesto de desesperación una vez el Guardia Civil hubo pasado a su lado y se apoyó sobre el marco de la puerta a observar la escena.
"¡Policía, abran!" vociferó el hombre del bigote a la vez que aporreaba la puerta del vecino.
Valentina frunció el ceño. Ante su puerta se habían identificado como Guardia Civil, ¿y ahora decidían cambiar de cuerpo de seguridad?
Los ruidos y gritos en el piso de al lado cesaron casi al instante. Valentina y los dos hombres aguardaban en el rellano.
Acto seguido se escuchó un sonido de un cerrojo abriéndose y el característico chirriar de las puertas viejas.
Los Guardias Civiles, de manera instintiva, dieron un pequeño paso atrás como si no se esperaran lo que acababan de ver.
Valentina aguardaba en alerta el siguiente acontecimiento de aquella peculiar mañana. Dio un pequeño sorbo a su café.
Se asomó al rellano inclinándose un poco hacia delante y acertó a ver al hombre que se postraba ante la Benemérita.
Se trataba de un tipo corpulento, con más músculos de los que ella creía que se podían encontrar en cualquier ser humano. No era demasiado alto, pero su sola presencia imponía tanto que los Guardias Civiles de quedaron mudos por un segundo.
Valentina había oído los rumores por los rellanos. El campeón de España de #halterofilia se había mudado a su mismo edificio.
Lo que no imaginaba es que lo haría justo a la puerta de al lado. Aquel tipo, sin lugar a dudas, tenía la pinta de ser dicho campeón. Se preguntó cómo era posible no haberse enterado de la mudanza teniendo en cuenta todo el ajetreo que produce.
Ante el mutismo del tal Jose Luis, el agente más joven tomó la palabra. —Buenos fias, ¿ocurre algo en su domicilio? Hemos recibido una llamada.
No
Recibió como toda respuesta.
El joven Güistremundo no reculó pese al imponente aspecto del culturista. —¿Está seguro? Hemos oído ruidos y lo que parecían gritos. —Esta todo bien, se lo aseguro. ¿Verdad cariño?
Los agentes se volvieron a mirar cómplices. "Si claro, no hay ningún problema". Contestó una voz de mujer desde dentro del apartamento.
—¿Podemos pasar?— preguntó Juan Carlos que parecía haberse repuesto de la impresión inicial. —No veo porque no...—. Respondió con desgana el hombre corpulento.
Justo en el momento en el que el hombre se apartó para dejar entrar a los agentes, resonaron con estruendo lo que sin duda parecían disparos desde el otro lado del rellano.
Los agentes echaron a correr en dirección al otro lado del pasillo y casi tiran a Valentina al pasar a su lado.
—Encierrese en su casa y no se le ocurra salir!— gritó uno de ellos. Valentina no tenía la menor intención de asomarse después de aquello, como era obvio.
