Nuestra historia comienza en el Madrid de mediados de los 60. Una ciudad con SEAT seiscientos, donde se rodaban películas de Conchita Velasco y Tony Leblanc, donde jugaba el Real Madrid Ye-Yé.
Un par de kilómetros al sur del estadio de Chamartin, en la plaza de Colón, la inmobiliaria Osinalde acababa de comprar unos edificios residenciales en la esquina noroeste de la plaza.
Los que están arriba a la derecha de esta foto.
La inmobiliaria quería construir un par de torres y le encargó el proyecto a Antonio Lamela. Como el suelo era residencial, los primeros proyectos de Lamela eran dos rascacielos de viviendas y apartamentos.
Primero se pensaron en tres viviendas por planta, luego en dos y, al final, la inmobiliaria consideró que debía construirse una única vivienda por planta. Una vivienda de superlujo, eso sí, pues cada planta tendría nada menos que 400 m2.
Como no sabían si en el Madrid de 1965 iba a haber mercado para semejantes pisos, en una finca de las afueras, decidieron construir una planta a escala 1:1 a modo de piso piloto.
Esa "rodaja" de la torre siguió en pie durante mucho tiempo como vivienda independiente, por cierto.
A principios de 1969, comienza la obra con la demolición de los edificios preexistentes y la excavación de la cimentación.
Sin embargo, en ese momento, un cambio en la normativa exige un mayor número de plazas de garaje que las inicialmente contempladas en el proyecto, lo cual obliga a Lamela a repensar completamente el sistema estructural.
Con una superficie tan reducida en planta, era imposible meter las plazas de garaje exigidas manteniendo los pilares que sujetaban las plantas...
...así que Lamela decidió una solución radical. Las plantas no tendrían pilares: estarían COLGADAS.
Claro, las plantas (los forjados) no se apoyarían unos encima de otros encima de pilares sino que se colgarían de un sistema de cables desde una gran estructura de hormigón superior.
Como los cables son mucho más finos y pueden ir por el exterior de la fachada, el resultado es que las plantas eran perfectamente diáfanas, sin ningún soporte interior (salvo los pilones centrales, claro)
El proceso, pues, consistió en construir los dos grandes pilones de hormigón, que además servían como elemento de rigidización estructural y núcleo de ascensores y escaleras y, una vez construidos, ir descolgando planta a planta.
En este GIF se entiende bien cómo se hizo.
Sin embargo, el 7 de julio de 1969, con las pilonas terminadas y las cabezas a punto, el Ayuntamiento de Madrid ordenó parar la construcción. Alegaban que se incumplía la normativa y, de hecho, ordenaron la demolición inmediata de las obras.
Por supuesto, tanto la inmobiliaria como Lamela litigaron contra la resolución municipal. De hecho, la pelea desató un buen revuelo en la ciudad, llegando a aparecer en la portada de los periódicos.
Tras tres años de paralización, con la obra en este estado...
...el Tribunal Supremo dio la razón a la inmobiliaria y a Lamela. Además, el ayuntamiento cambió el uso de los edificios de residencial a oficinas a modo de indemnización, pues las oficinas eran mucho más rentables que los apartamentos.
Y las obras continuaron.
El nuevo uso terciario permitió a Lamela cambiar la fisionomía exterior de los rascacielos, pues ya no necesitaban terrazas, sino que podía ser una fachada continua. Propuso una solución con vidrios inclinados según líneas horizontales.
Pero al final la cambió por una fachada similar, pero con las inclinaciones en vertical, lo cual tenía mucho más que ver con la solución estructural: si las plantas colgaban de unos cables exteriores, lo suyo es que esos cables fuesen elemento compositivo fundamental de fachada.
Y con esa fachada y los tirantes exteriores, las Torres de Colón se finalizaron en 1976 y dominaron la plaza de Colón durante más de una década.
Eran un símbolo de Madrid.
Sin embargo, a finales de los 80, con la nueva normativa antiincendios, los edificios emprendieron una nueva reforma.
Era sencillo, les faltaba un sistema adecuado de evacuación.
Como había dicho una vez en televisión, Lamela era un tipo enormemente optimista "con cualquier problema al que el hombre tiene que enfrentarse".
Y desde luego que era optimista. Tanto que propuso como sistema de evacuación, una manga de plástico que se colocaría por el exterior y por la cual "los usuarios se
introducían e iban bajando a una velocidad mayor o menor en función del rozamiento".
Algo así, pero a la mecagüen
Por supuesto que lo de la manga no fue aceptado, y eso que era una patente homologada (se llamaba "mevo"). Así que a principios de los 90, el propio Lamela, ya con 64 años, diseñó una superestructura que uniría las dos torres y de la que descolgaría la escalera de incendios.
Además, esa superestructura serviría para ocultar antenas y pararrayos. Se forró de unas planchas verdes con unas formas pseudo art-deco.
En seguida, a ese remate se le comenzó a llamar "el enchufe" por razones obvias.
Además, se colocó una segunda piel de vidrio exterior redondeada en las esquinas.
Esa es la imagen que la mayoría de los madrileños (y visitantes) tienen de lo que son las Torres de Colón: dos prismas de vidrio color bronce rematados por un enchufe verde.
(Sé que es una imagen que gusta a mucha gente pero, en realidad, esa cosa art-deco fake, por mucho que la diseñase el propio Lamela, era impropia de alguien con su talento y capacidad. Quizá es que ya estaba mayor y muchos creadores desbarran un poco en su última etapa)
Antonio Lamela murió en 2017 a los 91 años de edad. Fue un gran arquitecto aunque, dentro del mundillo siempre se le vio un poco en el segundo escalón, quizá porque también fue un empresario de éxito.
Uno de sus últimos deseos era volver a "desenchufar" las Torres de Colón.
En 2016, un año antes de la muerte de Lamela, el ayuntamiento volvió a permitir el uso residencial y hotelero en la Torres y sus actuales propietarios (Mutua Madrileña) decidieron acometer una reforma integral para adecuarlo al nuevo uso.
Entre los proyectos presentados a esa remodelación estaba el de su hijo Carlos Lamela, director del actual Estudio Lamela. Era este, quitar el enchufe y "continuar" hacia arriba la misma lógica estructural hasta la altura máxima permitida (que es, por cierto, la del enchufe).
El ganador del concurso no fue el de Carlos Lamela sino el del arquitecto Luis Vidal. Es similar al que hemos visto antes pero no existe esa continuidad compositiva en los cables.
Sinceramente, a mí me gusta menos.
Sea como fuere, a fecha de hoy, las Torres de Colón ya se están "desenchufando" y nunca más volverán a ser como antes.
Y con estas cuatro fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos de Antonio Lamela, de las Torres de Colón, del enchufe y de #LaBrasaTorrijos de hoy.
Si os ha gustado, hacedme RTs, FAVs, follows o compradme un buen par de tirantes!
O también podéis hacer una aportación puntual en este enlace TAN fácil: paypal.me/pedrotorrijos
(Es la hora de pasar la gorra!)
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.
Si queréis conocer más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:
Archivo RTVE, Estudio Lamela, Concha Esteban, Carlos Madrid, AzkBizkDie, Benjamín Núñez, Ron Kroon y Victor Sainz/El País.
(Fin del HILO 🔌🏙️🔃)
(Y en el capítulo de la semana que viene vamos a viajar al otro extremo del mundo para conocer la catedral que se construyó con tubos de cartón)
Unas cuantas codas al episodio de ayer:
Un par de acreditaciones que olvidé. Obviamente a Luis Vidal por el render de su proyecto...
...y estas cosas maravillosas que pasan en Twitter: me contactaron la madre y el nieto de Máximo de la Casas, el autor de esta foto que aparece varias veces en el capítulo. Gracias a ambos por avisar!
El "mevo" eran las siglas de Manga de Evacuación Vertical Otis. Esta especie de tubo textil por donde se desliza la gente huyendo del incendio.
Y aquí un par de fotos del cacharro en cuestión. Weeeeeeeeeee!
El primer nombre de las Torres de Colón fue "Torres de Jerez" (o Torres Rumasa) porque el propietario era José María Ruiz Mateos. Aquí un anuncio y una foto de Ruiz Mateos con el logo de Rumasa en la cúspide de las torres.
(Si me leéis desde otro lugar que no sea España, José María Ruiz Mateos era algo así como el Donald Trump ibérico)
Y la coda más importante porque fue un olvido IMPERDONABLE. Citar a los tres ingenieros que idearon la solución estructural. Porque la idea de colgarlo fue de Lamela, pero la solución fue de Carlos Fernández Casado, Leonardo Fernández Troyano, Javier Manterola.
Una cosa más: yo siempre intento contestar a TODOS, pero sencillamente no siempre puedo. A veces se me escapan algunas menciones y a veces se me escapan muchas. No soy un divo ni de lejos.
Entonces, si me habéis añadido algo o me habéis preguntado algo y no os he contestado, volved a hacerlo un par de días más tarde (como el lunes o así), que ya se habrá parado la tormenta de menciones, y entonces no se me escapa prácticamente nada.
SUS QUIERO!
• • •
Missing some Tweet in this thread? You can try to
force a refresh
Otra cosa que hacen en Wetaca y que a mí me parece guay es que también te llevan a casa materia prima directa de sus proveedores, todos locales: patas de pulpo, entrecots, fruta y un café que tiene muy buena pinta, la verdad.
Como ya dije un día, son una empresa de Villaverde (barrio obrero del sur de Madrid, donde yo vivo, además) y han estado dando de comer en la pandemia a un montón de gente.
En los 60, Nueva York proyectó una mega-autopista y construyó dos Torres Gemelas. Y para ello derribó medio Bajo Manhattan: 24 hectáreas de historia.
Por suerte, alguien fotografió todo antes de caer.
En #LaBrasaTorrijos de hoy, Danny Lyon y la muerte del viejo mundo
HILO 👇
Una mañana de marzo de 1967, un joven fotógrafo de miraba por la ventana de su apartamento del Bajo Manhattan. Acababa de regresar de Chicago y había encontrado un alquiler bastante barato en el sur de la isla.
Al otro lado de la ventana, los edificios empezaban a caer.
La historia de Nueva York está llena de destrucción de la ciudad—de destrucciones, en realidad— llevadas a cabo por la propia Nueva York.
En el capítulo del Triángulo de Hess contamos una de ellas y su (divertido) resultado.
Si ampliamos la foto, vemos que es un trozo de ladrillo encatrado en un pavimento como de asfalto. Si abrimos el campo, vemos que, efectivamente, tiene algo menos de un metro de ancho pero es bastante largo. Unos 30 metros en total.
¿Y esa línea blanca de la derecha?
Resulta que esa banda de algo menos de un metro de ladrillo no está en la calle. Como podemos adivinar por el nombre de la web de la que he extraído la foto, esa banda de ladrillo encastrada en un suelo de asfalto está en un circuito de carreras.
En Johannesburgo hay un rascacielos hecho para el lujo de los blancos pero que acabó siendo la chabola más alta del mundo.
Una torre oscura, controlada por mafias, medio abandonada y que incluso quisieron convertir en cárcel.
Cuando nos preguntan por Sudáfrica, a unos cuantos españoles se nos viene a la mente...bueno, ya sabéis, Iniesta de mi vida.
El país que albergó el Mundial 2010 era un país moderno, abierto, perfectamente capacitado para organizar un evento internacional de ese calibre.
Tampoco fue el primero, claro. En 1995 ya habían organizado ( y ganado) el mundial de rugby.
Una cosa que me gusta mucho de las elecciones USA es recordar la enorme cantidad de topónimos no anglosajones que tienen.
Solo mirando condados en Arizona (que es un topónimo español, obviamente) tenemos:
Apache, Cochise, Pinal, Pima, Yuma, Gila, La Paz, Navajo, Santa Cruz...
Pero es que además hay muchos topónimos que nos suenan superyanqui cuando, en realidad, son nativos americanos: Chicago, Nebraska, Wyoming, Dakota, Minnesota, Illinois, Arkansas, Wisconsin, Delaware, Massachussets...
(Por cierto, Kansas se pronuncia /kÁnsas/, pero Arkansas se pronuncia /arkansÁ/)