sin que nadie me viera;
y a la mitad del viaje, noche y nieve
descubrí mi cabeza.
Tuve miedo del alma, tuve miedo
de tanta soledad sin una estrella;
pero ya era tarde para ensayar veredas
y terciando a la espalda mi amargura
bebí la misma senda.
de lágrimas, de gritos y de nieblas.
Nadie, pero mi sombra
todavía recuerda
para vivir la angustia funeraria
que en la sangre me queda.
Y esa noche fui dueño de mi vida
como verdad concreta.
Dispuse de mi cuerpo
como si nada más eso tuviera.
de improviso, sin fuerzas
para volver mi rostro hacia la luz;
a la ciudad en fiesta.
Pero ya no era tiempo
y en la noche perfecta
puse en juego el espejo de mis ojos
con la última esperanza de una estrella.
levantó su muralla para encerrar luciérnagas,
puso antorchas vigías,
mil señales de piedra,
y aunque ya nada supe de mi suerte
ni de aquella verdad, noche sin puertas,
amanecí de pronto en el consuelo
de mi antigua tristeza.
pero aún con barreras.
Desperté de aquel sueño de mi sueño
con el dolor de todo lo que se recomienza.
Con la pena de verme
todavía en las venas
esta muerte que avanza,
que gangrena,
y que al cabo de un día se nos filtra
por toda la existencia.
con voces verdaderas:
¡Cómo duele la muerte sin testigos!
La Soledad comienza cuando encontramos nuestra sombra sola;
sin ángeles que entiendan
el curso de los astros.
cava sus dimensiones en el límite
de la propia conciencia. Cuando ya no hay semillas
para engendrar cosechas
y el corazón aún da sus latidos
para dejar la muerte descubierta.
con palabras abiertas:
¡Nada importa el incendio de las constelaciones
cuando ninguna chispa en mi entraña se hospeda!
Tiembla mi carne sola
como viuda siniestra,
sin arrullo de amores al oído.
y el tiempo muda su expresión de vida,
su hipócrita careta,
para dejarme la mitad sin pulso
tendida en las arenas
esperando la ola que redima
lo que de eterno queda.
ahora que en el templo ya no medran
más que los ecos de mi antigua voz!
Publicarlo me apena
pero yo ya no tengo
ni la sal que consuela
ni el refugio de luz que perseguí dormido.
(Una noche bastó, noche sin época,
para dejarme sin la luz del sol)
me distrae los ojos
porque ya entre las manos se me quiebra
este hilillo de sangre,
como blanda respuesta
que la vida concede a mi esperanza
fatigada y enferma.
Quizá mañana tenga
ojos para la vida que no tengo.
Mientras tanto, vestidme con la tierra
para bajar en busca de raíces;
para afianzar mis yedras
en la escala del viento.
y estos ojos lo ignoren
y estas manos lo pierdan…
Yo estaré por encima, con mis pólenes,
amaneciendo estrellas.