Ayer postéo un breve video en instagram con la siguiente oración: “WOW! Lo niños pequeños van solos al colegio en el metro”.
instagram.com/p/B8pP1uNj9q3/…
Hasta qué grado de descomposición social hemos llegado que los menores ya no están nada seguros en la calle.
En mi memoria no está ninguna imagen de mi madre acompañándonos a la escuela, que estaba a cuatro cuadras de la casa de mi infancia.
Pero no tengo memoria de ello por dos razones:
La primera de ellas es que el traslado a la escuela era algo intrascendente. Nunca pensé que en ello me jugaba la vida.
Había la suficiente "confianza" en la comunidad como para dejar a cuatro niños caminar cuatro cuadras hacia su casa.
"Confianza en la comunidad".
Qué fácil se escribe. Qué fácil se nos hacía asumir lo anterior hace 35 años.
Había confianza en las autoridades, en las policías y en los vecinos en cuestión de seguridad.
Por mi familia, por mis amigos, por los familiares de mis amigos, por los conocidos del barrio.
No era sólo una cuestión de que tus padres estuvieran al pendiente de ti.
Toda la comunidad estaba al pendiente de todos.
Todos ellos estaban al pendiente de nosotros.
Y estaban al pendiente del barrio por completo.
Esa solidaridad en la vecindad se perdió.
Ahí comenzamos a perder la seguridad.
Todos.
Un niño llorando sin un adulto al lado.
Una riña de menores sin que nadie los detuviera.
Una mujer siendo golpeada por su esposo sin que nadie denunciara.
Un anciano siendo robado sin que nadie detuviera al ladrón.
De pronto nos dejó de interesar la seguridad del vecino, su familia y sus bienes.
"Mientras no me pase a mí, que el mundo ruede".
Que los padres detuvieran al vecino que golpeaba a su mujer.
Que un compañero detuviera al gradulón abusivo con un chico menor.
Eso se perdió.
Pasamos de la cultura de la solidaridad, a la cultura del fomento a la violencia e indiferencia.
¿Y qué hicimos?
Dejar que otros resolvieran ese problema, y en ello también erramos el camino.
Elegimos malos gobernantes que toleraron la violencia, la contrarrestaron con mas violencia con policías mal preparados y corruptos.
Puertas mas sólidas, bardas mas altas, chapas mas complicadas, rejas electrificadas
La escuela (con vigilantes, cámaras, bardas altas, portón eléctrico) es segura.
Mi casa (con puerta de seguridad, herrería por todos lados y en coto) es segura.
¿Y la calle?.
Permitimos encarecer la seguridad y protección familiar.
Y fuimos indiferentes a cómo perdimos la seguridad del espacio común, porque ese el problema de las autoridades.
Y erramos en elegir a dichas autoridades.
De la forma mas terrorífica posible: destazados, ahorcados, pozoleados.
O podemos hacer lo que debimos hacer en su momento.
Es imposible estar todo el tiempo detrás de aquellos a quienes queremos.
Es momento de que la solidaridad por los demás vuelva y haya seguridad entre todos.
De dejar la indiferencia hacia los demás.
Debemos tener la confianza de que alguien habrá que proteja a la niña: sean los maestros del plantel, otra madre, otros compañeros del salón.
Debemos ser ese alguien que proteja a la menor en dado caso.
Yo vi la solidaridad de la gente, preocupada por sus vecinos lejanos en las explosiones del 22 de abril en GDL.
Gente que arriesga su vida por rescatar de los escombros a un desconocido.
Solidaridad hay, y sobra.
Es momento de que salga a flote ante el desastre de seguridad pública.
Hay que recuperar el barrio.
Hay que recuperar la calle.
Tenemos que ser esa persona que no es indiferente al dolor ajeno, ni tolera la violencia.
Al del barrio, al de la comunidad.
Hay que exigir protócolos para recuperar la calle y detener la corrupción.
Hay que exigir estrategias inteligentes para combatir al crimen organizado.
Todo ello, todos los días.
Dejar de votar con la víscera, y ponerle al voto mas de dos neuronas.
O podemos salir de nuestras casas y crear solidaridad para con la vecindad y creando una comunidad segura y recobrando la calle, el barrio, la ciudad, el país.