Jamás se imaginarían qué noche más azarosa he tenido. Yo, que de natural, disfruto de plácidos y felices sueños, no estoy acostumbrado a sufrir pesadillas. Pero les aseguro que preferiría protagonizar un relato de Stephen King antes que la alucinación de esta madrugada. Va hilo👇
He soñado con Celedonio. Lo sé. Sólo la posibilidad aterra. Pues imaginen lo que puede ser una larga pesadilla protagonizada por semejante tipo. Cuando conseguí despertar, sentí las sábanas empapadas en mi sudor, mi corazón latía desgarrándose. Grité. Realmente, di un alarido.
Aquel estruendoso bramido reverberó por la galería y de inmediato, la puerta de mi habitación se abrió. Mi madre entró como una exhalación y tras ella, tita Carmen, con su redecilla para el pelo. Al instante, Conchita y Amalia. Ya estaba toda la brigada paramaternal en pleno.
Encendí la luz y allí las vi, rezando arrodilladas. No sé que es peor, si soñar con Celedonio o que ellas crean que estoy poseído y se vean en la obligación de rezar por mi alma. Al cuarto avemaría llegó el «gorrioncillo de la campiña» que es como llama mi padre ahora a tío Willy
Pero nada más llegar dio media vuelta, impelido urgentemente por tita Carmen para que buscara inmediatamente a don Ramiro que, dicho sea de paso, ha decidido que como no quitamos el belén hasta la Candelaria él se queda con nosotros para acompañarnos y atendernos espiritualmente.
-De los puros, ya hablamos otro día, ¿no, don Ramiro?, comentó mi padre cuando nos lo comunicó durante el almuerzo.
-Por Dios, don Luis, ¿para qué vamos a dejarlo? Hablamos durante el café.
-Definitivamente, tiene usted un don. Dios acertó cuando le llamó por la vía mendicante.
Así que si no tenía suficiente con el sudor provocado por la delirante pesadilla celedónica, don Ramiro, adormilado, bostezando, y sin saber muy bien de qué iba el asunto que le ocupaba en aquellos momentos, se explayó a gusto dándole uso al hisopo de plata repujada de la capilla
Finalizado el «rito purificador del alma atormentada de Jacobo» como llamó tita Carmen a semejante sainete, y cuando no serían ni las seis de la mañana -¿para qué mirar el reloj y sufrir aún más?-, hube de levantarme, ducharme y volverme a dormir en un dormitorio de invitados.
La verdad es que casi no he podido dormir. Han sido horas de inquieto duermevela. La deleznable imagen de Celedonio iba y venía a mi atormentada mente y no he tenido más remedio que abandonar el lecho a eso de las diez y bajar a desayunar a ver si se me pasaba la impresión.
Mi madre me ha dicho que me quede tranquilo que ellas le han rezado a San Miguel Arcángel para que no tenga más pesadillas y que en la misa de hoy todas las intenciones ya ha previsto don Ramiro que se hagan por lo mismo, aparte de por el Santo Padre y los Reyes como cada domingo
En cuanto aparezca mi padre se lo tengo que contar todo con detalle. Está claro que él es muy responsable de esta pesadilla, pues está directamente relacionada con la llamada que recibimos a media tarde. No sé como se haría Celedonio con el teléfono de Las Golondrinas pero llamó.
No les negaré que tenía unas sesenta llamadas perdidas en el móvil que ignoré conscientemente. A ver que interés podría yo tener en conversar con semejante primate al que habitualmente evito, aunque vivamos en la misma finca. A Dios gracias, separados por las Hermanas Toledano.
Pero llamó, contestó mi padre en su despacho -el góndola sigue muerto en la salita a causa de la inadmisible falta de profesionalidad de una compañía que no respeta a sus accionistas históricos, mientras pierde el tiempo en pamplinas, ofreciéndonos alarmas y seguros de salud,
mientras mi pobre madre octogenaria se ve obligada a hablar desde el teléfono de la biblioteca que nunca le ha gustado porque es color negro zahíno, o peor aún, desde el de la cocina, donde siempre hay corriente- y no tuve más remedio que atenderlo. Les resumo la conversación.
Estaba yo la mar de tranquilo en la salita tomándome un brandy y esperando la merienda mientras leía unos cuentos de Jan Neruda cuando me sonó el móvil. Era mi padre
-Nene, te llaman. Estoy en mi despacho
-Voy, un momento
-¿Tardas mucho?
-No, estoy en la salita
-No te entretengas
Les hago el inciso de que en esta casa hay algunas cosas prohibidísimas. Ya saben que correr, sudar o llevar calcetines cortos son anatema. Pero tampoco se grita, ni se hacen esfuerzos inútiles. Jamás. Quizá por eso mi alarido fue interpretado como una posible posesión demoníaca.
Cuando llegué al despacho me lo encontré haciendo su puzzle de la Mezquita. Lleva con él desde el setenta y tres. Me lo echaron los Reyes y como tenía cinco mil piezas me aburrí y lo dejé. Así que lo tiene en Las Golondrinas y cada año, lo hace, lo deshace y lo guarda en su caja.
Cuando le preguntan que por qué hace eso en vez de enmarcarlo -son ya 47 años- siempre contesta lo mismo. «Si lo tengo para entretenerme y matar las horas muertas, ¿qué sentido tendría comprar otro? Sería un despilfarro. Y ya tengo un cuadro precioso de la Mezquita en Córdoba».
El auricular del teléfono estaba sobre la mesa. Mi padre colocaba una de las piezas del puzzle mientras se fumaba un habano. Las volutas de humo ondeaban al ritmo del «Cuarteto de las Disonancias» de Mozart que sonaba de fondo.
-¿Quién es? Le pregunté asombrado.
-«Cedemonio».
Mi padre no le conoce. No lo ha visto siquiera. Sus referencias vienen por lo que yo le cuento y por lo que las deliciosas y divinas Hermanas Toledano hayan podido comentar con mi madre y tita Carmen, pero reconozco que el apelativo le va como anillo al dedo a semejante orangután
-Vaya por Dios. Fue mi único comentario antes de contestar.
-Sí, dígame, señor Castaño
-¿Qué hay, vecino?
-Si le enumero todo lo que hay, vamos a estar demasiadas horas al teléfono, querido
-Nunca lo entiendo, pero bueno, a lo que vamos.¿Cuándo vuelves?
-¿Y a usted que más le da?
-Es que quiero hacer una Junta y me hace falta su voto.
-Sea para lo que sea sabe que será un No rotundo
-Cuando se lo cuente,no.Ya he convencido al Notario. Pero las viejas no están por la labor y el niño del segundo dice que no lo ve y sus padres menos, pero que lo que tú digas
-No le permito que insulte a mis queridas Hermanas Toledano. O se disculpa o le cuelgo
-Vale
-Vale, no. Una disculpa
-Lo siento.Las señoras no quieren
-Bueno, para usted ya es mucho. Por cierto, ¿está hablando con alguien más?
-No, ¿por qué?
-Es que como le he oído tutear…
-Nunca lo entiendo,pero bueno, que quiero poner un jacuzzi y un spa en el bajo. Para bajarme con la Paqui y si no está la Paqui pues… ya me entiende. Alguna me traeré.
-No le entiendo. Y no, no vamos a convertir la vivienda de Luis, el almacén y el patio en un lupanar para usted
-Pero ¿tú sabes lo bien que nos lo vamos a pasar allí los dos? Con las «toallicas y tó colgando». Y el «calorcico» y que luego nos traemos a una de esas y que nos den masajes y… ya me entiendes
-Sinceramente, prefiero hacer como que no le entiendo.
Y le colgué enfadadísimo.
Mi padre, que acababa de colocar la pieza que corona el Triunfo de San Rafael, dio un brinco a causa de la violencia con la que colgué el teléfono.
-Nene, ¿qué te ha dicho el «monstruo de los slips»? Recordarán la visión diabólica que sufrí la noche en la que creí que nos robaban
Se lo conté. Se río a carcajadas y empezó a hacer bromas sobre «Cedemonio» con la «toallica» persiguiéndome por el spa con intenciones lascivas
-Papá… ¡por Dios!
-Qué tú estás muy guapo. Siempre lo dice tu madre.
-No te carcajees
-Yo creo que ha perdido el oremus por ti
-Vale ya
-¿Y es un guayabo «Cedemonio»? ¿Es guapo? ¿A quién se parece, Nene?
-A una mona borracha comiendo orégano en lo alto de un olivo, que decía tío Ramón.
-Ese te ha echado el ojo, Nene.
-Papá, compórtate.
-¿Y a ti te hace tilín? ¿Lo amas, Nene? Y se carcajea.
-Papá, ya está bien.
En esas, entró mi madre para que nos sumáramos a la merienda
-Pilarín, el vecino se ha enamorado de este y quiere himeneo
-No me extraña. Está en plena madurez. Es como Charles… no me acuerdo del apellido
-¿Laughton? Contestó mi padre muerto de risa
-Pues será ese, dijo mi madre
-Sólo te falta el monóculo, Nene.
-Vamos, que se enfría el café.
Y salí de allí enfadadísimo.
Imaginen la merienda con mi padre en plan guionista de cine de Ozores y yo imaginándome corriendo por la calle perseguido por Celedonio con la «toallica» y aquello del «tó colgando».
Don Ramiro cabeceaba entre bizcocho y bizcocho, tío Willy sonreía, mi madre reconvenía a mi padre mientras tita Carmen hacía comentarios pícarones a Conchita y Amalia reía a carcajadas
Cuando me acosté no me quitaba esa terrorífica imagen en la cabeza y claro… Pesadilla al canto
Ya se me ha pasado. Lo malo es que mi padre ha llamado a tío Fernando y se lo está contando. Y luego lo comentará con los del Club -«sólo los de confianza, Nene, es que es muy gracioso».
En fin, que para los patios lo sabrá toda Córdoba. Si es que no se le puede contar algo así.
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Volvimos. Hubo momentos en los que no supe ni cómo lo haríamos. Pero volvimos del paseo ruso por la campiña. Como les conté ayer, mi padre, para satisfacer los deseos de su Pilarín armó un trineo con un palet y un viejo tresillo del desván que amarró al tractorcillo. Va hilo 👇
La verdad es que aquel artefacto resultaba aparente. El diseño de mi padre, que les adjunto, y que sirvió de guía de IKEA para el montaje tenía cierto encanto eslavo. El tresillo, un chester antiguo tapizado en cuero blanco, se afianzó en el palet con unos tornillos larguísimos.
Como les comenté, la última idea genial de mi padre fue atornillarle cuatro quinqués en los extremos del sofá de dos plazas y en los brazos de los sillones. Mandó a don Ramiro a la capilla a por cuatro cirios rojos y voilá!: el trineo ruizalmodovariano quedó listo para el paseo.
Les cuento con esto de la nevada en Madrid a tita Carmen le ha dado por fantasear con Doctor Zhivago mientras paseaban esta mañana. Y aunque, en un inicio, mi madre le dijo que lo que había en el suelo era escarcha, al final han acordado que es nieve. ¡Y punto en boca! Va hilo👇
Así que nada más llegar han subido a mi habitación -ya se habían encargado de desvelarme al salir- a comunicarme que esta tarde les apetecía dar un paseo por la campiña nevada. No les negaré que, sin hacerles mucho caso, mis respuestas fueron del tipo: «¡Ajá», «Bueno» y «Vale».
Cuando bajé a desayunar, tita Carmen se paseaba por el patio, como una gran duquesa por Moscú, con su abrigo de zorro y su gorro de piel a juego. En el picú sonaba «Katiuska» del maestro Sorozábal. Alfredo Kraus -creo que era él- entonaba la romanza titulada «Es delicada flor».
Creo que les he contado en alguna ocasión que el día de los #SantosInocentes se celebra en casa siempre de la misma manera. Aunque este año, mis padres han tenido que improvisar al estar todos recluidos en Las Golondrinas y no contar con la logística de la capital. Va hilillo 👇
Normalmente, mi madre recibe un ramo de dos docenas de rosas rojas con una tarjeta firmada por Enrique Moreno de los Ríos que un es un pretendiente que tuvo a finales de los cincuenta. Mi padre, que es quien envía las flores, hace como que se enfada y se retira a su despacho.
Mi madre, todos los años, alaba las rosas; su exquisito perfume, su frescura, su color, el maravilloso diseño del ramo… y las pone en el mejor jarrón de bohemia que coloca sobre la mesa central del salón entre los aplausos y parabienes de tita Carmen, Conchita y Amalia.
Me pide mi admirada @guadalupecodes que les comparta este bellísimo poema de su autoría. Y no puedo menos que hacerlo de inmediato con la emoción a flor de piel tras haberlo leído y disfrutado.
Se titula «Paralelismo de pensamientos».
Disfrútenlo.
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Soñando que me querías
En castillos de cristal,
Soñando que no me herías
Con guiños de festival.
Curando con tu cercanía
El negro de mi mirar
Curando mi amor pedías
Poder volverme a besar.
Sintiendo las viejas locuras,
Momentos que no son verdad, sintiendo en mis carnes maduras
Tus ansias de libertad.
Comprando tus risas al sol,
Comienzo despacio a llorar,
comprando palabras de amor
Que ya no me puedes brindar.
En una muestra de crueldad que dejaría en mantillas al doctor Mengele, mi madre y tita Carmen, que han vuelto de su matinal paseo antes de las ocho de la mañana, me han obligado a levantarme para que las acompañe a ver el sorteo de la Lotería Nacional y a comprobar los números.👇
Y aquí estamos, sentados en el salón, con la tele encendida, los décimos y participaciones ordenados sobre la mesa en columnas por terminaciones y de menor a mayor y al menos, con un tazón de chocolate caliente entre las manos y una fuente de los divinos bizcochos de Conchita.
Tita Carmen, a cuya vera se sienta tío Willy, le está rezando a san Pancracio. La imagen del santo, camuflada entre una selva tropical de perejil y yerbabuena, de la que tan sólo sobresale, y sólo un poco, el aura, preside la mesa. A sus pies, los décimos y participaciones.
Me entristece pensar el día en el que mi querida @VHavisham debió anular su viaje a Córdoba. Así que le mostraré algunas cosillas que se perdió y que espero que conozca a la mayor brevedad. Como todos ustedes. Que no sé como pueden vivir sin conocerla.
Va hilillo provocador👇