En 1976 Terry Snow entrevistó a Alfred Brendel sobre sus puntos de vista acerca de la obra de Bach para teclado, la cual hasta ese entonces Brendel había evitado ejecutar en sus conciertos.
Brendel cambió de opinión en esa época. Al haber sido alumno de Edwin Fischer, quien transmitía la música de Bach de una manera única y con poderosa autoridad, le tomó tiempo considerar que estaba listo para abordar a Bach en sus propios términos.
En un principio, Brendel no se sentía muy convencido por las ejecuciones “históricas”. Sin embargo, para él la obra de Bach es menos dependiente de los instrumentos contemporáneos que la de Monteverdi, Domenico Scarlatti, Purcell, Rameau y Couperin.
Entre las ventajas de interpretar las obras para teclado de Bach en piano, Brendel considera el hecho de que este es más adecuado para las salas de concierto modernas. Además, para Brendel dichas obras están llenas de posibilidades latentes.
Para Brendel, existe un grupo de obras de Bach que tienen un carácter profético, como si hubieran sido sido escritas para un instrumento del futuro. Brendel cita el Preludio BMW 922, el cual considera más apropiado para el piano que para el clavecín.
Sobre las transcripciones para piano, Brendel considera que algunas de los preludios corales para órgano de Busoni transmiten a Bach gloriosamente. Otras al menos dan al pianista la oportunidad de invocar el sonido y volumen de un órgano, así como la reverberación de una iglesia.
Para Brendel, no haya “reglas” de interpretación que deben ser automáticamente aplicadas a la obra de Bach. El pianista debe examinar las convenciones y determinar si son aún válidas, y preguntarse si están vinculadas a la estructura musical y contribuyen al carácter de la obra.
Al final de la entrevista, Brendel incluye una nota final escrita en 2015 explicando como habían cambiado sus opiniones desde 1976, sobre todo con el desarrollo de orquestas de épocas cuya precisión y refinamiento se equiparan a los de las grandes orquestas convencionales.
De igual modo, pianistas como András Schiff redescubrieron Bach, y lo restablecieron en las salas modernas de conciertos. Para Brendel, la coexistencia de las interpretaciones “históricas” y modernas” es algo que debe darse por sentado.
Ya casi llegamos al final de este maravilloso libro. En esta sección, Brendel comparte varias entrevistas. La primera de ellas fue en 1972 con Jeremy Siepmann, músico, locutor, articulista y autor de varios libros sobre música.
Si bien después de 377 hojas ya tenemos una buena idea sobre las opiniones de de Brendel sobre la música y el quehacer musical, en esta entrevista revela varios puntos de vista.
En este capítulo, Alfred Brendel hace una reseña de “The New Grove Dictionary of Music and Musicians”, publicado en 1980 y que a la fecha es considerada una de las mejores obras referenciales en la materia.
Brendel recuerda que cuando tenía 13 años leyó completamente el “Musiklexikon”, obra de Hermann Albert de 1927, la cual considera “la base de su modesta erudición musical”, ideal para la introducción a los términos y materias musicales.
Como músico, qué difícil debe ser despedirse del escenario. En este capítulo Brendel reflexiona sobre su retiro, y sobre lo que hace posible a un intérprete enfrentar una vida como concertista.
Para Brendel en primer lugar está una tríada de talento, constitución física y suerte. Pero hay mucho más que añadir: confianza en sí mismo y autocrítica, ambición y paciencia, perseverancia sin fanatismo, buena memoria, nervios de acero (para el escenario y para leer reseñas)…
“A ten-year-old draws all gazes upon himself. Small and handsome, he sits at the first desk of the cello section right next to the conductor and hardly looks at the music, obviously mesmerized by Sir Simon Rattle who instils into him and others Mahler’s First Symphony”.
En este capítulo Brendel habla de la Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela, compuesta de niños de 9 a 13 años, que debutó en el Festival de Salzburgo en 2013 bajo la batuta de Sir Simon Rattle.
Beethoven compuso sus últimos cuartetos en un periodo de dos años y medio, aproximadamente en el mismo tiempo que Schubert escribió sus tres últimos. Se dice que antes de morir, Schubert pidió escuchar el Cuarteto Op. 131 de Beethoven.
En una antigua edición de los últimos cuartetos de Beethoven aparece esto: “This music is so completely dissociated from all that is material, so thoroughly the expression of a spirit governing being all earthly matters that it well nigh reaches the borders of music itself”.
Brendel inicia hablando de los orígenes del cuarteto de cuerdas. "We owe the genre, as we know it today, to an easily undervalued composer - Joseph Haydn (…) one can say without exaggeration that the string quartet, one of the most precious musical forms, was his creation”.
Durante el siglo XVIII la música instrumental gradualmente superó en estima a la música vocal. Gracias a Haydn la forma y estilo del cuarteto de cuerdas quedaron establecidas a partir de 1750.