–Ayuda! Un médico!
El grito viene de donde estaban las amigas borrachas. (+)
–Estaba roncando hasta recién que dejó de respirar –dice la más alta llorando.
(+)
–Acá no se puede –sentencia él.
Se va, y vuelve a los pocos segundos con una camilla que ni sé de dónde sacó. (+)
–Qué consumió? –pregunta el emergentólogo.
–Una jarra loca –contesto.
(+)
–Necesito saber qué tenía esa jarra exactamente –dice y sé que está pidiendo que vaya a averiguar.
Recién ahí caigo que nunca llegué a preguntar por las drogas. Lo dejo reanimándola con mi compañera, los enfermeros y el cardiólogo que ni sé de dónde salió, y voy.(+)
Paso las puertas y veo a la amiga hecha un bollito en el piso, llorando desconsolada. La ayudo a levantarse y le doy una gasa –de esas que tengo en el bolsillo para cuando me acuerdo de hacer pis– para que se seque las lágrimas. (+)
–Solo marihuana –dice.
(+)
–Eso no la va a poner así –le contesto–. Podés llamar al que preparó la jarra?
Reitera el movimiento de cabeza y busca su celular. Recién ahí nota que no lo tiene. Llora también por eso. La sacudo y le pregunto si alguna de sus amigas tendrá el número. Dice que sí.
(+)
Su amiga la calma. (+)
–No sé la clave –dice mientras me muestra los números en la pantalla.
Tratamos de activarlo con los dedos de la borracha. Da error, no sé si por sucios, por fríos o por lastimados. Le preguntamos la clave. (+)
–Yo que sé, dejame en paz–grita y vuele a roncar.
La amiga la sacude. Nada. Corro a enfermería y busco una ampolla de esas de azúcar endovenosa que le pasé antes y otra de cafeína. Le paso el azúcar y le pongo la cafeína a pasar por el suero bastante rápido. (+)
–Y eso en qué consiste? –interrumpo.
–Vos quién sos? –pregunta desde su limbo y se ríe.
–Soy la médica que está tratando de revivir a tu amiga que está en paro. Necesito que nos digas YA qué le pusiste exactamente, así no tengo que denunciarte por asesinato si se muere.(+)
–Les mando fotos –dice.
Cuelga. Resulta que vive con la abuela.
(+)
–Respirá –me ordena.
Le hago caso y repito el proceso tres veces.
(+)
–Tenía todo esto la jarra –le digo mientras le muestro el celular.
–La puta madre –larga y me sumo a la puteada.
Buscamos a las otras dos y las traemos al shock para tenerlas monitoreadas. A falta de cama, las acostamos juntas. (+)
(+)
–Soy un pelotudo, un forro, un imbécil, una mierda como me dice mi abuela…
Se le caen las lágrimas. Me da pena y lo quiero matar a la vez. Lo abrazo y ahí sí que se llora todo lo que tenía guardado. Cuando noto que se calma, lo suelto y le doy la gasa que me queda. (+)
–Nunca más –le digo entre pregunta e imposición.
Levanta la mano cual promesa de boy-scout.
–Nunca más –contesta–. Y gracias.
Lo abrazo de nuevo.
Salgo y me fumo dos puchos al hilo antes de subirme al colectivo.