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Esta es la historia de una mujer que vive con una guillotina sobre el cuello, sostenida no sólo por un psicópata asesino, sino también por la Justicia tucumana y el Servicio Penitenciario.

Le costó casi un año contar su historia. Esta es Cecilia Figueroa, hace unos años y ahora
A Cecilia le pegaron tres tiros en plena calle, la tarde del 7 de agosto de 2015. Ella salía de trabajar en el Hospital Avellaneda y se iba a hacer zumba. Su compañero Marcos Nazur la había acercado en el auto hasta la plaza Alberdi. Se quedaron charlando un rato antes de bajar
Entonces los chocaron, un auto se les estampó en la parte de adelante, del lado de Marcos. Nada grave, hasta que ella reconoció al otro conductor. Era Marcelo Acosta, policía federal, ex marido y padre de sus hijas.

No olviden su cara, este es Marcelo Acosta Foto: La Gaceta
Entonces, ella se dio cuenta de que no se trataba de un simple accidente de tránsito. A Acosta ella le había hecho 20 denuncias por violencia de género y lo único que había conseguido era que, por unas semanas, la Federal le quite el arma reglamentaria. Después se la devolvió
Fue justamente con esa arma que Acosta se bajó del auto, fue hacia donde estaban ellos. Ella se bajó para intentar frenarlo pero él le pegó tres balazos y vació el resto del cargador sobre Marcos, que todavía estaba en el auto. Murió de inmediato. Su hijo menor cumplía 2 años.
Pero sobrevivió.
Acosta fue condenado a prisión perpetua dos años más tarde. Escuchó la sentencia como había atravesado todo el juicio: sin decir nada, sin hacer un solo gesto Foto: La Gaceta
Si ustedes llegaron hasta acá y pensaron que Acosta es un tipo inexpresivo, insondable, quédense un rato más. Porque ahora van a empezar a conocerlo bien.
A Acosta se lo llevaron esposado y Cecilia sintió que, por fin, podría comenzar su duelo en paz. Que podría reconstruir su familia con sus hijas, llorar a Marcos, dejar de faltar al trabajo por los golpes a los que Acosta la sometía.

Salir del pozo.
Pero entonces empezó otra pesadilla: la de Acosta desde la prisión. El asesino comenzó a mandarle mensajes de Whatsapp desde el penal.

Sí, sí, desde el penal. Desde la cárcel de Villa Urquiza, desde la Unidad número 6.
Paremos un momento. Se supone que los presos no tienen celular ni mucho menos acceso a internet.

Sí, seguro.

Hay que entender algo de Villa Urquiza: esa cárcel son dos mundos.
Mientras los presos comunes no tienen los elementos mínimos necesarios para considerar un encierro humano, la Unidad 6 es una especie de oasis. ¿Por qué? Porque ahí están alojados los miembros de la fuerzas de seguridad condenados y procesados. Los policías delincuentes, bah
Si quieren conocer un poco cómo se vive en la unidad 6, en este informe hay algo de información. Y documentación, que no es poco. Acá se habla con los papeles en la mano
Pero volvamos a la historia de Cecilia. Ella, claro, lo bloqueó. Entonces, él le empezó a mandar SMS. Cambió de número; él la encontró en las redes sociales. Consiguió su número nuevo, volvió a mandarle Whatsapp. Y así, hasta el infinito
Si quieren ver con sus propios ojos algunos de los mensajes, aquí están
Aquí hay más
Cecilia hizo la denuncia. A Marcelo le hicieron una requisa y le secuestraron tres celulares. Pero, al tiempo, volvió a aparecer
Pero ya, a esta altura, a nadie le importó.
Pero paremos un momento ¿Cómo que Acosta le dijo a Cecilia que ayer la vio? Hay una explicación. Él se puso a estudiar derecho, entonces, sale para ir a rendir. Y como la cárcel queda a la vuelta del trabajo de ella...
Cecilia estaba desesperada ya el año pasado, con todas las impresiones de los mensajes a cuestas buscando quien la pueda ayudar, cuando vio el informe de Presos VIP en la tele y se dio cuenta de que lo de Acosta no era una excepción. Era un sistema de lujo para policías presos.
Fue entonces cuando la conocí. Apenas se atrevía a hablar conmigo, del terror en el que vivía, y me dijo que no quería hacer público lo que le pasaba. Que no podía. No podía.
Como los mensajes seguían, en octubre radicó una nueva denuncia en la Justicia. La llamaron a ratificarla en diciembre. La causa, desde entonces, está paralizada. No se ordenó ni una sola medida, ni una requisa. Nada
En diciembre le hizo la última videollamada por Facebook que, por supuesto, ella no contestó. Después, le mandó a la casa unos muebles que él dice que hizo en la cárcel. En febrero le llegó el último mensaje.
Antes de ayer, volvió a la Fiscalía V a ver si había alguna novedad. Pero nada, la causa no se movió.

Entonces me dijo "quiero hablar, no se me ocurre qué más puedo hacer"
Si quieren conocerla y escuchar de su propia boca su historia, acá está. Ella es Cecilia Figueroa, sobreviviente.

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