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En los extremos norte de la Mesopotamia floreció una vez un reino cuyo nombre se ve a menudo oscurecido por los de sus vecinos asirios y hurritas. Pero hoy le haremos justicia. La puerta al Cáucaso, Urartu, nos espera. ¡Vamos!
Desde el siglo XIII a.C. encontramos el nombre de Urartu en las fuentes asirias. Designaba simplemente la región al norte de Asiria, al este de Anatolia. Se corresponde aproximadamente a las tierras altas históricas de Armenia (hoy buena parte de Urartu está en Turquía)
Es una región montañosa, y de allí derivó su nombre: "urashtu" era la designación que los mesopotámicos le dieron, puesto que significa “lugar alto”. Los urartios se denominaban a sí mismos "biaina", de donde procede el actual nombre del lago Van, corazón del reino.
Aunque accidentada, la geografía del lugar ofreció a sus habitantes una meseta fértil, irrigada por los múltiples ríos y lagos. La agricultura fue exitosamente practicada con cultivos tales como el trigo y la cebada. Sobresale la viticultura, siendo esta una de las más tempranas.
La influencia de hurritas, hititas y asirios sobre la región no permitió que surgiese una formación social con rasgos propios hasta periodos tardíos. Lo que conocemos como reino de Urartu es en realidad el apogeo de una civilización que ya cargaba con varios siglos de antigüedad.
Así, el reino de Urartu propiamente dicho surgió hacia el 840 a.C. y se extinguiría hacia el 600 a.C. Tal aparición suele ser explicada como la unión en confederación de la multitud de reinos que poblaban la región para hacer frente a la creciente amenaza del imperio Asirio.
Su capital se estableció en Tushpa (hoy Van), una verdadera fortaleza erigida sobre una prominencia rocosa. Desde allí se dominaba el fértil valle circundante a la vez que se estaba sumamente protegido contra posibles saqueos enemigos gracias a los ciclópeos muros de la ciudad.
Arquitectos ingeniosos, los urartios aseguraron la provisión adecuada de agua a la ciudad y alrededores mediante un sistema de canales de 80 kilómetros de largo que todavía es usado hoy por los campesinos de la región (con refacciones y adapataciones, claro está).
La expansión del reino comenzó con la llegada al trono del rey Sarduri I (reinado: 835-825 a.C.), cuya dinastía gobernaría hasta el final del reino. Fue este rey quien de hecho hizo a Tushpa capital, convirtiéndola en un centro de poder de primer orden el en Cercano Oriente.
Sus campañas ganaron al reino grandes territorios, y eso le valió para que, en una inscripción, se proclamase a sí mismo “el rey magnífico, el rey poderoso, el rey de la tierra de Nairi, un rey que no tiene igual, un pastor digno de admiración, que no teme a la batalla”.
Sarduri, su hijo Ispuini, y el sucesor de este, Menua, establecieron el territorio básico del reino, que no sufriría demasiados cambios en los años siguientes más que por avances ocasionales (rápidamente repelidos) de los asirios.
La lógica de dominación a las tribus que quedaban dentro de este territorio era la de tributación en forma de esclavos y bienes. Más allá de amenazas, rara vez los urartios tuvieron que reconquistar a sus vecinos más cercanos.
Sin embargo, la máxima (y efímera) extensión se consiguió durante el reinado de Argishti I (785-760 a.C), llegando hasta prácticamente la curva del Éufrates. Este rey también fundó Argishtihinili, cerca del monte Ararat, que se convertiría en la segunda ciudad del reino.
Tras este auge, inició la fase de decadencia. Los asirios se fortalecieron gracias a la dirección de Tiglath-Pileser III hacia el 740 a.C., y donde hasta entonces solo había habido victorias por parte de los urartios, allí los asirios obtuvieron su revancha y avanzaron.
Tiglath-Pileser logró incluso poner sitio a Tushpa en el 736, y lo recordó en anales diciendo que hizo “una gran masacre frente a las puertas de la ciudad; luego puse una imagen de mi majestad frente a ellas”. Esta fue la máxima incursión asiria en Urartu.
Para fortuna de los urartios, los enormes muros de Tushpa cumplieron su propósito y la ciudad no cayó, aunque el valle fue arrasada provocando un fuerte golpe para el reino. Un nuevo ataque en 714, ahora por parte de Sargón II, supuso otro duro revés, aunque Tushpa no peligró.
Un par de décadas más tarde, Urartu llega a su violento y súbito fin. Tushpa, junto a las otras ciudades principales de la región, fueron destruidas y abandonas. Uno de los factores que contribuyó a la caída fueron los largos años de guerra, que debilitaron al estado.
En cuanto a quién dio el golpe de gracia, los historiadores proponen varios candidatos: escitas, cimerios, incluso sublevaciones internas. De momento, permanece como un misterio de la historia.
Pero volvamos atrás en el tiempo, antes de la destrucción de Urartu, y veamos cómo era la vida política y la sociedad allí. Empecemos por la organización política.
La cabeza del estado era, por supuesto, el rey, que según parece actuaba siempre como comandante supremo de las tropas y se presentaba en el campo de batalla a dar lucha. A diferencia de sus vecinos hititas, que tuvieron incontables conflictos por la falta de definición...
...de un principio para la sucesión real, los urartios resolvieron el tema con simpleza: el del rey era un cargo hereditario, que pasaba de padre a hijo. Este hecho que parece tan trivial fue la clave que aseguró al estado de gran estabilidad interior.
Las provincias eran controladas por gobernadores, representantes directos del monarca. administraban justicia, recolectaban impuestos y los canalizaban hacia la capital, recibiendo su justa porción de las ganancias. Muchos de estos puestos eran cubiertos por la familia real.
Estos administradores, junto a la corte y las burocracias locales componían una capa importante de nobles terratenientes. El rey debía esforzarse constantemente para controlarla y centralizar el poder político en su figura.
Economía: como decíamos más arriba, la agricultura constituía la principal actividad en fértiles valles de la región. Muchas veces, los templos dedicados a un dios en particular terminaban actuando como grandes propietarios de tierra, volviéndose verdaderos centros económicos.
El cultivo de hortalizas y frutales parece haber sido particularmente importante para Urartu, y por eso sus vecinos resaltaban la cantidad de huertos y jardines de la zona. Las obras reales de construcción de largos canales fueron esenciales para mantener este tipo actividades.
Con la expansión de las fronteras, Urartu también pudo controlar importantes vías comerciales que atravesaban el norte de la Mesopotamia hacia Anatolia. Uno de los principales bienes exportados por Urartu eran los caballos, cuya crianza se daba muy bien allí.
Pasemos ahora al tema de la religión. Al estar estrechamente emparentados con los hurritas, encontramos que muchos de los dioses de estos estaban presentes en el panteón de Urartu. Así, el dios hurrita de la tormenta, Teshub, tiene su correlato urartio: Teisheba
Pero los dioses de los urartios eran de diversa procedencia. Al igual que los hititas, su panteón era muy abierto. Así, el rey Ispuini promovió el culto a una deidad extranjera de origen dudoso llamada Haldi. Él era el rey de los dioses y estaba relacionado con la guerra.
Su función específica se desconoce, pero resulta curioso que en las representaciones artísticas siempre apareciese sobre un león, señal de la victoria guerrera.
Una inscripción lista 79 deidades y qué sacrificios debía ofrecérsele a cada una. Mencionemos algunas: Shivani, dios del sol; Arubani (imagen), consorte de Haldi y reina de los dioses; Sielardi, la luna; Sardi, una diosa estelar. Los urartios no practicaban sacrificios humanos.
Arte y cultura material: arquitectos ambiciosos, los urartios construían pensando en la defensa. Aunque quedan pocos vestigios hoy en día, se estima que una gran cantidad de fortificaciones llenaron la región. Sobresale la de Erebuni, bien conservada en la actualidad.
Lamentablemente, no han sobrevivido restos de los templos de Urartu. Sin embargo, un relieve asirio del palacio de Sargón II muestra como lucía el templo de Haldi en Ardini antes de ser saqueado. Sobresalen las representaciones de Haldi y el pórtico de seis columnas.
Los urartios resultaron ser finos artesanos, y trabajaron con suma delicadeza y habilidad el bronce y otros metales. Aquí dejaré varios ejemplos para que puedan apreciarlos mejor. Lo primero que tenemos es un casco de guerra, con hermosos grabados.
Aquí, un escudo y un carcaj.
Y aquí joyería: la primera es de plata y tiene una imagen de Haldi y su esposa Arubani; lo segundo es un par de aros de oro.
También manejaron con destreza la madera (como se ve en esta cabeza de caballo) y el hueso (un plato que representa a un dios de estilo asirio).
Por último, destaquemos los coloridos frescos que realizaban. Pocos han sobrevivido en buen estado, pero estos provenientes de Erebuni pueden ser bien apreciados.
Lengua: y para cerrar este hilo, hablemos del lenguaje de los urartios. Este pertenecía a la familia de las lenguas hurrito-urartianas, hoy todas extintas, y provenientes de la región del norte de Asia Menor y del Cáucaso. No estaba relacionada ni con el tronco indoeuropeo ni...
con el semítico. El urartiano se escribía en cuneiforme, una versión estandarizada del usado en asiria. Se ha propuesto que posiblemente también se usaban una serie de jeroglifos, pero no se ha llegado a ninguna conclusión contundente.
El urartiano dejó de usarse probablmente cuando el rieno desapareció. Se especula sobre la existencia de poblaciones armenias anteriormente a este hecho, por la existencia de ciertas palabras en el armenio que parecen préstamos del urartiano. Sin embargo, lo más probable es que..
...el contacto entre proto-armenios y urartios se haya dado a durante la dominación aqueménida de la región, cuando los primeros comenzaban a asentarse y los segundos estaban en pleno proceso de desaparición.
¡Y hasta aquí el hilo de esta gran civilización! Espero que de ahora en más, al pensar en el Cercano Oriente, pensemos no solo en asirios y babilonios, sino también en urartios.
Fuentes:

Payaslian, S.: The history of Armenia
Khurt, A.: El Oriente Próximo en la Antigüedad
Zimansky, P. E.: Ancient Ararat. A Handbook of Urartian Studies
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