En los 60, Nueva York proyectó una mega-autopista y construyó dos Torres Gemelas. Y para ello derribó medio Bajo Manhattan: 24 hectáreas de historia.
Por suerte, alguien fotografió todo antes de caer.
En #LaBrasaTorrijos de hoy, Danny Lyon y la muerte del viejo mundo
HILO 👇
Una mañana de marzo de 1967, un joven fotógrafo de miraba por la ventana de su apartamento del Bajo Manhattan. Acababa de regresar de Chicago y había encontrado un alquiler bastante barato en el sur de la isla.
Al otro lado de la ventana, los edificios empezaban a caer.
La historia de Nueva York está llena de destrucción de la ciudad—de destrucciones, en realidad— llevadas a cabo por la propia Nueva York.
En el capítulo del Triángulo de Hess contamos una de ellas y su (divertido) resultado.
Con todo, la renovación más masiva de Manhattan se llevó a cabo después de la Segunda Guerra Mundial, como consecuencia de un factor esencial: el nacimiento de la clase media con poder adquisitivo.
Nacía la era de Mad Men.
De hecho, Don Draper es quizá uno de los mejores vehículos para explicar lo que significó la década de los 50 en Nueva York: las familias empezaban a tener dinero y querían vivir en una casita en las afueras (lo que los yanquis llaman "suburbios").
Al irse a las afueras, las familias empezaron a abandonar el centro de Manhattan, que empezó a ser esencialmente un núcleo comercial y de negocios.
Era la época de los grandes rascacielos de oficinas, como el Seagram (iz.) o el Lever House (dr.)
Claro, la gente se iba a vivir a las afueras pero iba a trabajar a Manhattan, así que también fue el momento de construir carreteras que diesen acceso a la isla.
Y allí estaba Robert Moses para plantar sus proyectos.
Este señor.
Moses da para un capítulo entero solo para él, pero baste decir que fue el gurú urbano de Nueva York durante la mitad del siglo XX.
En 1959, para canalizar el tráfico del exterior al interior, propuso una mega-autopista que ATRAVESARÍA TODO EL BAJO MANHATTAN.
La llamó LOMEX.
El LOMEX (LOwer Manhattan EXpressway) era una burrada que ponía en peligro la mitad de la ciudad. Pero es que, además, Moses encargó a Paul Rudolph un proyecto para rodear la autopista. Unas megaestructuras brutalistas híbridas como sacadas de una novela de ciencia ficción.
Algunas imágenes recientes de como habría quedado el LOMEX de Moses y Rudolph si se hubiese construido porque, obviamente, no se construyó.
En efecto, el LOMEX no se construyó, pero Manhattan siguió derribándose. Desde el 62 al 68, la ciudad demolió la parte superior de la vieja Penn Station para construir encima el Madison Square Garden.
Obviamente, estas decisiones de derribo y renovación no eran siempre bien recibidas pero tampoco se habían tomado a la ligera. Normalmente tenían razones sociales o, sobre todo, económicas.
Claro, como la gente abandonaba Manhattan para irse a las afueras, los alquileres comenzaron a bajar en picado y, a cambio, el suelo de oficinas subía sin parar.
Y esto significó la muerte del viejo Bajo Manhattan.
A finales de los 50, el banquero David Rockefeller comenzó a comprar gran parte de los edificios que conformaban el Bajo Manhattan. Lugares que habían estado llenos de vida como Radio Row, la calle West o la calle Church.
Calles y edificios que habían sido el corazón de Manhattan en los años 30
Pero hacía ya tiempo que esos edificios estaban abandonados.
Eran viejos.
Eran fósiles de otro tiempo.
Esa zona del Bajo Manhattan, Rockefeller sugirió a la Autoridad Portuaria de Nueva York, que lo que más revitalizaría la ciudad iba a ser un gran núcleo de negocios y oficinas.
Lo llamaron World Trade Center, y su emblema serían dos enormes torres prismáticas.
En mayo de 1966, una vez aprobado el proyecto del World Trade Center, la Autoridad Portuaria autorizó el derribo de 24 hectáreas del Bajo Manhattan.
24 hectáreas de historia de la capital del mundo.
Algo menos de un año más tarde, una mañana de marzo de 1967, un jovencísimo fotógrafo de Brooklyn se asomaba por la ventana de su apartamento para ver la destrucción del Bajo Manhattan.
Danny Lyon tenía 25 años y, en ese momento, comenzó a componer lo que el mismo llamaría "una canción sobre esta destrucción".
Durante los siguientes meses, Lyon paseó por las calles desiertas fotografiando las puertas, las esquinas vacías, las fachadas a punto de caer bajo la piqueta.
Las viejas tiendas doblemente condenadas.
También entró en algunos edificios antes de caer, para mirar lo que seguiría en pie.
Danny Lyon retrató a quienes trabajaban.
Y también se autorretrató.
Enseguida, Lyon tuvo claro que lo que estaba haciendo no eran meras fotografías. Era un ensayo en formidable blanco y negro de una época frágil y perecedera.
Tomó las 75 mejores fotos y las editó un precioso libro al que llamó "La destrucción del Bajo Manhattan".
"La destrucción del Bajo Manhattan" es una maravilla. Es una joya de la fotografía y, para mí, uno de los mejores libros de fotografía de arquitectura. Quizá porque no retrata edificios impolutos y maquillados para la foto, sino edificios imposiblemente bellos, antes de morir.
Si queréis conocer más de la formidable obra de Danny Lyon, tenéis que visitar la exposición que el Museo ICO (@museoico) ha montado precisamente sobre "La destrucción del Bajo Manhattan".
Por cierto, que el catálogo de la exposición es un facsímil del libro original de Lyon. Creedme que merece la pena.
Y con estas tres fotos que resumen muy bien el episodio de hoy, vamos a despedirnos Danny Lyon, del viejo Bajo Manhattan y de #LaBrasaTorrijos de hoy.
Si os ha gustado, hacedme RTs, FAVs, follows o compradme un martillo de demolición!
Nos vemos en un nuevo capítulo el próximo jueves a la misma hora.
Si queréis conocer más territorios improbables, todos los episodios de #LaBrasaTorrijos están archivados en mi tuit fijado, que es este hilo de hilos de hilos:
Si ampliamos la foto, vemos que es un trozo de ladrillo encatrado en un pavimento como de asfalto. Si abrimos el campo, vemos que, efectivamente, tiene algo menos de un metro de ancho pero es bastante largo. Unos 30 metros en total.
¿Y esa línea blanca de la derecha?
Resulta que esa banda de algo menos de un metro de ladrillo no está en la calle. Como podemos adivinar por el nombre de la web de la que he extraído la foto, esa banda de ladrillo encastrada en un suelo de asfalto está en un circuito de carreras.
En Johannesburgo hay un rascacielos hecho para el lujo de los blancos pero que acabó siendo la chabola más alta del mundo.
Una torre oscura, controlada por mafias, medio abandonada y que incluso quisieron convertir en cárcel.
Cuando nos preguntan por Sudáfrica, a unos cuantos españoles se nos viene a la mente...bueno, ya sabéis, Iniesta de mi vida.
El país que albergó el Mundial 2010 era un país moderno, abierto, perfectamente capacitado para organizar un evento internacional de ese calibre.
Tampoco fue el primero, claro. En 1995 ya habían organizado ( y ganado) el mundial de rugby.
Una cosa que me gusta mucho de las elecciones USA es recordar la enorme cantidad de topónimos no anglosajones que tienen.
Solo mirando condados en Arizona (que es un topónimo español, obviamente) tenemos:
Apache, Cochise, Pinal, Pima, Yuma, Gila, La Paz, Navajo, Santa Cruz...
Pero es que además hay muchos topónimos que nos suenan superyanqui cuando, en realidad, son nativos americanos: Chicago, Nebraska, Wyoming, Dakota, Minnesota, Illinois, Arkansas, Wisconsin, Delaware, Massachussets...
(Por cierto, Kansas se pronuncia /kÁnsas/, pero Arkansas se pronuncia /arkansÁ/)
En California hay una casa con más de 150 habitaciones y 5.000 puertas y ventanas. Una casa que creció como crece un trastorno mental y como crece una obsesión.
Nuestra historia comienza una noche noviembre de 1881 en una pequeña mansión de New Haven, Connecticut.
En un dormitorio apenas iluminado por un candil de aceite, el medium Adam Coons (también conocido como Koombs) practicaba una sesión de espiritismo junto a la dueña de la casa, una viuda de apenas 42 años.
Junto a los acantilados de Mar del Plata hay un edificio en ruinas que parece llegado del futuro.
No muchos argentinos lo conocen pero es una OBRA MAESTRA (en mayúscula) de la arquitectura mundial.
En #LaBrasaTorrijos de hoy, la extraña historia del Parador Ariston.
HILO 👇
Mirando los mapas del sureste de Mar del Plata, a la altura de los Acantilados y Playa Serena apenas se distingue nada. Una tienda de churros, una farmacia, restaurantes para llevar...
...y un lugar que pone "Parador Ariston" y "CERRADO"
Pero si ponemos la vista satelital, vemos que ese Parador Ariston no es igual que los demás edificios.