(+)
Armamos equipos. Me toca arrancar por los sospechosos de coronavirus con una suplente que es la primera guardia que hace. Antes de salir del estar, respiro hondo y pienso en los abrazos de mi ahijado.
–¿Vos estás bien? Tenés los ojos raros –me frena el emergentólogo.
(+)
–Sí, algo cansada nomás –le contesto.
No le cuento que anoche no pude dormir mucho. Después del circo de siempre para lograrlo terminé soñando que dos de mis primas –que son casi como mis hermanas– estaban internadas por covid. (+)
Voy con la chica nueva para el área de covid. Se queja de que tiene demasiado largo el pelo y que necesita a su peluquera. (+)
Nos lavamos las manos, yo según como nos enseñaron para los covid, y ella hasta los codos como si estuviera en quirófano. Le pregunto cuál es su especialidad y cuando contesta que tráumato, tiemblo. (+)
Bajo la cabeza y la subo cual resorte.
–Tenemos que vigilar mientras la otra se cambia –le explico–, así vemos que esté todo bien puesto y no nos contagiamos.
Levanta el pulgar y (+)
–¿Hisopamos nosotras? –consulta, sorpresivamente, con emoción, mientras nos secamos con las toallas de (+)
–No, por ahora no. Cuando funcionen las UFU sí. Por ahora hisopan los clínicos –le respondo y pienso que preferiría seguir como estamos.
–¿UFU?
(+)
–Unidades Febriles de Urgencias –aclaro–. Esos consultorios que van a armar afuera en unos containers... –señalo por la ventana.
–¿Y van a tener calefacción? –sigue mientras nos sentamos para ponernos las botas.
–Espero. Lo más importante igual sería que estén ventilados.(+)
Ladea la cabeza en forma serpenteante para un lado y para el otro.
–Las dos cosas. Se viene el frío y no queremos “Bronquitis por UFU” –sentencia.
Me río por la ocurrencia y largo aire fuerte por la nariz.
(+)
–¿Qué hace una traumatóloga acá? –cambio de tema mientras me ato la bota izquierda. Espero que no se ofenda.
–No hay más cirugías programadas casi. Mi sueldo se fue a la mierda y necesito guita. Igual no te preocupes que le pongo onda –se defiende.
(+)
Se levanta, se saca el barbijo quirúrgico y se pone el N95, que es el polenta que usamos en covid o tuberculosis. Bajo y subo la cabeza y espero que así sea.
–Yo podría hisopar si contratan gente para las UFU esas. Estuve viendo tutoriales –agrega.
(+)
Me entra la duda de si tenemos que ponernos primero el camisolín y luego los barbijos o al revés, aunque creo que da igual, y la imito mientras pienso en que yo leí sobre cómo hisopar, pero videos no vi. Se supone que la semana que viene nos van a enseñar; igual, (+)
–¿Lo tapé bien? –le pregunto.
–¿Qué?
–Al N95. Si lo cubrí bien.
Me mira de frente, de un costado y del otro.
(+)
–Sobresale a los lados, pero porque es más grande. Necesitás un mantel para taparlo –se ríe.
Me muerdo el labio de abajo y asiento. Aprieto los dos sobre la nariz y soplo para ver si fuga aire. Lo tendría que haber hecho antes, pero bueno, parece estar bien. (+)
–¿Hace falta? –pregunta.
–Es para proteger al de abajo. Nos tiene que durar un mes.
–¿Un mes? –levanta la+
Levanto los hombros.
–Nosotros nos fuimos comprando. Nos tenemos que cuidar si no nos cuidan… Igual dicen que si se deteriora te los cambian, pero no sé. Para conseguir uno parece que tenés que rezar un rosario entero.
(+)
–A mí si no me dan, no trabajo. Un mes no dura. Menos si me postulo para trabajar en la UFU –sigue.
–No creo que contraten gente –le aclaro –. Al menos no de acá. Dijeron que iban a mandar enfermeras del ministerio nomás. De médicos nos mandan a nosotros.
(+)
Junta las cejas y arruga la frente. Le señalo el barbijo quirúrgico que tiene en el bolsillo y al final se lo pone. Agarro un par de guantes y se lo acomodo para que le tape bien. Tiro los guantes sucios y me siento algo culpable por el derroche.
–¿Y quién queda en la (+)
Levanto los hombros, ya cansados de subir y bajar. No quiero pensar más en todo esto.
Me pongo alcohol en gel, me froto las manos y ella me imita. Agarro el camisolín hemorrepelente (el impermeable, que es el que se pone el que va a revisar al paciente, (+)
–¿Vos anotás? –le tiro.
–Sí, perfecto. Mejor que revises vos; no agarro un esteto desde que me recibí –estoy segura de que sonríe atrás de los barbijos.
Me ato el camisolín en el cuello y en la cintura, (+)
Entro al consultorio (nos cambiamos en el de al lado) y ella se queda en la puerta con los formularios a llenar. Llamo a la paciente anotada primero y veo que los dos que (+)
–Les pido que se separen. Por lo menos un metro y medio entre cada uno –pronuncio desde atrás de mi traje de astronauta.
(+)
El hombre mayor pone una mano detrás de la oreja.
–Si vivimos juntos… –se queja la mujer.
–¿Y todos tienen síntomas? –indago.
–No, pero mi’jita está internada –pone énfasis en la última palabra.
–Entiendo. ¿Está internada acá? –pregunto para buscar si dio positivo.
(+)
–No. Es que allá no hay traje –señala el camisolín–. Nos echaron para capital.
Miro el techo y agradezco por no trabajar ahí.
–Entiendo –repito–. ¿Pero ustedes vienen porque tienen síntomas? ¿Alguno tuvo fiebre? ¿Tos? ¿Dolor de garganta?
Hacen que no con la cabeza.
(+)
–El tema es que no se hisopan a los contactos de los casos sospechosos. Se les indica aislarse en sus casas, pero no se los hisopa.
La mujer estira la mano y me entrega un papel. Lo miro. Es una nota de un médico de un hospital de provincia que solicita hisoparlos a (+)
–¿Su hija dio positivo? –le pregunto a la mujer.
El hombre mayor de atrás hace que no con la cabeza y el chico le mete un codazo. Los tres están con tapabocas puestos y noto que el de la mujer está hecho con medio corpiño con aro recortado y unos elásticos. (+)
–Todavía no dio el resultado –contesta–. Allá tarda todo.
(+)
Pienso que acá también, pero no se lo digo.
–El tema es que, si los hisopamos a ustedes ahora, con ella que ni siquiera sabemos si es un caso confirmado, estaríamos haciendo mal las cosas –le explico despacio.
(+)
–¿Y qué hago? ¿Esperar que muera? –alza la voz, que se nota sobrepoblada de angustia.
–No, por favor, no digo eso, y espero que lo de su hija no sea nada. Solo digo que tienen que permanecer aislados y consultar si tienen síntomas.
–¿Si da positivo mi’jita nos lo hacen?
(+)
Le hago que no con la cabeza.
–Solo si tienen síntomas –insisto.
–Al matadero nos manda usté –se queja el hombre mayor desde atrás.
–Pero el doctor dijo que nos tenían que hacer lo del hisopo ese –se mete el chico que asumo que será el hijo.
(+)
Los tres se amontonan en la puerta del consultorio.
–Entiendo, pero el protocolo dice otra cosa –les contesto mientras mi compañera pregunta por lo bajo si llama al jefe y yo le hago con la mano que espere.
–No le importa que nos mOramos –agrega la mujer con tono drástico.
(+
–Por favor, no diga eso. Le aseguro que no es para nada así. El tema es que los hisopados son para casos específicos. Si los usamos en gente sin indicación, no van a alcanzar para los enfermos de verdad. Además… ¿Desde cuándo está internada su hija? –le pregunto en un (+)
–Ayer –responde.
–¿Y desde cuándo se sentía mal?
–Dos días.
Pienso que los puede haber contagiado asintomáticos o ya con síntomas, que a nosotros cuando estamos en contacto con casos sospechosos sin protección nos aíslan y no nos hisopan, (+)
(+)
–Lo que pasa es que, si yo les hago el hisopado ahora y da negativo, no significa nada, porque el positivo puede dar más adelante –digo de la forma más sencilla que me sale.
–No trabajamos y no comemos tonces –replica el hombre mayor.
Entiendo su angustia. (+)
–Odio enormemente la situación que tienen que vivir y me encantaría poder cambiarla –arranco.
(+)
–Clá… –mete bocado el hijo y chasquea la boca.
–En serio –le contesto–. El tema es que hisoparlos no va a solucionar nada.
–Nos morimos tonces –se queja el hombre mayor.
Les pido que me esperen y cierro un segundo la puerta con ellos afuera. (+)
Llega el jefe con la traumatóloga del rodete pesado.
(+)
–No se siente ahí, mejor –me dice él.
Quiero contestarle que ya lo limpiaron, y que la limpieza es para cuidarnos a nosotros y a los pacientes así que debería estar bien limpio, que si no confiamos en la limpieza hecha no podemos atender y que, si confiamos, me puedo sentar.+
–¿Esos son ellos? –me pregunta.
–Creo que sí.
–¿Eso es porque quieren que los hisopemos?
(+)
–Hisópelos y listo –me ordena.
Gira dando por zanjado el tema.
–Pero doc, ¿de qué sirve? Si da negativo van a salir como si nada, y el negativo, acá, no descarta.
–Sirve para que no nos tiren abajo el hospital –retruca.
(+)
–Pero así no nos van a alcanzar los kits, doc. Porque mañana van a venir otros cinco a demandar lo mismo y así –insisto.
–Mañana nosotros ya no estamos. Hoy, hay –amaga a girar otra vez.
Estiro el brazo para frenarlo, aunque no llego a tocarlo. (+)
–No, eh –me hace con el índice levantado.
–Estoy limpia –le aseguro, aunque no sepa al cien por ciento que es así.
–Tocó la camilla con esos guantes. Yo la vi. Nos tenemos que cuidar entre nosotros.
(+)
Sé que tiene razón en parte, pero algo adentro mío me impide dársela.
–La camilla fue limpiada con lavandina como todo el resto, doc –retruco yo esta vez.
–Igual.
Resoplo adentro de los dos barbijos sin importarme si se escucha. No parece enterarse.
(+)
–¿Entonces hay que hisoparlos? –se mete la traumatóloga.
–Sí –le responde él.
–Yo hisopo si quieren –pronuncia ella emocionada y me dan ganas de ahorcarla.
–El tema es que no se puede hisopar acá según el protocolo. Se hisopa en clínica una vez (+)
–Los hisopan acá y listo –decreta el jefe.
(+)
–Pero después no podemos seguir atendiendo acá por al menos dos horas entonces, doc –le informo –. Por eso dijo infecto que se hisopaba en la habitación. Para no quedarnos sin lugar donde atender los respiratorios.
(+)
–Y los atienden en los consultorios comunes y ya está. ¿Qué tanto problema? ¿No le cansa el negativismo a usted?
–No es negativismo, doc. Es ser consciente de la realidad. Los otros consultorios no están preparados para ver respiratorios, no hay ventilación y son (+)
Está todo rojo y parece tener ganas de meterme un bife.
–Bueno, ya veremos. Usted haga los hisopados que le dije y yo me ocupo –ladra.
Se da vuelta para irse y avanza un par de pasos.
–No tenemos hisopos acá, doc –le largo mientras se aleja.
(+)
–Ya mismo les traigo –contesta.
Sigue su camino y yo lo miro con odio hasta que desaparece.
–Yo hisopo si querés –me saca de la bronca la traumatólga.
(+)
Le explico que no me molesta hisopar, pero sí que las cosas no se hagan como deben, que no podemos seguir atendiendo en los consultorios chiquitos, y que tampoco se puede hisopar a todo el mundo porque sí, que ya los hisopados demoran una semana por falta de insumos, (+)
–Ya sé, pero no podés arreglar el mundo vos sola –dice mientras me pone el brazo en el hombro.
Freno un poco. (+)
–Ya sé, ya sé –le contesto mientras miro su mano–. Cambiate esos guantes por las dudas –agrego.
Ella estalla de risa.
El jefe vuelve a la media hora. Ya patearon la puerta dos veces más sin que yo abriera. Solo grité a través de la rendija que por favor esperaran un momento+
Cuando llega, ya no patean. Trae en la mano tres kits de sobres transparentes con hisopos y tubos de ensayo de plástico con solución fisiológica. Estira el brazo para dármelos y le explico que se los tiene que dar a mi compañera para que yo no los contamine.
(+)
–Ah. Sí. Claro. Claro –responde mientras se los entrega.
Gira otra vez para irse.
–Necesito más equipos de protección, doc –lo freno otra vez–. No debería hisopar a los tres con el mismo, ¿o sí?
–Viven juntos –ladra y se aleja.
(+)
Abro la puerta un poco. El chico joven la empuja con el brazo y se mete. Le hace señas con la mano a los otros dos para que lo sigan. En otra circunstancia, llamaría a seguridad, pero sé que no se van a acercar. Cierro la puerta detrás de ellos. Les indico que se sienten (+)
–Eso de tanto cinto –gruñe el chico que debe tener unos dieciséis años.
El hombre le da un cachetazo en la nuca. El chico sale empujado hacia adelante, bajándose de la camilla, trastabilla y casi cae. (+)
–Acá golpes no –le digo con el índice en alto al hombre.
–Usté no me dice qué hacer con mi familia –me responde con la mano también izada.
(+)
–Yo le digo que si lo vuelve a golpear llamo a seguridad, a la policía y a trabajo social y encima no lo hisopo –le ladro.
Pienso en las veces en que me quisieron pegar y en las que me pegaron y retrocedo un par de pasos mientras miro a mi compañera para que esté atenta.
(+)
–Son cosas de hombres. Usté no entiende.
–No, no entiendo los golpes. Y menos un hospital –gruño esta vez yo y giro hacia el chico–. ¿Cuántos años tenés?
–Diecinueve –responde.
Pienso que el tapabocas me hace pifiarle a los cálculos y maldigo: me olvido de trabajo social y(+)
–Ya es grandecito –dice el hombre mientras amaga a cachetearlo de nuevo. Frena unos centímetros antes de pegarle.
Levanto el dedo una vez más. El hombre larga una carcajada.
Mi compañera frena el circo preguntando los datos filiatorios que faltan (+)
–¿Para qué? Te va a decir que los hisopes igual para que no pateen más la puerta…
(+)
Tiene razón.
Respiro hondo, agarro el primer tubo con los dos hisopos correspondientes y vuelvo hacia ellos. Les indico, por turnos, que se saquen el tapabocas. Empiezo por la mujer. Introduzco el hisopo en la fosa nasal izquierda bien hasta adentro. (+)
–Será bruta… –me ladra.
–La técnica es así, si no, no sirve –le explico.
–No me importa mi’ja. Hagaló más suave...
(+)
–Lo hace así de bronca –se mete el hijo.
–Si lastima a mi mujer, yo la mato –agrega el hombre mayor con la mano en alto de nuevo.
Doy un paso atrás.
–Yo con amenazas no puedo hacer mi trabajo –sentencio.
(+)
Me alejo hacia la puerta y le pido a mi compañera que llame al jefe y a la policía. Lo digo fuerte para que escuchen.
–Pere, pere… No sea sensible –me frena el hombre–. Era un decir nomás…
Mi compañera agarra el teléfono. Sé que ni puede marcar con los guantes, pero igual(+
–Nos portamos bien, le prometo… –sigue el hombre.
–No quiero ni una queja –digo y los señalo a los tres.
Hacen que sí con la cabeza.
Le hisopo a la mujer la otra fosa nasal y corto el palito del hisopo por donde corresponde. Le pido al hijo que sostenga (+)
–Tengo dos. Esa podemos dejarla ahí –propone.
Asiento y trato de escribir sobre el tubo. (+)
Sé que lo que hisopé no alcanza y le explico que tengo que repetir el procedimiento, pero que si me vuelve a tocar voy a llamar a la policía.
–Tranquilicesé. Seguro que usté es de las que marchan y queman fetos –se ríe.
(+)
–Yo no quemo nada, y si marcho o no, no es su problema. Pero la agresión al personal de salud está penada por ley, y eso sí que sería un problema para usted, me parece.
Ya me sacó. Sacude la cabeza unos centímetros hacia los lados de forma repetitiva.
(+)
–De no creer –murmura.
–¿Se va a quedar quieto o lo dejamos acá?
–Si usté cree que yo soy un violento, ya le voy a atraer a mi apá a que la ponga en su lugar.
–Perfecto –me alejo–. Dejamos acá entonces.
(+)
Parto el cabo del hisopo y lo guardo en el frasco que me sostiene el hijo. Él lo cierra enseguida, me lo da y se levanta.
–Vamos –le dice el chico a la madre.
Ella no se mueve.
–¿Cómo que lo deja acá? –se mete la mujer–. ¿No faltaba?
(+)
–A mí me hubiera gustado hisoparlo un poco más, pero ahora no me pienso acercar sin la policía al lado. Si quiere que siga, los llamamos y lo hacemos.
–Fue un apretujón, nomás –dice ella.
–Así se empieza –se mete el hijo.
(+)
Esta vez es la madre la que le da un sopapo en la mejilla.
–Vamos. Dejá –le dice el hombre a la mujer–. Acá no les importa nada…
–Nada –se une la mujer–. Solo quiere que nos mOramos.
Caminan hacia la puerta. (+)
Ellos dos salen primero y el hijo me pregunta cómo hacen con el resultado. Le doy el número de infectología para que llamen, y espero que no me maten. Me agradece y se va. Cierro la puerta y pongo la traba. Enseguida retumba de la patada que le dan. Miro por la rendija y (+)
–Llame a la policía ahora –grita.
Mis hombros se tensan y recién se aflojan cuando dejo de verlo.
Mi compañera va a llevar los tubos al laboratorio. Yo la espero para descambiarnos juntas así vigilamos que la otra haga las cosas bien. (+)
Vuelve mi compañera. Me dice que arranque yo a descambiarme y, desde la puerta, me tira alcohol con un rociador encima de los guantes, (+)
–Mejor ni te mires la cara –se ríe.
(+)
Yo no puedo contenerme: saco el celular del bolsillo y prendo la cámara. La marca que me quedó de la máscara de esquiar es tremenda. La recorro con el índice de la mano libre y me reto por haberme tocado la cara. Me acerco a uno de los lavamanos, me lavo manos y cara y me (+)
Miro la hora. Quedan todavía cuatro horas de nuestro turno en covidlandia. Me fijo en la lista. No queda ningún paciente escrito. Le sugiero que aproveche para descansar un rato y voy para el sucucho del orientador.
(+)
Le imploro que todos los pacientes sospechosos tengan un barbijo quirúrgico puesto y me contesta que no tiene suficientes. Le ladro que le pida más al jefe entonces y me alejo.
Me arrastro hasta la entrada de ambulancias. Salgo y respiro varias veces hondo el aire fresco. (+