Thread by @BernalDCastillo

Dejaba esta tarde esta idea por aquí. Intentaré desarrollarla un poco sin entorpecer el hilo con latines o requiebros de leguleyo, que siempre andan prestos cuando se tocan estas materias.

https://twitter.com/BernalDCastillo/status/1168529931019739136

En el llamado antiguo régimen, la propiedad más que una cuestión individual era FAMILIAR. De hecho, la sociedad tradicional no se fundamenta sobre el individuo aislado sino sobre la familia como institución previa al nacimiento de toda persona (nada más evidente: nacemos en una).

Desde Roma - donde la identificación del parterfamilias con el patrimonio familiar era casi plena -, todo padre de familia tenía por objetivo conservar el legado de sus padres y conservar honra, apellido y hacienda. Cosa más que noble y prudente.

Para conseguir tal propósito: mantener honra, apellido y hacienda; la economía familiar se sustentaba en una institución - a la que muchos querían acceder - que permitía que la unidad que la persona da al patrimonio se conservase tras la muerte de esta: el mayorazgo.

El mayorazgo tenía por objetivo evitar la desmembración del patrimonio familiar. Es decir, se pretendía mantener unida la fortuna familiar tras la muerte del padre y que pasase íntegra al primogénito. Ahora viene lo gracioso.... ¿era esto un atropello a los demás hijos?

¡Piensen Vds mismos! Imaginen una familia cualquiera, padres, hermanos... ¿tienen Vds impedimentos para usar, gozar y disfrutar de la mayoría de cosas de sus padres y hermanos, obviando, claro está, las personalísimas? (Y considerando que son una familia que se quiere)

¡Pues eso! Como pasaba en Roma - por más que se venda lo contrario -, que todo estuviese a nombre del padre de familia o del primogénito sólo implicaba unidad patrimonial PARA la familia... no que el primogénito o el padre hiciesen uso privativo y monopolizador respecto al resto.

Ya tenemos clara la cuestión: las familias, generación tras generación, van fraguando y forjando honra y fortuna para su apellido y esta se va traspasando, a efectos jurídicos, de primogénito en primogénito para que no se divida y, por tanto, no se disgregue.

Entonces llega el liberalismo. Llegan los «listos» que dicen que eso de la familia es carca, reaccionario, fascista y hasta ULTRACATÓLICO (¡faltaría más!). Con base en el individualismo y en aras de la libertad de comercio, debe acabarse con estas prácticas «acumuladoras».

Los liberales, educados ellos en la fisiocracia, comenzarán a decir que todos los hijos tienen derecho a heredar y que los patrimonios familiares deben ir atomizándose para que la tierra no se acumule en manos de unas cuantas familias (o de la Iglesia ..«equipo manos muertas»)..

... y que hay que lograr una desvinculación de las propiedades. Esto es, que se pueda hacer pedacitos el patrimonio familiar para que cada individuo, ya aislado, comercie con los trozos. Así, cada patrimonio duraría lo que dura la persona y después se disolvería y liquidaría...

... siendo acreedores privilegiados los herederos legítimos que adquirirían los lotes de esa liquidación y podrían enajenarlos como mejor considerasen.
¡No ven Vds el respeto sacro por la libertad individual y la propiedad privada! ¡Están Vds ciegos de oscurantismo si no lo ven!

Así se acabó con los dos principales pilares que se sostenían, en lo material, sobre esta «artesanal» forma de forjar un patrimonio: las familias y la Iglesia.
Como siempre: ¿cui prodest?¿Quién gana?
Se benefician aquellos que pueden hacer que los patrimonios les sobrevivan.

¿Quiénes son esos? Respuesta corta: las personas jurídicas.
Respuesta larga: aquellos que pueden controlar corporaciones durante generaciones y fundar fundaciones que también queden bajo su control.
¿Quiénes? Bancos y aseguradoras.... ¡y la Administración!

¿Los de siempre? Pues sí, los de siempre.
Divididas las fortunas familiares estas acaban circulando en el mercado... los hijos cada vez menos responsables y más pródigos acaban hipotecando alguno de esos bienes y los mismos acaban en el activo de un banco o de una aseguradora.

Una vez entran en el activo de una persona jurídica, ¡oh, sorpresa! Esos activos quedan «vinculados» y ya no están sujetos a la vida natural de una persona. Cuando muera esa persona, los hijos heredan las acciones pero la compañía sigue..basta garantizar el control de la sociedad

para mantener esa propiedad durante generaciones (NOTA: como todo mal, a la larga, también padecerían las dinastías de banqueros su propia «desamortización»... aunque se protegen bien).
La Administración, obviamente, sobrevive a toda persona y mantiene y aumenta su patrimonio.

Recapitulando: las familias se esmeraban en conservar unidos sus patrimonios funcionando como pequeñas «corporaciones» y haciendo sobrevir la obra material del padre en el mayorazgo que se la traspasa íntegra al hijo...

Contra eso, nada como meter cizaña entre hermanos. Divide et impera. Hacer que esas fortunas se vayan haciendo lotes cada vez más pequeños. Acto seguido, te haces con esos lotes y usas la figura de la persona jurídica para crear «tu mayorazgo». Mientras tanto, sigues hablando...

... de individualismo, propiedad privada individual, dinamitando la familia y aconsejando hipotecar los pocos bienes inmuebles que aún tengan las familias. De esta forma, señores, es como el sector financiero y el Estado se compran un país ENTERO, nunca mejor dicho.

FIN HILO.