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Veinte míseros FAV y abro hilo ventilando la mejor anécdota de todos los tiempos.

Está sujeta a aprobación del público ya que es quién deberá hacerse cargo ante posibles repercusiones.
Ah, pero ustedes son unos curiosos hijos de mil puta. Puse la vara muy baja me parece, pero lo prometido es deuda, compañeros:

Todo comenzó una noche de verano. Típica juntada de amigos dónde el único objetivo es terminar comiendo y chupando a lo Horacio Guaraní.
Yo, soltero en ese entonces, procedo a abrir el viejo y querido Instagram, dónde, ni lerdo ni perezoso, le contesto una historia a una dama. Sin muchos ánimos que me responda, por varias causas, pero sobre todo porque nos desconocíamos en absoluto, realicé la putireacción.
Horita después, agarro nuevamente el teléfono y ahí estaba: era la respuesta de ella, quién, entiendo yo, no había podido resistirse a mis encantos.

Palabra va, palabra viene, termina invitándome a su casa, con la aclaratoria que se encontraba sola.
Llego a su morada, nos saludamos cordialmente y nos pusimos a charlar en el sillón. La chica, además de bella, me resultaba muy simpática.

En fin, era todo risas hasta que el sonido de una frenada de auto, cortó con tanta dulzura. "Bancá acá", me dijo entre asombro y susto.
Ella se fue rápido del living y el ruido de sus pasos los interrumpió una voz masculina:
-¿Con quién estás?
-"Con nadie", contestó ella.
-Decime urgente con quién estás.
-Con nadie. Dejá de molestarme. Ya no sos nada en mi vida. Andate.

A todo esto, yo todo cagado en el sillón.
Lo que parecía una conversación normal, se tornó un quilombo absoluto, meta gritos y golpes.

Paralizado en el sillón, la voz cortada de ella me hizo reaccionar. Tenía que aparecer en escena. No podía borrarme.
Y así fue. Me levanté del sillón y muy lentamente me acerqué al lugar de la discusión. El muy hijo de puta estaba del lado de afuera de la casa, sosteniéndole el brazo por la ventana.

-"¿Quién carajo sos?", dijo enloquecido al verme.

Y ahí fue cuando me iluminé...
Aprovechando mi polémica vestimenta (remera apretada con tintes animal print, short rosado y unas panchas que ni Guido Suller se anima a usar), contesté cordialmente su pregunta:

"No te intereza quién zoy, pero te azeguro que ezte no ez momento ni lugar para charlar zuz temaz".
El pibe, un poco más tranquilo tras confirmar que se encontraba ante la persona más homosexual del Planeta Tierra y alrededores (con todo el respeto que se merecen), me escaneó de arriba a abajo y procedió a irse, no sin antes lanzar un "a vos te voy a encontrar".
Aquí la parte más triste de esta historia, dónde la chica me comenta que se trataba del ex novio, quién no la dejaba en paz ni le permitía seguir una vida normal. El enfermito hijo de puta que nadie quiere cruzarse, pero que sobran.
Luego, sólo me salió contener, charlar e intentar bromear, sobre todo con mi "actitud heroica". Me había librado de una situación heavy, invocando al mismísimo Flavio Mendoza.

A partir de allí, fin de la primera parte de este relato salvaje.
Por A o B, perdimos todo el contacto, a excepción de una charla vía Instagram, dónde me comentó estar mejor, ya sin el HDP atormentándola.

Eso me alegró, pero ahí quedó el tema. Hasta que luego de unas cuántas semanas, volvió a caer un privado. Sábado a la noche. ¿El Bru? Ebrio.
Era ella, nuevamente, invitándome a la casa. Ninguna persona cuerda iría, pero un borracho impresentable no conoce de razón.

Obvio, acepté. Esta vez, ya sin atuendos rosados, me dirigí hacia su casa en auto. No estacioné enfrente, claro está. Y me bajé.
Me gustaría decir que llegué a hacer dos pasos y apoyar el culo en el sillón, pero ni eso alcancé a hacer. Un bombazo estalló en la ventana.

"Abrime la puerta, hija de puta".

Ni un bebé recién nacido se cagó tanto como yo aquella noche.
Atiné a enojarme con ella por no decirme que la situación aún era así, pero luego comprendí que no era el punto importante de la situación.

-"Llamá a la policía", me salió decir.
-"No sé el número", fue lo último que escuché antes del ruido a roto y los pasos adentro la casa...
En milésimas de segundo me imaginé unas 112 apuñaladas en mi cuerpo. La del chico gay no iba más y huir sólo iba a generar que la chica se exponga a una situación mucho más complicada. Nos quedamos sentados en el sillón, completamente en un cumpleaños mental.
Los pasos se escucharon más cerca y la luz se prendió. ¿Sus últimas palabras aquella vez? "A vos te voy a encontrar". ¿Sus primeras palabras al verme de nuevo? "Sabía que te iba a encontrar".

Acto seguido, se acerca y me propina un golpe de puño.
Procedo a pararme hecho un toro, decidido a matarlo a golpes, pero su ancho y alto me hicieron dilucidar que correr alrededor de la mesa era una opción más factible. Ahí estaba el Bru, cual cabrito en las praderas, esquivando sillas y trompadas.
Abré metido unas cinco vueltas a la mesa. No hay registros oficiales de Usaín Bolt superando esa velocidad.

No sabía ni como me llamaba, así que salí despedido para la puerta de ingreso, pero, claro, como mi vida la auspicia Sal Dos Anclas, obvio estaba cerrada con llave.
Giré la cabeza y venía él. Era Rocky Balboa en plena Creamfield. Ahora sí: espalda a la pared, cabeza tapada y a aguantar a lo Mayweather. Cobré para el campeonato, pero he couldn't touch my face.

Logré sacarmeló y volví a mi zona de confort: la mesa.
Calesitié como un nene de 5 años alrededor, tumbando todo lo que tenía a mano, hasta que algo me paralizó: un individuo morocho de ropa informal se sumaba al show. "Un amigo de él", pensé. "Me matan".

Pero no, era la policía que se hacía presente en la escena.
Apareció la chica, la cual no recuerdo donde estuvo mientras tanto, y comentó lo que estaba pasando. El sorete mal cagado tuvo su merecido. Se fue esposado y, al día siguiente, se hizo la primer denuncia por violencia de género.
No recibí siquiera un pedido de disculpas formal, pero me puso orgulloso el hecho de lograr lo que se logró.

¿La valentía? A marzo, Bruni, pero sólo con la experiencia me ofrezco para defensa personal. Llámenme que me calzo el short rosa y voy.
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