Nada hay que agregar, salvo, si se me permitiere, decir que ni Urzúa ni Herrera tienen el carácter para oponerse a las decisiones de López.
Su locura de saquear las estructuras del sector público para financiar la construcción de clientelas ha encontrado el primer obstáculo: la dignidad.
¿Quién más, por simple dignidad personal, se atreverán a renunciarle a quien ha perdido todo rumbo de lo que debe ser la gobernación?