Chipre había caído en las manos del Turco, que ansiaba hacerse con todo el Mediterráneo. Enfrente, una coalición cristiana comandada por don Juan de Austria y sus letales Tercios Viejos españoles. Una gran batalla naval sin parangón y hasta una intervención divina. Lepanto. Hilón
Chipre, en manos venecianas desde hacía tiempo, era el último de los Estados Cruzados que permanecía latina en el Mediterráneo oriental, y el sultán Selim II, como rey de Jerusalén, reclamó su jurisdicción sobre la isla con la intención hacerla una base para sus conquistas.
Entre 1567 y 1570 la capital de Chipre, Nicosia, había sido completamente fortificada siguiendo el modelo italiano, con 11 bastiones muy bien proyectados. En el momento de su asedio por los otomanos, la ciudad contaba sólo con 12000 hombres que resultaban aptos para combatir.
El resto de tropas se había replegado para defender la ciudad portuaria de Famagusta, por considerarse que Nicosia estaría condenada si todos los puertos caían en manos otomanas. Niccolò Dandolo quedó al mando de Nicosia, pero el número estimado para defenderla era de 20000.
El 26 de julio, los otomanos ponen cerco a Nicosia y durante 46 días la fuerza de asedio va aumentando con refuerzos de Asia Menor y Siria hasta llegar a los 100.000 hombres. El 9 de septiembre cae Nicosia, siendo pasados a cuchillo los supervivientes del asedio.
Los países católicos formarán una armada contra los otomanos que se reúne en el puerto de Suda, en la isla de Candia, Creta. En total suman 198 galeras, 11 galeazas, un galeón, 7 naves más, 1300 cañones y 48.000 hombres, de los que sólo 16.000 son gente de guerra. Exigua fuerza.
La flota veneciana lanzada al mar al mando de Girolamo Zanne para impresionar a Selim II queda mermada por el tifus en Zara, que también se encontraba en peligro por los corsarios otomanos. La flota terminó la campaña de 1570 desmoralizada y mermada, sin poder liberar Chipre.
Por ello Juan Andrea Doria, almirante al servicio de España, al ver que no había acuerdo posible entre las fuerzas cristianas, decide volver a Sicilia el 5 de octubre. En el regreso a sus bases, las fuerzas venecianas y pontificias sufren un temporal que les hace perder naves.
Ante el fracaso de esta expedición, Pío V reúne a los plenipotenciarios reales y venecianos para tratar de tomar medidas efectivas contra la expansión turca por el Mediterráneo. El acuerdo para la creación de la Liga Santa se anuncia el 25 de mayo de 1571.
El 20 de mayo había sido rubricado por representantes del Papa, Felipe II, las repúblicas de Venecia y Génova, el gran duque de Toscana, el duque Emanuele Filiberto de Saboya, el duque Francesco María de Urbino, el duque Ottavio de Parma y los caballeros de Malta.
La coalición establecía qhe el comandante en jefe de la Liga Santa sería don Juan de Austria, y cada nación aportaría un Capitán General. Estos tres capitanes generales, reunidos en consejo, acordarán el plan anual de operaciones, para posteriormente hacerse a la mar.
El Papa intentó que se uniesen a él Portugal, Francia y Austria, sin conseguirlo. Francia, en un acto de manifiesta traición, incluso pactó con los turcos. Mientras tanto, el Turco continuó con su campaña de conquista de Chipre formando una escuadra de 250 velas y 80.000 hombres.
Su fin era devastar y saquear los puertos venecianos del Adriático. Finalmente, el 4 de agosto, por falta de vituallas, cayó Famagusta, con lo que se completó la conquista turca de Chipre. Mientras tanto, los católicos comenzaban los preparativos para flotar una gran escuadra.
Una vez escogido el puerto de Mesina como punto de reunión para las naves, comenzaron a llegar a él las diferentes escuadras. Los primeros fueron los venecianos, que llegaron el 23 de julio. A primeros de septiembre ya estaba toda la flota reunida, siendo su composición:
227 galeras, 6 galeazas, 76 fragatas o bergantines y 1815 cañones en total. Las galeazas eran los navíos más potentes gracias a su gran porte artillero. Las galeras eran impulsadas por remeros o por chusma, gente que había sido condenada por cualquier delito a esa dura pena.
Lograron reunir un total de 91.000 soldados, marineros y chusma, 34.000 soldados, 13.000 tripulantes y 45.000 galeotes. Por la parte real eran 20.231 los soldados, de los cuales solo 8160 eran nativos de la península ibérica, italianos 5000 y alemanes 4987.
Además se unieron 1876 caballeros y aventureros. A causa de la escasez de gente en las galeras venecianas, Juan de Austria decide embarcar en ellas a 4000 infantes españoles, para reforzar su guarnición. También embarca a 500 arcabuceros españoles en cada galeaza de refuerzo.
Pese a la gran cantidad de navíos reunidos, a Juan de Austria le preocupaba el mal estado de muchos de ellos, debido a que muchas de las galeras italianas se habían construido rápidamente y otras tenían los espolones desgastados o podridos a causa de sus largas esperas.
Además de la aportación militar, España costearía la mirad de la campaña. El 15 parte la vanguardia de la flota y 16 sale el resto de la de la escuadra cristiana. En vanguardia iban ocho galeras exploradoras, al mando de Juan de Cardona, general de la escuadra de Sicilia.
Sus órdenes eran ir ocho millas por delante del grueso de la fuerza. El resto de la fuerza iba dividida en cuatro cuerpos. Su formación era la del águila, pero sin pico. Los cuerpos estaban formados sin tener en cuenta su procedencia, intercalando venecianos, reales y pontificios
El primero, cuerpo derecho en combate, lo mandaba Juan Andrea Doria, con 54 galeras. Llevan grímpolas verdes. El segundo, centro en combate, lo mandaba Juan de Austria, y lleva 64 galeras con grímpolas azules.
El tercero, cuerpo izquierdo en combate, lo mandaba Agustino Barbarigo con 53 galeras con grímpolas amarillas. Y el cuarto, que es la escuadra de socorro o de reserva en combate, lo mandaba Álvaro de Bazán, formado por 30 galeras con grímpolas blancas. Además observaría el orden.
Encontraron un tiempo borrascoso y vientos contrarios, lo que les impidió pasar Otranto hasta el 24 de septiembre, y las galeras dejaron atrás a las naves de vela. Gil de Andrade, que lleva con sus galeras la exploración lejana, informó de la flota turca.
Se encontraba en el golfo de Lepanto, al resguardo de sus castillos. Juan de Austria decide dirigirse a Corfú y convoca un consejo de guerra, ya que, al haber dejado atrás a las naves de vela, no disponía de medios de sitio para atacar los fuertes de Lepanto.
Decidieron embarcar seis piezas gruesas de artillería de la defensa de Corfú y se hicieron a la mar el 30 de septiembre. En la misma orden de navegación se ordena que la cuarta escuadra, “El Socorro", debía ir en la retaguardia, recogiendo las galeras que se queden retrasadas.
Las galeazas, según la orden, se distribuirían de la siguiente manera: la galeaza Capitana y la de Andrea de Pessaro, con la escuadra de batalla para ser remolcadas por esta, y en el momento preciso se colocarían delante de la escuadra, esperando la orden para que se sacaran.
Las dos del duque de Florencia, Capitana y Patrona irían al ritmo de la batalla y lucharían en la parte derecha (Capitana) e izquierda (Patrona) de la Real. Las galeazas de Ambrosio Bragadini y Jacobo Gozo irían con el cuerpo derecho de la Armada a cargo del marqués de Santa Cruz
Se posicionarían para la batalla delante a la misma distancia; el Marqués se tenía que hacer cargo de remolcarlas y pasarlas delante. Las dos galeazas de Antonio Ragadini y Vicencio Quirini irían en el cuerpo izquierdo a cargo de Soranzo, quien se encargaría de remolcarlas.
Al llegar el día 3 de octubre, a las 9 de la mañana, al cabo Blanco, cerca de Chafalonia, Juan de Austria ordenó prepararse para la batalla a toda la Armada. Durante los siguientes días, hasta el de la batalla, fueron aproximándose al puerto de Lepanto.
Don Juan enviaba vigías por mar y tierra para descubrir la armada turca. El domingo, la guardia que estaba en los calces de la Real, avisó de que había descubierto una vela latina, y al poco toda la Armada turca, confirmando que se trataba de la armada enemiga.
Poco antes de la batalla, don Juan se puso de rodillas y oró a Dios pidiéndole la victoria para los suyos. Lo mismo hicieron todos los de la galera Real y del resto de la Armada. Tras esto les fue dada la absolución.
Según lo acostumbrado, el Balsâ disparó una pieza para pedir batalla, fue contestada por don Juan con otra aceptando. A la vista de la cantidad de velas, algunos propusieron consejo de guerra, a lo que don Juan dijo: “Señores, ya no es hora de deliberaciones, sino de combatir”.
Alí había llamado a todos sus almirantes para concentrar sus fuerzas en Lepanto. El último en llegar fue Mahomet, bey de Negroponte, con 60 galeras y 3000 soldados. En total reunieron 210 galeras, 87 galeotas y 120.000 combatientes, de los cuales 50.000 eran soldados.
Además, las piezas artilleras ascendían a 750, menos que las cristianas, aunque los arqueros llevaban flechas envenenadas y fueron muy útiles en los abordajes. Al igual que la flota cristiana, están divididos en cuatro cuerpos. Su formación era de media luna.
El gran señor Selim II ordenó a Alí salir a la mar en busca de los cristianos y combatirlos donde los encontrara. Hay que tener en cuenta que la chusma en las galeras turcas eran mayoritariamente esclavos cristianos capturados en asedios o pillajes.
El 7 de octubre, flota de la Liga Santa, en formación, emergió por la brecha que dejaban las islas de Kouhtsilaris y Oxía, seguida del ala derecha, que daba al mar abierto, al mando de Gian Andrea Doria y el ala izquierda, más próxima a la costa, estaba al mando de Barbarigo.
La división de reserva, dirigida por el marqués de Santa Cruz, aún no había alcanzado las islas y probablemente rebasó Oxia por el oeste. Cuando las fuerzas avanzaban, se toparon con un cambio en la dirección del viento, que comenzó a venir desde el oeste, lo que les beneficiaba.
Los sacerdotes de las galeras cristianas, que eran jesuitas en el caso de los Habsburgo y franciscanos en las venecianas, creyeron que aquello se debió a una intervención divina. Y se trabó combate entre los turcos y la coalición católica.
Los otomanos contaban con bombas de fuego, máquinas de alquitrán, astas y flechas con veneno, arcabuces, mosquetes
y cañones. Sin embargo, el arma secreta de la Liga Santa fue la habilidad de los Tercios españoles para usar picas a la hora de abordar las galeras.
Los arcabuces españoles, mientras que los turcos preferían las flechas al ser el tiempo de cargar un arcabuz un arquero podía disparar seis flechas, barrieron las cubiertas turcas con su alcance y fiera puntería. Decantando la batalla hacia la Liga Santa y los católicos.
Los envites de batalla son los que siguen. En un primer momento el contingente dirigido por Mehmed Srirocco y Caur Alí rodea por el flanco izquierdo a la flota cristiana. Barbarigo los interceptará y combatirá con las cuatro primeras galeras que fueron llegando.
Posteriormente, se encargará de ellos el grupo napolitano-veneciano de Canal. Después se aproxima el grupo de diez galeras de Padilla. El grupo de galeras de Creta, Dalmacia y Cefalonia logrará derrotar a las galeras de Estambul que les tocaron en frente.
El grupo de galeras del papa y de la República de Génova logrará introducirse en la brecha que había abierto en las líneas enemigas la galeaza de Ambrosio Bragadino. De esta forma consiguieron rodear a los otomanos para rodar a las galeras de Rodas por la espalda.
En ese mismo grupo de galeras estaba la Marquesa, donde iba don Miguel de Cervantes. La galeaza de Antonio Bragadino desordena las galeras de Siria y Anatolia, propiciando que las galeras venecianas y de las islas, al mando de Giovanni Contarini, pudieran derrotarlas.
Posteriormente, las galeras venecianas se dirigirán hacia el norte. El grupo de galeras de Nápoles y Venecia de Marco Quirini logrará, junto con las naves del Papado y Génova, al mando de Orsino, derrotar al frente de Rodas. Marco Quirini pone rumbo hacia el norte con sus galeras
Orsino se dirige hacia el sur. Más adelante las galeazas de Andrea di Pesaro y Francesco Duodo rompen la línea otomana. Tras esto las unidades más potentes se concentran en torno a las naves capitanas. En el caso cristiano, la nave era la galera La Real, comandada por don Juan.
En cuanto las atestadas galeras de fanal se agolparon en el centro, no hubo espacio para elaboradas maniobras tácticas. La Sultana se estrelló contra el lado babor de La Real. Los jenízaros asaltaron la proa del barco pero fueron barridos por la artillería y por los infantes.
Los cristianos aprovecharon para ganar el primer envite, durante una hora más o menos, se sucedieron los ataques y contraataques en la cubierta de la galera otomana. Durante ese tiempo las galeras de apoyo no dejaron de suministrar refuerzos a las dos grandes galeras.
El flanco izquierdo otomano se situó frente al flanco derecho de la flota cristiana, defendido por galeras maltesas. Los otomanos derrotarán ahí a las aisladas galeras de fanal de Saboya (Moreto) y Niccòlo Doria (Polidoro). El grupo de Cardona, tarde, consigue cargar en la brecha
El escuadrón izquierdo de Venecia es atacado duramente por galeras de Anatolia y galeotas argelinas.
El escuadrón exterior veneciano del lado derecho es casi aniquilado por las galeras que tuvieron en su frente: las de Estambul y Negroponte y las galeotas argelinas.
Junto a esas galeras exterminadas, el grupo de galeras genovesas, sicilianas y napolitanas, que se hallaba en el extremo derecho, decide unirse al escuadrón de Juan Andrea Doria, que se encontraba tras ellos, controlando a las galeras sirias que avanzaban.
Al final del día 7 de octubre de 1571, cerca de la ciudad griega de Náfpaktos, Lepanto en italiano y español, los cristianos efectúan el recuento de bajas. Se contabiliza la pérdida de 12 galeras cristianas (luego ascendieron a 40 por los graves daños sufridos) y de 7600 hombres.
2000 eran españoles, 880 de la escuadra del Papa y 4800 venecianos. Hubo otros 14.000 heridos. Se cuentan de caza 170 galeras y 20 galeotas de 12 bancos arriba apresadas a los turcos, de las que solo 130 estaban útiles; las otras 60 fueron quemadas. Se hicieron 5000 prisioneros
También se liberaron a 12.000 cautivos cristianos. Los muertos otomanos se estimaron entre 25.000 y 30.000. La victoria fue atribuida a la Virgen del Rosario, por haberse celebrado el primer domingo de octubre un rosario público el día de la batalla en la basílica de Santa María.
Se estableció la fiesta de la Virgen de las Victorias el primer domingo de octubre, que poco después, en 1573, Gregorio XIII la denominó fiesta de la Virgen del Rosario, y la trasladó al 7 de octubre. Así fue como se frenó el expansionismo del Turco en el Mediterráneo oriental.
En esta batalla participó como soldado de los Tercios Viejos de Mar Miguel de Cervantes, autor universal de la Hispanidad, que resultó herido y perdió la movilidad de su mano izquierda, lo que le valió el sobrenombre de “El manco de Lepanto”.
“Mi manquedad nació en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperen ver los venideros. Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas a lo menos en la estimación de los que saben dónde se cobraron.”

Gracias por leer.
Bibliografía muy variada.
Uniformes variados se distintos autores.
Cuadros y láminas navales variadas de distintos autores.

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