Nos es utilísima. Reconozcámosla y aprovechémosla. No la reventemos. Hay mucha más fe en nuestros actos que la que queremos reconocer.
La fe es lo que nos sostiene cuando todo se derrumba en derredor.
La fe es lo que nos hace saltar sobre fuego, sobre agua, sobre tierra o sobre puro aire.
Menos pidamos que los próximos (los prójimos) renuncien a ella sólo porque no entendemos su forma de manifestarla: nadie quiere a esos millones de individuos deambulando por ahí sin fe, créame. Yo no, y le aseguro que usted tampoco.
Rece usted, pues, por la fe. Si no por la propia, sí por la ajena.