La hegemonía española en los mares empezó en los albores del siglo XVI, hasta dominar el orbe. ¿Pero qué clase de naves usaban? ¿Eran todas iguales? ¿Cómo se clasificaban? Desde el descubrimiento de América hasta Lepanto y la Grande y Felicísima Armada. Los barcos españoles. Hilo
La navegación casi tan vieja como el ser humano, y en España durante la Edad Media se desarrollaron barcos que permitirían a los ejércitos tanto castellanos como aragoneses desplazarse grandes distancias, llegando incluso hasta Italia y el Norte de África cruzando el Mediterráneo
La galera fue un barco ampliamente usado desde la antigüedad hasta el final de la edad de la vela. Era un barco impulsado por la fuerza de los remos, y en ocasiones por el viento; por eso poseía una o más velas; el eslabón entre la Navis longo romana y los dromones bizantinos.
Las dimensiones de las mayores eran: 140 pies de eslora, 20 de manga y 9 de puntal. Hasta el siglo XVI, en que se perfeccionó el uso de la artillería a bordo de las embarcaciones, iban armadas de un espolón a proa, de bronce o de madera reforzado con zunchos de hierro.
Sobre la cubierta de la galera iban dispuestos a una y otra banda los bancos de los remeros, existiendo una división, llamada crujía, que permitía ir de la popa a la proa: en este paso se colocaba el cómitre o nostromo para vigilar y “animar” a los remeros.
Había galeras que llevaban uno, dos y tres palos variando según el tamaño. Los remeros, hasta siete por bancada, tomaban asiento en bancos que iban empotrados de una parte en el mamparo del corredor o crujía y del otro en el costado. El número de bancos era irregular.
La más pequeña tenía 20 por banda, normalmente solía ser de 25 o 26, aun cuando hubiera buques de la familia de las galeras, las medias galeras y los leños, que tenían algunos menos, y otras en cambio muchos más, como las galeazas que contaba con 306 remeros.
La longitud de los remos era de unos 50 pies, que se manejaban apoyando el primer tercio en las postizas o piezas rectangulares de madera adosadas por fuera de la embarcación, una por cada costado y que corrían a lo largo desde los yugos de popa hasta los del brazal o de proa.
Las más antiguas tenían las velas cuadrangulares, siendo la más grande la del trinquete, aunque después eran latinas y la vela del trinquete fue más pequeña que la del palo mayor. Unas veces, a imitación de las naves romanas, tenían parapetos en los costados, paveses o escudos.
En la popa y la proa estaban lls castillos, zonas cubiertas y muy protegidas, desde donde arrojaban las flechas o se disparaba. El interior solía estar dividido por mamparos transversales en 6 compartimentos, destinados los de popa al capitán y los restantes a pañoles de víveres.
A mediados del siglo XVI aparecieron las galeazas, galeras de gran tamaño (hasta 60 metros de eslora) y una proporción de eslora/manga menor que en las galeras, de 6 a 1 e incluso de 5 a 1. Con ellas se pretendía tener una nave con más artillería, algo así como una galera pesada.
Tenían cubierta corrida, por lo que los remeros iban a cubierto, soportando mejor la navegación en mar abierto y podían llevar unos 20 cañones y unos 30 pedreros. Llevaban hasta 32 remos por banda, y los remos podían llegar a ser de 15 metros, lo que exigía 7-8 hombres por remo.
Había galeazas que montaban 60 piezas de artillería entre bombardas, cañones, culebrinas y pedreros. La mayoría de estas piezas iban emplazadas en los castillos de proa y popa y las restantes iban entre los bancos. Las bordas de las galeazas tenía pavesas con troneras.
En estos espacios es por donde hacían fuego los arcabuceros y mosqueteros, pudiendo llevar unos 500 infantes más sus 300 remeros, chusma o galeotes. Eran pesadas y de poca significación marinera, su equivalente contemporáneo es el navío de línea. Fue famosa La Real de don Juan.
De menor tamaño existía la galeota, sutil o media galera, una galera pequeña de relativa velocidad y buenas condiciones náuticas. Constaba de 16 a 20 remos por banda y tan solo un hombre en cada uno. Su aparejo se reducía a una sola vela latina, aunque podían llevar dos.
Para su defensa solía llevar fuego griego en los primeros tiempos y posteriormente arqueros/ballesteros o arcabuceros, algunos pequeños cañones o pedreros. Sin embargo, en Berbería construían galeotas grandes como galeras y muy parecidas a éstas, auque su dotación era de unos 200
La nao era una embarcacióm dotadas de cubierta y velas pero no dotadas de remos y se distinguía por tener un elevado francobordo, tres mástiles dotados de velas cuadras y castillos en proa y en popa. Su elora de unos 20 metros y 7 de manga. Es la evolución de la coca medieval.
La carabela se trata de una embarcación ligera, alta y larga (hasta 30 metros de eslora), estrecha, de aparejo redondo o latino y con tres mástiles, sobre una sola cubierta y elevado castillo de popa; navegaba a unos 8 nudos.
El casco se caracterizaba por su forma afinada.
Tanto la nao como la carabela son buques que permiten transportar muchas mercancías, lo que hace posible alimentar a la tripulación durante largas travesías, no precisa remeros y se aumenta la superficie y el número de velas. Se diferencian en el bauprés. Parecida a la carraca.
La pinaza era una nao de una sola cubierta. Y el patache un tipo de nave con dos palos, muy ligera y de poco calado, una especie de mezcla entre un bergantín y una goleta, destinado a la vigilancia e inspección de las costas y puertos desde el siglo XVI. Tenía velas latinas.
El galeón es una embarcación de guerra poderosa y muy lenta. Desde mediados del siglo XVI se convirtieron en el barco de comercio y militar principal de las naciones europeas. En el siglo XVI se describen las dimensiones de un galeón: con eslora 42 metros y de manga 10.
Característicos por su altura elevada, notablemente por la presencia de un considerable acastillaje (cubiertas y estructuras elevadas usadas como plataforma de tiro) a proa y a popa. Aunque algunos grandes galeones aparejaban cuatro palos, trinquete, mayor, mesana y contramesana
con velas cuadras en el trinquete y mayor, y latinas en los otros dos, el número normal se estableció definitivamente en tres. No se usaban velas cangrejas ni de cuchillo, la de mesana era latina. A esto se solía añadir una vela cebadera bajo el bauprés.
Los galeones más grandes o naves capitanas podían llevar ya varios puentes de artillería, más los cañones guardatimones y los cañones de caza, así como pedreros. En total unos 60 cañones, 350 marineros y artilleros y 300 infantes de dotación; 57 m de eslora y 9 de manga.
Famosos fueron el San Martín, buque insginia de don Álvaro de Bazán, el San Mateo, San Francisco o San Roque. Como motivos decorativos solían llevar una Virgen o Santo de su advocación en la popa y cruces, arcángeles o símbolos religiosos en las velas.
El galeón fue un buque polivalente creado para satisfacer las necesidades de una época en la que las flotas estaban poco desarrolladas y precisaban un navío potente con capacidad de carga y combate en travesías largas. Posteriormente sus funciones las irán tomando otros barcos.
Con el paso del tiempo van apareciendo otros tipos de embarcaciones más especializadas y los galeones de guerra, que se definen como un tipo específico durante el siglo XVI y XVII, acabarán siendo desplazados y derivando en el navío de línea del siglo XVIII.
Los bergantines y goletas reemplazaron a los galeones más pequeños, y las fragatas en los medios. Todas estas naves se simplificaron y redujeron en altura y el aparejo se racionalizó, fragmentándose el velamen y aligerando la estructura.
Desde principios del siglo XVIII las velas latinas se sustituyeron en este tipo de buques por velas áuricas. También desaparecieron primero el tormentín y durante la segunda mitad del siglo XVIII se fue generalizando el uso de velas de cuchillo para utilizarse la cangreja.
Así fue como las viejas galeras y galeones dieron lugar al navío del siglo XVIII. Una versión pequeña del galeón se llamó galeoncete, de menor tamaño y función similar a la corbeta y fragata posteriores. Abajo comparativa entre carabela, galeoncete y el galeón San Martín.
Por último el brulote un bajel cargado de materiales explosivos, combustibles e inflamables como pólvora o fuego griego, y dotado de arpeos en los penoles de sus vergas y del bauprés. Se destinaban a incendiar los buques de guerra enemigos fondeados o a destruir las formaciones.
Unas veces se dejaba el brulote abandonado a la corriente o al impulso de vientos favorables, y otras se trataba de aproximarse durante la noche. Después de quedar adherido mediante los arpeos de abordaje, se le daba fuego al tiempo de abandonarlo. Muy usados por los ingleses.
Hasta aquí el hilo de hoy, espero que les haya gustado.
Láminas de Carlos Parrilla y gráficos navales de Andrés López.
Cuadros variados.
Gracias por leer.
Nota: 1. Vela latina 2. Vela cuadra 3. Vela cuchillo o aúrica
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Ayer, 7 de octubre, en el hilo conmemorábamos el aniversario de Lepanto. ¿Pero sabían que la batalla casi no se libra? ¿Que hubo un duelo sobre la cubierta de una galera? ¿Que los españoles estuvieron a punto de amotinarse? El día que don Álvaro sujetó el carácter español. Hilo.
La Liga Santa logró reunir un total de 91.000 hombres entre marineros, chusma y soldados, de ellos 34.000 eran gente de armas. Por la parte real hispana, eran 20.231 los soldados, de los cuales sólo 8.160 eran de los Tercios españoles, 5.000 eran italianos y 4.987 alemanes.
A causa de la escasez de gente de armas en las galeras venecianas, que sin embargo sí llevaban muchos marinos, Juan de Austria decidió embarcar en ellas 4.000 infantes españoles, para reforzar su guarnición. También embarcó a 500 arcabuceros españoles en cada galeaza de refuerzo
Chipre había caído en las manos del Turco, que ansiaba hacerse con todo el Mediterráneo. Enfrente, una coalición cristiana comandada por don Juan de Austria y sus letales Tercios Viejos españoles. Una gran batalla naval sin parangón y hasta una intervención divina. Lepanto. Hilón
Chipre, en manos venecianas desde hacía tiempo, era el último de los Estados Cruzados que permanecía latina en el Mediterráneo oriental, y el sultán Selim II, como rey de Jerusalén, reclamó su jurisdicción sobre la isla con la intención hacerla una base para sus conquistas.
Entre 1567 y 1570 la capital de Chipre, Nicosia, había sido completamente fortificada siguiendo el modelo italiano, con 11 bastiones muy bien proyectados. En el momento de su asedio por los otomanos, la ciudad contaba sólo con 12000 hombres que resultaban aptos para combatir.
El imperio español se forjó en la mar, pero no sin un alto precio. ¿Sabían que España es el país con más barcos naufragados? ¿Que la mayoría de los pecios del mundo llevan pabellón español? ¿Pero dónde están? ¿De quién es la rica carga en un pecio? ¿Cuáles son más famosos? Hilo.
España ha sido a lo largo de la historia uno de los imperios más extensos, con tierras en prácticamente todos los continentes. Pero todo eso costó un alto precio, y supuso una necesidad de logística y rutas comerciales y militares de vastas distancias. El mar fue su principal vía
Con este objetivo impulsaron la creación de una gran flota repartida en distintas escuadras, además de convoyes comerciales y gran cantidad de barcos mercantiles, privados o estatales. Desgraciadamente, bien por mala mar, piratas o guerras, algunos no llegaron a su destino.
¿Sabían ustedes que vestimos con prendas marineras en nuestro día a día? ¿Que la moda está muy influenciada por el mundo naval? ¿Que muchas prendas tienen sus origen en los navíos de la Real Armada? La influencia marinera en la moda cotidiana y su significado original. Hilo.
Es posible que nos vistamos con ropa cómoda o bien que nos gusta y nunca se nos haya ocurrido pensar en su procedencia ni su función original. En el caso de muchas prendas de hombres y algunas de mujeres, su origen hay que buscarlo en las armadas europeas del siglo XVIII y XIX.
El más clásico en el armario de todo caballero en otoño es el pea coat o chaquetón marinero de lana. Esta prenda procede casi sin modificaciones de los chaquetones de los marineros de mediados y finales del siglo XIX, pero a su vez este procede de la guerrera o casaca del XVIII.
La satisfacción de vengar una afrenta. La toma de dos ciudades. Una gran escuadra. La disciplina española bajo el fuego que hizo huir a los famosos jenízaros otomanos. El día que los pabellones españoles oscurecieron el Mediterráneo. La conquista de Orán y Mazalquivir de 1732.
En abril de 1708, durante la Guerra de Sucesión Española, el bey otomano de Argel conquistó las estratégicas plazas de Orán y Mazalquivir, en el norte de África, que habían estado hasta entonces bajo dominio español, aprovechando los apuros de España, en la contienda europea.
Finalizada la guerra y afianzado en el trono, Felipe V organizó una expedición para recuperar las ciudades perdidas. La conquista fue en parte financiada por la ofensiva exitosa contra la República de Génova, dirigida hábilmente por el almirante de la Real Armada Blas de Lezo.
Julio de 1797. El vicealmirante Horatio Nelson arriba a las islas Canarias con una gran escuadra con intención de tomarlas, pero no cuenta con el arrojo de un pequeño contingente de milicianos, soldados y marinos, mandados por un anciano oficial. El día que Nelson perdió su brazo
El 21 de julio de 1797, el vicealmirante de la Royal Navy, flor y nata del Almirantazgo inglés, Horatio Nelson aparece en el horizonte, frente a Terife, con una formidable escuadra de 4 navíos de líne, 4 fragatas, 1 goleta, 1 balandra, lanchas de desembarco y más de 4000 hombres.
Sus órdenes: desembarcar y asaltar Santa Cruz de Tenerife, hacerse fuerte ahí y establecer una punta de lanza y base en Canarias para los ataques británicos a las costas andaluzas. Su plan táctico constaba de dos puntos importantes que permitiría hacerle salir victorioso.