Hoy #DiaMundialDelRetrete es un buen momento para recordar las dificultades para ir al baño en la Guerra Civil y la posguerra. Y lo hacemos a través de seis sitios que hemos estudiado (y un bonus extra). 👉 
Empezamos por esta letrina en una posición franquista en Abánades, Guadalajara. Fines de 1938. Un simple agujero profundo en el suelo. Tiene la particularidad de que está orientada hacia el enemigo. Quizá no la mejor idea. 👉
Cuando el frente pasa cerca de un pueblo, crecen las posibilidades. Estas letrinas estaban en el seminario de Belchite. Se las arrebataron los republicanos a los requetés después de fieros combates en agosto de 1937. Por suerte para los republicanos, sobrevivieron al ataque.👉
La guerra de minas era de muchos nervios. Antes de la lucha en los túneles de la Ciudad Universitaria podía uno evacuar en este bonito orinal.👉
Para nervios los que se pasan en un refugio antiaéreo. El suelo tiembla, el aire es asfixiante, el olor corporal insoportable. La vasija de la izquierda haría las veces de orinal. La de la derecha era para almacenar agua.👉
La situación empeoró terriblemente para los republicanos al acabar la guerra. Las letrinas de los campos de concentración eran espacios abyectos donde se humillaba a los vencidos. Se obligaba a los presos a evacuar en grupo y a la vista de todos. Letrinas del campo de Castuera 👉
En los campos de trabajo la situación mejoraba. El hacinamiento era menor y había más privacidad (las letrinas estaban en una habitación cerrada), pero había que seguir haciendo las necesidades en grupo.👉
Y acabamos con otro váter de posguerra un poquito mejor: el de Francisco Franco en el palacio del Pardo. Ahí caben 30 presos republicanos mínimo.
