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Martín era un chico de 33 años que vivía con su madre en un barrio obrero en las afueras de Madrid. Martín no tenía trabajo, había terminado un módulo de informática y nadie lo contrataba pese a sus buenas calificaciones.
Sus únicas aficiones se habían convertido en ver vídeos en Youtube y jugar a juegos en red con sus amigos,
los gamers que se escondían al otro lado de la pantalla.
Pasaba horas en casa, mirando la tele, sacaba a su perrito por las tardes y a veces se paraba delante de un misterioso escaparate de un viejo local donde leía "Adelgaza 30kg en 3 meses" y se quedaba mirando pensativo, porque Martín, estaba gordo.
Él, se veía como un puto gordo, que es lo que empezaron a llamarle los que un día iban a ser sus amigos.
Su madre era viuda. Jamás superó la muerte de su marido que murió atragantado con un cacho de carne cuando Martín tan sólo contaba con 7 años.
Dejó de ser una presumida y bella chica de 39 años para convertirse en una señora inflamada y descuidada en menos de 1 año. Sí, un año. La comida la destruyó. Había aprendido a calmar su ansiedad a base de llenar el estómago y no dejar hueco a la angustia.
Se dejaba la pensión en el supermercado para encerrarse en la cocina y cocinar una y otra vez los mismos platos que daban sentido a su vida. Tenía su mundo bajo control. Martín era parte de su mundo.

Un día Martín, se decidió y entró en el misterioso local.
Bajo unas escaleras hasta llegar a una habitación oscura.
-“Holaaaa”.
Pero nadie respondió.
En el centro había una bombilla de apenas 40W colgando del techo que iluminaba tenuemente una hoja desgastada sobre un atril:
- Para perder peso deberás encontrar al Gran Maestro Nutricionista,
pero sólo te recibirá si cumples las siguientes condiciones:
1.
Caminarás y llevarás sólo una mochila con algo de ropa.
2. Dejarás atrás todos tus objetos, móvil y dinero incluidos.
3. En el trayecto, deberás buscar a personas mayores en los pueblos por los que pases y comerás y dormirás en sus casas. A cambio les prestarás ayuda.
- Sólo cuando hayas encontrado al Gran Maestro Nutricionista, sabrás que es él y te dará los más sabios consejos para adelgazar que jamás hayas escuchado.

Martín no se lo pensó 2 veces e inició su camino.
Había oído hablar de un tal Aitor, que vendía libros y era muy famoso. Él debía de ser el gran maestro. Camino hacia el sur, pasó por varios pueblos, el buen tiempo le acompañaba y busco cobijo en caseríos donde le recibieron amablemente.
Martín les ayudaba con la cosecha y el ganado y a cambio comía exquisitos platos locales de temporada, queso en aceite, chorizo, patatas, pan de hogaza y pastas y dulces caseras que los anfitriones le ofrecían para recompensarle.
Al alba con la salida del sol y tras unos buenos huevos y un vaso de leche con maizena, Martín ya estaba moviendo fardos para alimentar a las vacas o dando forma a la tierra con la azada. Era un viaje lleno de nuevas experiencias.
Finalmente llegó donde Aitor y tras escuchar su mensaje, supo que no era el Gran Maestro. Había aprendido que el zumo no era bueno, que todo debía ser integral y que el desayuno no era la comida más importante del día, aunque, tras la experiencia vivida en los días…
…precedentes, tenía ya sus dudas, así que probó suerte con otra gurú cercana, que le explicó que la salud óptima se alcanzaba comiendo vegetales y que cualquier alimento de origen animal era una opción poco saludable.
Siguió su búsqueda…
En un pueblo, le habían hablado de un sabio llamado Rubén y acudió a él. En el trayecto, durmió en casa de amables ancianos que le prestaban camas, sofás o lechos de paja al calor de la cuadra.
Le daban bocadillos, miel, pasas, aceitunas, leche y demás enseres para el camino.
Lo de Rubén fue un auténtico lío: Le habló de comer sólo grasa, que si lowcarb, que si high carb, que si ayuno, que si prueba esto, lo otro… pero no sacó nada en limpio.
Sin embargo el tiempo que pasó con él y la botellita de buen vino que se bebieron fue una de las mejores experiencias que había tenido en su vida. Ese chico sabía la tira, pero no era el Maestro que estaba buscando.
Rubén le dijo que lo mejor que podía hacer era hablar con un revolucionario de la época. Un líder atemporal que había cambiado la vida a miles de personas con sus conocimientos.
Para llegar hasta el revolucionario tubo que pasar por una sierra, que hacía mucho frío y más de una noche tubo que dormir en chabolas hechas de piedras y tablones improvisadas según la marcha, a la intemperie, arropado por el fuego que aprendió a encender.
No eran los mejores días. Una anciana de la zona le acogió unos días a cambio de podar mil almendros.
Cuando llegó donde el gran revolucionario, este lo acogió con un caldo de huesos y le puso a hacer “burpis” en un parque y a levantar una bola que pesaba un huevo y parte del…
…otro, Martín nunca había hecho ejercicio y aunque sabía que era sano, que adelgazaba y blablablá, no era para él, porque su fuerza de voluntad era cero.
Aprendió mucho de aquel iluminado, aunque se marcho cabreado y lleno de agujetas ya que le tenía hasta más de 16 horas sin comer…
Tiró para el norte porque allí se hablaba de una sabia que vivía entre libros y montes.
Tenía estudios para todo, entendía mejor que nadie la fisiología humana y su ilusión era tan contagiosa que se decía que te podía ayudar simplemente con su presencia. Martín sabía que tenía que ser ella, que no podía ser alguien con un perfil tan materialista como los…
…anteriores, sino que debería ser alguien más espiritual, profunda, bien formada, ilustrada…
Repasaron durante 10 días y 10 noches todos los artículos más recientes con la información mas increíble que jamás había imaginado, funcionamiento inmune, mitocondrial, ejes…
…fisiológicos, recompensa, amígdala, grelina… salió enamorado de aquella mente, pero salió, porque algo en su interior le decía que no era la Gran Maestra Nutricionista.
En los montes del norte no le quedó más remedio que segar con guadaña las campas para poder cenar un buen guiso de alubias y ganarse la cama por los baserris dispersos entre colinas.
Tubo que ayudar a un carbonero a cortar troncos de roble y a un ciego a rehacer el muro de piedra que las lluvias habían derribado.
Talo con chorizo, trucha, quesos, pastel vasco para merendar… Le ofrecían de todo a Martín, que aceptaba con hambre.
Se hablaba de un nutricionista de internacional fama por los montes asturianos. Acudió a su templo.
El nutricionista le acogió como a un hermano y le explico que adelgazar es cuestión de dieta y ejercicio pero que no debía obsesionarse y que de vez en cuando, el disfrutar de los pequeños placeres de la vida puede sumar mucho más que restar.
Martín pensó que estaba ante el Gran Maestro, porque su mensaje era sencillo, puro y verdadero pero para cuando se quiso dar cuenta, ya se había comido 4 helados. Se marchó.
Iban pasando los días y visitó a muchos mediocres nutricionistas que repetían lo mismo de alguna manera u otra.
Finalmente encontró a Kico, muy seguro de sí mismo, que le explicó lo que era la energía, como entraba (a esto lo llamaba el Ci) y como salía (el Co) y le explicó que si no salía más de lo que entraba, jamás podría adelgazar. Le regaló una calculadora y muchas tablas.
Martín aguantó 3 días haciendo cálculos, una rayada… se piró.
Una leyenda de la zona hablaba a cerca de un ermitaño que vivía en las laderas de la ermita de San Pedro de Atxerre, y que el muy flipao se creía el hijo del sol.
Un pirao que aseguraba que podía hacerte perder peso con la luz y la oscuridad. Martín se pateó durante días todos los bosques de la zona pero jamás lo encontró.
Estaba desesperado, pensaba que jamás lo conseguiría y tras caminar muchas horas, acudió dónde Hulio; Un profeta para muchos. Era su última esperanza. Martín era como 4 Hulios. El debía tener el secreto de la eterna delgadez. Fue todo muy rápido.
Nada de alcohol, nada de animales, nada de miel, nada de zumo, nada de azúcares, nada de embutido, nada de cetosis, nada de ayunos, nada de fruta seca, nada de dátiles, nada de nada. Tan sólo un bocata de garbanzos. Nada más.
Así que finalmente decidió volver a Madrid pero antes de ir a casa pensó en preguntar a un ingeniero ya que con su gran ingenio y tras el fracaso con los nutris, quizá podría darle otro punto de vista para conseguir adelgazar de una vez por todas.
- ¡Sin azúcar!, come todo sin azúcar, bueno, un poco puedes, pero siempre sin azúcar. ¿Sabes cuánto azúcar tiene un sobre de azúcar?
Mira esta foto, Muuucho azúcar, recuerda, siempre Sin azúcar, que no te líen… No era mal mensaje, pero Martín bastante había tenido ya en su viaje en busca del Gran Maestro de la Nutrición, así que decidió volver a su casa.
- Cuando su madre lo vio entrar por la puerta, Martín estaba delgado, fuerte, guapo, tenía la piel color oro, los ojos brillantes y la mirada le había cambiado. Habían pasado 3 meses y Martín había perdido 30Kg sin darse cuenta.
No había encontrado al Gran Maestro Nutricionista, no había hecho dieta, no había pensado en lo que comía y se había alimentado de la comida normal que se ha comido toda la vida. Fue entonces cuando Martín entendió que no era la nutrición ni los dogmas de un gurú lo que le…
…habían hecho adelgazar, sino el hecho de haber salido de un ambiente y una rutina enfermiza que lo habían llevado a ese estado de inflamación, obesidad, dejadez…
-
- La inercia, el seguir haciendo las mismas cosas, la falta de motivación son nuestros peores enemigos.
- Ahora Martín no toma muchos zumos, da importancia a las verduras, de vez en cuando entra en cetosis, hace burpees por la mañana, a veces toma un heladito aunque sea conAzucar pero sobre todo come de todo en temporada y camina, camina a diario bajo el sol.
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