La mujer levanta la mano derecha y me acaricia al brazo. (+)
Le coloco el saturómetro y el termómetro a la paciente y, mientras, arranco a interrogar al acompañante de los pelos revueltos porque ella solo se ríe, pero no me habla. (+)
–¿Consumió alguna sustancia antes del sexo? –antes de fifar, coger, de garchar, de acostarse…
–No sé. No creo. Nunca la vi dándose con nada.
Suena el termómetro. (+)
–¿Pero estuvieron juntos antes de llegar al lugar? –casi pronuncio la palabra “telo”, pero me contengo.
–No. Salimos del laburo y nos encontramos a unos metros.
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No sé si será a unos metros del trabajo o del telo, si trabajarán juntos o de dónde se conocerán. Tampoco indago al respecto.
–¿Tomaron alcohol? –pregunto en su lugar.
–No, cero. Al menos yo no. Ella aliento no tenía.
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Me pregunto si una sola cerveza dejará o no aliento etílico y prosigo con el interrogatorio.
–¿Tiene alguna enfermedad?
–No. No creo. Me parece que no –me lo quedo mirando–. Estamos juntos hace poco, no me contó –aclara.
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–Entiendo. ¿Y sabés de algún remedio que tome o alergia que tenga?
Hace que no con la cabeza, resopla, mira al techo y agarra la mano de ella que se mece en el aire como cuando le cantaba a mi ahijado la canción de la manito que se abre y se cierra. Le hago la última (+)
–¿Hubo algo brusco durante el sexo? –lo pronuncio bajo, con una mezcla de respeto, timidez y algo de miedo.
–Nada. ¿Qué decís? Somos gente bien nosotros –me larga él ofendido y mira al techo de nuevo.
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Quiero decirle que una cosa no quita la otra, pero me callo y paso a la paciente. Le tomo la presión y da apenas algo elevada, aunque nada para preocuparse. La miro y no le encuentro hematomas. Le pido que levante los brazos y que los mantenga en el aire; lo hace. (+)
–Se fue a enfiestarse y se la pegó mal –concluye.
Me quedo pensando. Algo no me cierra del todo, aunque (+)
Le pido un laboratorio, que le coloquen una vía y llamo a la paciente que sigue. Tiene faringitis, así que me lleva cinco minutos revisarla y medicarla.
Me asomo al consultorio en el que dejé a la mujer de la bombacha negra. (+)
–No estaba así cuando llegó –no lo dejo hablar.
(+)
Baja la cabeza en señal de asentimiento.
–Corré a tomo –dice refiriéndose a Tomografía–. Yo consigo camilla.
Nos evaporamos y llego al tomógrafo empapada. Respiro tan rápido que no me salen las palabras. Golpeo. Está la mujer del pelo carré. Apenas me ve en este estado, (+)
–Pero va a estar bien, ¿no? Necesito que me lo prometas.
(+)
–Te prometo que estamos haciendo todo lo posible –le respondo.
Sé que no puedo prometerle nada más, aunque miro al techo un segundo y casi que rezo.
Él se queda caminando en la sala de espera mientras con mis compañeros pasamos a la paciente al tomógrafo. (+)
El resultado es el que tanto temí: tiene un ACV hemorrágico (se le rompió algún vasito en la cabeza y tiene sangre en torno al cerebro). Para cuando la pasamos a la camilla, ella apenas responde. Mis compañeros corren a llevarla al Shock-room mientras yo llamo a los (+)
–Fue mi culpa. ¿No? Si no hubiéramos cogido, ¿no se reventaba?
Trato de calmarlo con que se podría haber reventado en cualquier otra circunstancia (+)
–Sí, solo necesito despedirme de ella antes de que lleguen –me dice–. El marido es mi mejor amigo.
Ahora la que me quedo callada soy yo. No sé qué decirle.
(+)
–No quisimos lastimarlo. Solo nos enamoramos, pasó. No me juzgue –ruega.
Me quedo callada y hago que no con la cabeza. Esta vez yo soy la que la mueve lento.
Me pasa el número de teléfono y vamos para el Shock-room. Cuando llegamos, la mujer está intubada y los (+)
(+)
Vuelvo a los consultorios y sigo atendiendo, como apagada. El pecho me aprieta y tengo que respirar hondo y contar hasta cinco para no largar un par de lágrimas. Dos de mis pacientes vuelven porque puse mal la fecha en la receta: resulta que volvimos al dos mil diecinueve.(+)
Después de la última corrección decido salir a tomar aire. Voy de camino cuando un hombre pregunta por mí. Viene con dos adolescentes que quieren saber cómo está su mamá. Les explico que la subieron a quirófano y les muestro dónde pueden esperar. El hombre (+)