Será que una de las cosas que vendrán con la casi segura próxima salida de Trump es que las campañas de desinformación aumentarán su virulencia, su violencia, tenderán a una polarización aun mayor. Si, aun mayor. Se puede.
Hoy día buena parte de la audiencia, simpatice o no con Trump, esta convencida que BLM son casi un grupo de terrorismo domestico, equiparable a sus contrapartes como los Proud Boys y los Boogaloo. Ambos en extremos de la segregación racial.
También la audiencia da por hecho que todo esto se resume y se reduce a progres y wokes, para sobresimplificar luchas sociales muy válidas, pero, cierto, llevadas al extremo de la intolerancia. La nueva tiranía de la corrección social.
Ahí vendrá el aprovechamiento exacerbado de los movimientos feministas, ambientalistas y demás.
Pero los que serán un verdadero dolor de cabeza, una piedra permanente en el zapato, seguirán siendo los QAnon, que además, traslapa con todo y todos.
Pero los que serán un verdadero dolor de cabeza, una piedra permanente en el zapato, seguirán siendo los QAnon, que además, traslapa con todo y todos.
El problema es que esas dinámicas se basan en un impulso básico humano, la necesidad de ser y pertenercer a grupos, por la afinidad de los intereses comunes, pero llevadas a extremos irreconciliables. Mera, pura y dura, polarización. Vaya papa caliente. Eso que se visibilizó.
Siempre ha estado ahí, solo hoy tiene poder. Y tan lo es, que hasta a acá nos ha salpicado esa polarización, en buena parte, basada en nada más que homofilia; creerle, validarse y afirmarse desde y hacia los similares.
La época que viene tiene un reto creo que nunca antes visto.
La época que viene tiene un reto creo que nunca antes visto.
Desafía, en su punto más complejo, más difícil de entender y cambiar, la identidad misma de quien esta del otro lado de la pantalla, del ser humano mismo.
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