Thread by @BoixRichter

Seguro que alguna vez, paseando por la ciudad o el campo, has sentido miedo El miedo juega un papel muy importante en nuestra vida y determina por donde nos movemos. Los animales también sienten miedo. El miedo es capaz de configurar un ecosistema.
Hilo va!
#biodiversidad

El temor ha sido siempre uno de los aliados más fieles del poder. Intenta que vivamos inmersos en el miedo, pues el miedo quebranta la resistencia, genera pánico y paraliza la disidencia.

El terror localizado en un lugar concreto transforma el sentido del mismo. El miedo supone restricciones en los movimientos cotidianos de la población. Decisiones que son dictadas por el miedo y un sentido de terror que aconseja a uno a no moverse a ciertos lugares.

La percepción de seguridad condiciona el flujo de los turistas. Los países afectados por la violencia del terrorismo ven reducir el número de sus visitantes.

La identificación de lugares peligrosos genera así unos “paisajes del miedo” o “geografías del terror” que se evitan. Unos paisaje que compartimos con el resto de animales. El miedo es un factor ecológico más que moldea los ecosistemas.

Incluso los erizos de mar comunes ‘Paracentropus lividus’ sienten miedo, a pesar de tener un sistema nervioso muy simple. Su miedo no es una respuesta mecánica a una agresión, como un molusco cerrando sus valvas ante un ataque.

El suyo es un miedo a la “posibilidad” de ser depredado. A pesar de sus espectaculares espinas, la zona entorno a su boca es blanda y vulnerable. El pez, como p.e. un sargo, que consiga darle la vuelta a un erizo puedo comérselo sin preocuparse de sus espinas.

Por eso, en zonas donde hay peces que pueden depredarlos, los erizos suelen estar anclados a las rocas, guardando su zona vulnerable. Sólo se desenganchan por la noche para desplazarse un poco en busca de algas de las que alimentarse.

La presencia de peces y el miedo de los erizos a ellos es lo que permite que exista una riqueza de macroalgas sobre el fondo rocoso poco profundo, a excepción de los recovecos donde se resguardan los erizos.

Donde no hay peces depredadores, la situación es muy diferente. En ausencia del miedo, los erizos campan, día y noche, por el fondo arrasando con las macroalgas, cubriendo grandes distancias.

Algo similar ocurre en Shark Bay, Australia. Allí no son erizos de mar y sargos, los protagonistas, sino los tiburones tigres ‘Galeocerdo cuvier’, las tortugas verdes ‘Chelonia mydas’ y los dugongos ‘Dugong dugon’ .

Tortugas y dugongos se alimentan de fanerógamas marinas, que no son algas, sino plantas superiores con su raíz, su tallo, hojas y flores, formando grandes praderas marinas. Las tortugas de sus tallos, los dugongos de sus rizomas.

La planta crece mucho mejor y es más abundante en las zonas poco profundas, donde les llega mejor la luz solar. Es ahí donde suelen acudir las tortugas y los dugongos… siempre y cuando no estén presentes los tiburones tigre.

En esas zonas poco profundas resultan mucho más vulnerables a los ataques de los tiburones, sobre todo durante el verano austral. Así que durante esos períodos se desplazan a zonas más profundas de la bahía para reducir riesgos.

Ahí abajo, sin embargo, la comida escasea y a medida que el hambre se va apoderando de ellos, los animales asumen más riegos y vuelven a aventurarse a las zonas poco profundas. El hambre supera el miedo…

...o el miedo al hambre es superior a otros. Las cargas fiscales, las malas cosechas, el encarecimiento del pan, el hambre dio lugar al Gran Miedo en 1789 y revueltas espontáneas en Francia que dieron lugar a la abolición del feudalismo.

El miedo también está presente entre los pájaros y afecta sus poblaciones. El gorrión cantor ‘Melospiza melodia’ de Norteamérica, anida en zonas de vegetación más densa en presencia de depredadores.

Tiene un comportamiento más cauto, permanece menos tiempo en el nido incubando los huevos, y lo frecuenta menos para alimentar a sus polluelos. El número de crías de un gorrión atemorizado es un 40% menor.

Los depredadores no sólo regulan las poblaciones de presas con su acción directa sino que tienen un importante efecto indirecto sobre las poblaciones a través del miedo que les provocan y sus efectos sobre la red trófica.

Seguimos en Norteamérica, ahora en el parque de Yellowstone, del que ya hablamos en otro hilo, para mencionar como el miedo ha modificado el paisaje y el ecosistema.

https://twitter.com/BoixRichter/status/1091663952264732674

Los lobos regresaron al parque en1995, de mano del hombre, que había provocado su desaparición casi 70 años atrás. La reintroducción se pensó para regular la población del wapiti o ciervo canadiense ‘Cervus canadensis’.

A pesar de los esfuerzos humanos por controlar la población de wapitis, sus abundantes poblaciones y su enorme capacidad de pastoreo impedían el desarrollo de la vegetación arbustiva y arbórea, alterando radicalmente la estructura de la vegetación.

La presencia de lobos ha hecho que los wapitis recuperen la sensación de miedo al escuchar sus aullidos graves, profundos y prolongados. Los individuos dedican más tiempo a la vigilancia y comen menos.

Pero además, han aprendido a evitar los lugares donde pueden ser sorprendidos por los lobos. En consecuencia, los bosques de ribera han vuelto a crecer y el paisaje vegetal se parece mucho más al que había cuando se declaró parque nacional.

Las partes desnudas de los valles se poblaron de álamos y sauces, que aprovecharon muchas especies de aves migratorias y pájaros cantores, y el regreso de los castores.

Las presas de los castores alteraron el curso de los ríos creando nuevos hábitats para anfibios, peces y reptiles. Los ríos consolidaron su curso reduciendo su erosión, estableciendo el suelo y recuperando la vegetación de los valles.

Puede decirse que los paisajes de miedo acabaron modificando el paisaje y el ecosistema. Esta semana, se ha publicado un estudio en el cual se emplea el miedo para alterar la conducta de las presas y recuperar un ecosistema.
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science.sciencemag.org/content/early/…

El trabajo constata la manipulación del miedo con fines para conservar los ecosistemas.

Dejamos el continente americano y vamos a África, concretamente a Mozambique. Ahí, durante la guerra civil que se prolongó de 1977 a 1992, la caza furtiva acabó con el licaón ‘Lycaon pictus’ y el leopardo ‘Panthera pardus’ o las hienas ‘Crocula crocuta’.

El conflicto armado espantó o mató a gran parte de la fauna en el parque de Gorongosa. Una vez concluido los herbívoros regresaros a la zona, pero los grandes depredadores no lo hicieron, a excepción de un pequeño número de leones ‘Panthera leo’.

Eso ha generado que el pequeño antílope, el ’Tragelaphus sylvaticus’, que antes habitaba las zonas boscosas del parque de Mozambique, se aventurase a alimentarse en las zonas abiertas de los valles del Parque Nacional Gorongosa.

Una vez ahí, los antílopes consumieron plantas nuevas que no encuentran en sus partes boscosas y llevaron al límite algunas plantas como la ‘Bergia mossambicensis’.

Las poblaciones del antílope se dispararon, siendo más abundantes en las zonas abiertas que en los bosques cerrados donde siempre habían estado hasta que los grandes depredadores fueron extirpados del sistema.

Al analizar su dieta en ambos hábitats, entendieron porque crecían las poblaciones. La dieta en las zonas abiertas era más variada y rica. Los animales estaban más saludables y en mejores condiciones.

Los investigadores decidieron probar si era posible volver a restringir la distribución de los antílopes a los bosques incluyendo elementos que les provocasen miedo en los espacios abiertos.

Para ello usaron grabaciones de vocalizaciones de leopardos, distribuyeron huellas artificiales de leones y colocaron marcas de orina de carnívoros para simular la presencia de estos depredadores en la zona.

Los antílopes respondieron a esas esencias con miedo, buscando refugio en las zonas boscosas donde habitaban antes. La mera posibilidad de ser depredados los recluía en el bosque aún siendo un hábitat no tan rico en recursos.

Exactamente lo mismo que sucede con los erizos de mar, los peces y las algas. El trabajo evidencia que la guerra civil tuvo consecuencias negativas extirpando algunas especies, que ha desencadenado una reestructuración del ecosistema.

También ha demostrado la posibilidad de usar el miedo como arquitecto ecológico para conservar ecosistemas. Los grandes depredadores es uno de los grupos más afectados, su desaparición afecta al ecosistema entero alterando las redes trófiicas, hemos visto varios ejemplos.

No es sólo el efecto directo de su caza, su mayor efecto es crear estos “paisajes de miedo” que condicionan el comportamiento de todos los individuos que pueden ser potencialmente sus presas.

Igual que un atentado terrorista es capaz de hacer que miles de personas cambien su destino turístico, aunque las probabilidades de morir en un accidente de tráfico sean mucho más altas, los animales dejan de salir a las zonas abiertas ante la probabilidad de ser depredadas.

El poder del miedo es inmenso, George Orwell era consciente de ello cuando creo el Ministerio de la Verdad y la neolengua para su “1984”. El miedo altera. El miedo hace que concedamos autoridad, cediendo a nuestro criterio y libertad para otorgar estos poderes a otros.

El miedo es capaz de cambiar ecosistemas enteros y es capaz de cambiar políticas y sociedades enteras. Sólo hay que crear un depredador o un enemigo convincente.

Los paisajes de miedo están por todas partes. ¿Eres de los que enciendes las luces del pasillo cuando te vas a dormir después de ver una película de terror?

Muchas gracias por el tiempo dedicado a llegar hasta aquí abajo!!