Thread by @EspidoFreire

Empezamos #LecturadeLaPeste #TwitterCultural #LecturasdeCuarentena.m
-Leeremos un cap. al día. El viernes, final y conclusiones.
-Sigo la edición de @edhasaeditorial y dejé link a digital ayer.
-Por favor, no te adelantes a trama ni sucesos. Cap x día.
-Tuit fuera de tono= block

Muy breve introd. al autor: A. #Camus 1913-1960. Nació en Argelia en una familia humilde, Nobel de Literatura en 1957. Filósofo: renegó del #existencialimo al que se le suele asociar (en realidad, renegó de casi todo). Huérfano desde niño; tuberculoso. Miembro de la Resistencia.

Camus, que eres tuberculoso, hijo. No fumes. (Por cierto, no le mató ni la enfermedad ni el tabaco: murió en un accidente de tráfico).

Vamos con la parte 1. La negación.
Mi traducción es de la gran Rosa Chacel.
Cita de D. Defoe, autor de "Diario del año de la Peste".
Orán, Argelia. Años 40 del s. XX. Una descripción del aire y el ambiente. Los vendedores de flores, el mar, los cafés. "Lo más original de

...nuestra ciudad es la dificultad que uno encuentra para morir" ¿Nuestra ciudad? ¿Quién eres, Narrador? Un cronista, un historiador. "Se sabrá a su debido tiempo". Entonces, el 16 de abril, arranca la narración.
El doctor Bernard Rieux, el protagonista, encuentra una rata muerta

Esa tarde verá otra, ante el horror de su portero. Pero él está a otra: su esposa, enferma desde hace un año, sale para un sanatorio al día siguente. No hay por qué aclarar que la joven, 30 años, tiene tuberculosis. Marcha al día siguiente. Observad bien a esta esposa sin nombre.

Será una de las pocas mujeres que pasen por esta novela. Adiós, adiós. En Orán, Rieux se encarga de cosas menores: rechaza cortésmente a un periodista, Rambert, que busca un artículo amarillista. Recibe a su madre, que le acompañará unos días. Y siguen apareciendo ratas, muchas.

Ratas casi humanas en su dolor, repugnantes pero moribundas, que hay que retirar, que quemar. Hay un recuento diario: las asquerosas ratas se cuentan por miles. Hasta que llega la primera víctima humana: el portero de Rieux. Muere en dos días, fiebre alta, ganglios inflamados.

Pero antes de que llegue esta muerte intenta matarse otra persona: Cottard, un "hombrecito regordete" se ahorca en su casa. Por suerte, un conocido de Rieux, un funcionario llamado Grand, le auxilia y llama al médico. Logran salvarle, pero eso supone un serio problema para todos.

Los suicidas deben ser denunciados ante la policía, y la pena es alta. Aunque Cottard ya se ha arrepentido, no queda más remedio. Recordad bien, amigos lectores, estos nombres: Rieux, el médico. Rambert, el periodista. Grand, el apacible funcionario. Cottard, el suicida. A ellos

añadiremos algunos más: Tarrou, un habitante de Orán que se cruza con Rieux y que toma nota de casi todo. La ciudad es rica en personajes grotescos. Un loco que escupe a los gatos, un viejo español que cuenta garbanzos para entreterse. No os encariñéis demasiado con nadie...

Pocos días más tarde ya no son las ratas, son los ciudadanos. Los síntomas son idénticos en todos: fiebre, abcesos en ingles y sobacos, delirio y muerte. Rieux habla con sus colegas. Pausado, lúcido, llega a una terrible conclusión: es la peste. Esa enfermedad arcaica, irreal.

Rieux sabe qué implica eso. El contagio, la contención, el aislamiento. La invasión de la plaga. "Si se detuviese, todo iría bien. En caso contrario se sabía lo que era, se la vencería". Pobre médico clarividente. "Lo esencial era hacer bien su oficio".

Qué identificada me siento con esta frase, con Rieux justo ahora. No hay quejas, no hay por qués. No importan. La realidad, si bien horrible, es esa. Ahora, empecemos a trabajar. Como el caballo de #RebeliónenlaGranja. Quizás no sepamos hacer otra cosa. Adelante, ven, vida.

Conozcamos mejor a Grand, el funcionario. "Uno de esos hombres a los que no les falta nunca el valor para tener buenos sentimientos". Lleva el listado de las muertes y por las noches... ah, tiene veleidades literarias. Cottard mientras tanto intenta evitar la prisión. Pobrecillo.

Y Rieux intenta obtener sueros, convencer a sus colegas. Toma medidas. Las casas, los hospitales. La cuarentena. La gente que se agolpa. Y entonces, "Declaren el estado de peste. Cierren la ciudad". Fin del cap. 1.

¿Os habéis fijado en el lenguaje, preciso, un poco frío, con la distancia de quien pese a amar una ciudad o sentir cariño por una persona la observa en su totalidad? ¿Las escuetas descripciones de movimientos y aspecto? Los gestos, la forma de evocar una atmósfera. Los adjetivos

más propios de un ensayo que de una novela. Algunos han querido ver huellas kafkianas incluso en esta 1 introducción, el inicio de un #Proceso cada vez más absurdo y desesperado. Sin embargo todo es lógico, real, palpable. Solo la peste supone la ruptura con la realidad. No es

posible, no puede estar ocurriendo, no a nosotros, no ahora, no aquí. Al fin y al cabo, ¿no está la gente en el cine, en las terrazas, no es primavera, no asoma allí el mar? Hasta aquí llegamos hoy.