–Es que tiene muchas cosas. Tos, le falta el aire, diarrea, una infección en las piernas… TODO.
–Pero por qué de eso consulta?
–Por todo.
Me agarran unas ganas tremendas de prenderme un cigarrillo. Hace seis meses que dejé. (+)
–No van a poder. A demás si me acuesto no me voy a poder levantar –dice separando las palabras por inhalaciones cortas y rápidas y exhalaciones similares.
(+)
–Por favor, amor, basta. Te pido que basta con eso –le dice la mujer entre lágrimas.
Recién ahí noto que ya viene con el maquillaje corrido. Le pongo el saturómetro en el dedo y voy a buscar una máscara de oxígeno. Se la coloco (+)
El saturómetro marca una saturación que espero que no sea real. (+)
–Basta. Por favor, basta –dice y cruza ambas manos por delante de su cuerpo de forma horizontal una y otra vez.
–No –le grita la mujer–. Basta nada.
Lo empuja con desesperación. Lo sacude por los hombros y le agarra la cabeza con ambas manos.
(+)
–No basta, me escuchaste?
Él no le contesta. Ella lo abraza. Uno de los hermanos cierra los ojos; el otro se va del consultorio a la sala de espera. Le pregunto a la mujer hace cuánto que viene así.
(+)
Pienso que el orientador tenía razón con lo de TODO; no sé por dónde arrancar con él. Le pido unas placas sin demasiada esperanza. Los camilleros vienen con una silla de ruedas (+)
–Creo que no va a salir de esta –concluyo con la voz temblorosa.
(+)
–Está bien. Apenas saquen al óbito de cama seis y limpien, lo pasás ahí.
Lo abrazo. Se queda quieto en su lugar. (+)