Thread by @JFitzEdwards

Anoche lo decidimos. Bueno, lo decidió mi padre. Llamó a tío Fernando que está solito en Córdoba, lo invitó a la boda y le dijo a tita Carmen que nos íbamos a llevar a Willy para celebrarle una despedida de soltero como Dios manda y que no se preocupara que pagaba yo. Va hilo👇

Lo de que venga tío Fernando le hizo mucha ilusión a tita Carmen. Más que nada porque es un fotógrafo excepcional, además de haber dedicado su vida al diseño gráfico. Vamos, un artista. Y así le sale el reportaje gratis. Con razón me va a dejar una herencia sustanciosa. No gasta.

-Luis, nada de starletes, ni pinup girls saliendo de una tarta, ni cupletistas cantando coplas con poses flamígeras y sicalípticas. Que Fernandito siempre ha conocido a muchas artistas.
-Carmencita, que mi Luis nunca ha sido como tío Ramón.
-Pues vio «La blanca doble».
-Eso sí.

-Y cuidadito con dónde vais. Que lleváis al niño
-Tita, que ya tengo 55 años
-Pero sigues igual de tonto que con cinco.
Me sonríe y se vuelve hacia mi madre
-Lo siento, Pilarín, pero es así. Y yo lo quiero y lo sabes, pero… en fin
-Carmencita, a veces creo que le tienes manía

-Os recuerdo que estoy aquí
Les da todo igual. Se levantan y se van hablando tan felices de sus cosas. Que si el vestido, que si las flores… Mi padre se sirve un brandy, se enciende un habano y me dice:
-Nene, ¿nos llevamos a Willy o lo dejamos en la casa de los guardeses?
-Papá

Esta mañana, una vez que mi padre se ha levantado, maqueado y desayunado -tío Fernando había llegado muy temprano- nos hemos ido los cuatro para Málaga. Tío Willy -creo que ya debería llamarlo así-, al que tita Carmen había aleccionado convenientemente, no es que fuera muy feliz.

-Yo preferiría estar con mi palomita.Dice,al salir de Las Golondrinas
-¿Tú has visto «Los pájaros»?
-Papa…
Tío Fernando se ríe
-Pues así son las Ruiz de Almodóvar, Willy. Y son más de sesenta años de experiencia. Así que te estoy avisando, Landrú, que este es tu sexto matrimonio

Aparcamos en la plaza de la Marina y nada más salir, mi padre se empeña en tomarse el aperitivo en «El Pimpi». Así que nos vamos por la calle Larios y al pasar junto al «Chinitas», tío Fernando nos pide que nos paremos, saca la cámara y se lía a hacer fotos como un poseso.

Una preciosidad de rincón: la callecita y la torre de la Catedral al fondo. Pero es ver la foto en la pantalla de la cámara de tío Fernando y, sin que nadie se lo pida, mi padre empieza a contarnos la historia del día en el que tía Adelita vio al fantasma del padre de tía Anita.

Tía Anita era la esposa de tío Federico. El golfista. El que se empeñó en que lo enterráramos con la bolsa de palos de golf con la que había jugado en Saint Andrews y amenazó con aparecerse cada noche en caso de que no lo hiciéramos. El padre de Caddie, ¿lo recuerdan? Pues ese.

Tía Adelita estaba en Málaga con un grupo de beatíficas amigas participando en unos Ejercicios Espirituales Cuaresmales que inauguraba un lunes por la tarde-duraban un mes- el Obispo de Málaga, el futuro cardenal Herrera Oria. Un viaje de ayuno y oración le dijo a mis abuelos.

Al salir ya atardeciendo de la S.I. Catedral, felicísima y extasiada ante el verbo episcopal, creyó darse de bruces con don Gumersindo, el fallecido suegro de su hermano Federico. Fue un instante, pero, estaba casi segura. Se santiguó y esa noche rezó un Santo Rosario por su alma

El martes, y como estaban muy cerca de la Catedral, todo el grupito de encantadoras señoras se fue a meditar y rezar al Sagrario. Y otra vez, a la vuelta, tía Adelita que cree ver a don Gumersindo. Y le entró como una profunda desazón. Así que le rezó dos Rosarios completitos.

Y así el tercer y el cuarto y el quinto día. Cada noche redoblaba sus rezos. Y cada madrugada se despertaba azorada, viendo a los pies del lecho la cabeza de don Gumersindo que, según mi padre, era como una tinaja de aceite de una arroba
-Qué exagerado eres
-Me lo contó tu abuelo

Insiste.
-Si le tenían que hacer los sombreros a medida, Nene. Fíjate como sería esa cabeza que un año, el primo Caddie chiquitito, se quedó dormido en la feria, Pues lo acostaron en el sombrero del abuelo y lo taparon con un mantón de manila. Una cosa. Pasó media feria a verlo.

-¿Y qué pasó con tía Adelita? Pregunta Willy mientras se bebe a sorbitos el 7Up que se ha pedido.
-Pues esa tarde, era viernes de Cuaresma y ayunaba todo el día, al volver a la residencia, se le ocurrió encomendarse a san Dionisio que para eso se pasea con la cabeza en las manos.

-Que curioso, no lo sabía
-A ver Willy,¿qué te puedes esperar de un santo francés? Pues que sea un exhibicionista Se fue paseando por la cabeza hasta que encontró a una dama, se la dio y se desplomó. Muy francés todo.Y es que los franceses son lo que son. Unos petimetres cobardes

En la mesa de al lado -¡cómo no!- había unos franceses. No es que se les notara, es que nos miraron con cierto enfado y yo creo que mi padre los había oído hablar y quería divertirse un poco.
-Disculpe, ¿nos ha llamado cobardes?
-A ustedes, no. No tengo el placer, a los franceses

-Somos franceses.
-Pues entonces, sí.
El francés se queda patidifuso y no sabe qué contestar. Entonces, mi padre llama al camarero, le pide la cuenta, me señala, coge a tío Willy del brazo, tío Fernando ya estaba en la puerta y me deja como a Gary Cooper. Sólo ante el peligro.

El francés grita no sé qué de Napoleón y dos o tres veces Vive la France! Mi padre, desde la puerta que da a la Alcazaba, da vivas al Dos de Mayo, al Duque de Wellington y grita Bailén, Leipzig, Waterloo… Yo, como si no conociera a mi padre, pago y dejo una buena propina.

El camarero, que ha captado perfectamente el mensaje, le dice al francés que se calle que está llenando de virus el ambiente y es momento. Y que deje de molestar a tan queridos y excelentes clientes o llama a los guardias. El francés se sienta enfadadísimo. Y mi padre tan feliz.

Ya en el Muelle Uno y disfrutando de un sol maravilloso, nos liquidamos unos cuantos platos de boquerones fritos, adobo, calamaritos, jibia y unas lubinas a la brasa espectaculares. Como tío Willy sólo se ha pedido una ensalada, el resto damos buena cuenta de su parte.

Mientras llegan las lubinas, y a petición de tío Fernando nos termina de contar lo de tía Adelita.
-Pues que el sábado va a la Catedral y a la vuelta ya no ve a don Gumersindo. Y claro, ella, tan beata, lo achaca a un milagro de san Dionisio y le reza agradeciendo su intercesión.

Pero el lunes lo vuelve a ver. Y otra vez la historia. Hasta que el sábado san Dionisio se tira el detalle y lo quita de su vista. Pues a rezar otro rato. Y así se tiró todo el mes. De lunes a viernes veía a don Gumersindo y los fines de semana, no. Todo el mes de retiro igual.

Cuando volvió a Córdoba, fue a merendar con mis abuelos y les contó su nueva experiencia mística.
-Creo que el Señor lo puso en mi camino para que le rezara porque lo necesita allá en el Purgatorio. No fue mal hombre pero tendría sus pecadillos. He sido un instrumento divino.

-Una trompeta de Jericó, dijo y tío Ramón que andaba por allí.
-Me siento elevada espiritualmente, queridos míos. Ahora veo esa cara sonreír cada noche en mis sueños.
Al poco, mi abuelo y tío Ramón ya no podían aguantarse la risa. Se disculparon y salieron rumbo a la biblioteca.

La cuestión era que don Gumersindo no había muerto. Al jubilarse y enviudar se volvió a su Málaga natal y todos los días almorzaba con los amigos en el «Chinitas» y a media tarde -justo cuando tía Adelita salía de la Catedral- tras la tertulia se volvía a su casa dando un paseo.

Se preguntarán porqué tía Adelita lo creía muerto. La explicación es fácil: unos años antes la pobre tía había organizado un homenaje a un canónigo de la Catedral que había sido nombrado para un alto cargo en Roma y como había sido compañero de colegio de tío Federico, lo invitó.

Dijo que sí encantado. Era un buen amigo. Pero una semana antes se dio cuenta de que le coincidía con un Torneo de Golf. Y para tío Federico no había nada más importante que el golf. Pero conocía el carácter y los enfados de tía Adelita. Así que enterró al suegro. Y en paz.

Luego, no supo como decírselo a la tía y al final, lo dejó estar. Hasta que se le apareció entre el «Chinitas» y la «Manquita», que es como llaman los malagueños a su Catedral. Y como a ella le hacía tanta ilusión ser un instrumento del Señor, pues nadie quiso quitársela nunca.

En el café, tío Willy se queda frito. Y entonces, mi padre ve su oportunidad. Se levanta y se dirige a un grupo de jovencitas veinteañeras. Yo colapso, tío Fernando se ríe. Con esa labia que tiene, las convence para hacerse una foto con tío Willy. Al abuelo le hace ilusión, dice.

Así que le ha puesto unas gafas de sol y tío Fernando le ha sacado una docena de fotos, con todo el grupo de muchachas. Unas monadas, por cierto. Rubias, morenas y pelirrojasLa ha titulado «El harén malagueño de Willy» y se la ha enviado al móvil de tita Carmen.

A ver que ambiente nos encontramos al llegar. Tormenta en Las Golondrinas, supongo. Por eso se lo cuento ahora. Mañana no sé dónde estaremos. Por si acaso, hemos parado a tomar un piscolabis. Tío Willy, no. Él duerme en el coche. Ya les iré contando.