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Soy profe universitario. Mis alumnos no son niños, sino adultos. Sin embargo, jamás hablo de política partidaria en el aula, incluso si los propios alumnos me preguntan. Hasta esquivo, mientras pueda (tampoco les mentiría), que sepan en qué espacio milito. ¿Por qué? Abro hilo:
En toda aula hay una tarima, un escalón. En algunas es físico, tangible. En otras es invisible, pero está ahí. Profesores y alumnos no estamos al mismo nivel. Por más que intentemos allanar el vínculo, la relación siempre será asimétrica.
El docente está en el lugar en el que está, avalado por la institución, como poseedor del conocimiento y autoridad del aula. El alumno, en cambio, está ahí como aprendiz, como sujeto que carece del conocimiento y va a recibirlo de otro.
Hoy, nuevas corrientes educativas hablan de aprender en forma conjunta, del docente como guía, y un montón de cosas que no vienen al caso, porque la relación de asimetría sigue existiendo. Es el docente el que, al final del día, define si el alumno sabe o no.
Esto, que es lógico y necesario si en el aula se habla de aquellos temas que al docente le corresponde enseñar y al alumno aprender, se convierte en una forma de abuso si el educador lo utiliza para expresar posturas personales.
Está claro que los estudiantes no son idiotas, sujetos sin discernimiento que absorben todo lo que se les dice. Pero el debate, si ocurre, será siempre desigual. Porque, aunque el profesor no use su autoridad para imponer su visión, el escalón invisible, la asimetría, existe.
Profesor y alumno jamás debaten como iguales, porque, en el entorno específico del aula, no lo son. Pierre Bourdieu denomina violencia simbólica a estas situaciones en las que el emisor de un mensaje tiene una relación de poder en relación al receptor.
En resumen: si yo les digo a mis estudiantes que apoyo a Macri porque el retorno del kirchnerismo sería fatídico, ESTOY EJERCIENDO VIOLENCIA CONTRA ELLOS. Aunque sea sincero. Aunque tenga razón. Aunque mi intención sea buena. ¿Debate? Cuando egresen, fuera del aula, con un café.
