Volvimos. Hubo momentos en los que no supe ni cómo lo haríamos. Pero volvimos del paseo ruso por la campiña. Como les conté ayer, mi padre, para satisfacer los deseos de su Pilarín armó un trineo con un palet y un viejo tresillo del desván que amarró al tractorcillo. Va hilo 👇
La verdad es que aquel artefacto resultaba aparente. El diseño de mi padre, que les adjunto, y que sirvió de guía de IKEA para el montaje tenía cierto encanto eslavo. El tresillo, un chester antiguo tapizado en cuero blanco, se afianzó en el palet con unos tornillos larguísimos.
Como les comenté, la última idea genial de mi padre fue atornillarle cuatro quinqués en los extremos del sofá de dos plazas y en los brazos de los sillones. Mandó a don Ramiro a la capilla a por cuatro cirios rojos y voilá!: el trineo ruizalmodovariano quedó listo para el paseo.
Les diré que una vez que las Grandes Duquesas y sus damas de compañía -a tita Carmen lo de fantasear nunca se le ha dado mal- estuvieron acomodadas en el trineo, mi padre, que se había puesto su capa española, y copa y puro en mano, se subió al cajón de las herramientas.
-Altezas Reales,queridas damas, -le gusta más un teatrillo que a don Ramiro el jamón- Capitán General, Administrador General de Las Golondrinas, ilustres caballeros y Nene: Hoy, la nívea tundra se extiende a nuestros pies, las lechuzas ululan entre las ramas nevadas de los robles
y el zar os espera en palacio para que luzcáis vuestra belleza. Mientras el pobre, fiel y viejo cochero tuerto -me señala con su copa de vodka- os guía hacia donde se pone el sol, nosotros, pobres mortales enamorados -lanza un beso a mi madre-, bailaremos hasta el claro amanecer
al son de la balalaika y el pope -apunta a don Ramiro con el habano- pedirá a los santos Cirilo y Metodio, fortuna para vuestro viaje, éxito en vuestra aventura y un regreso feliz y venturoso. Pilarín: La despedida es tan dulce pena que diré buenas noches hasta que amanezca.
Bajó de la caja de herramientas,besó la mano de mi madre, elevó su copa al cielo,la apuró y la lanzó contra la pared,con la mala suerte de que rebotó y le dio a tío Willy en la sien que, tambaleándose, se acercó a besar la mano de tita Carmen, tropezó y cayó a los pies del trineo
-Si es que siempre tiene que dejarme mal, Pilarín
-Mujer, ha tropezado
-Pero es que siempre, siempre, siempre, tu Luis queda fabuloso, maravilloso e ideal y este acaba en el suelo
-Es la práctica, Carmencita
-Será eso, dijo mientras se arrebujaba en la manta frunciendo el ceño
Mientras yo arrancaba el tractorcillo con ayuda de Paco, uno de los muchachos ayudó a tío Willy a levantarse y lo sentó en una silla del porche. Al principio, creí que el paseo iba a limitarse a dar cuatro barzones por el jardín. Del porche a la cancela ida y vuelta y en paz.
Cuando volvía de la cancela oí a mi padre gritar:
-Nene, me debes cien euros.
-¿De qué?
-La frase final de mi discurso. No has dicho nada.
-Es de Romeo y Julieta, pero no dije nada para no romper la magia del momento.
-Tarde.
-No.
-Paga antes de irte, vayáis a tener un accidente.
-Papá, soy tu hijo
-Tan mío como los cien euros. Afloja
Así que aflojé. Y me bajé del tractorcillo
-¿Ya está, hijo mío?
-¿Qué más queréis?
-Un paseo, Jacobo. Esto que has hecho es de tiovivo de feria de barrio
-Anda, hombre, llévanos a la ermita que hay nieve
-Ni hablar, Amalia
-Parece mentira -interviene Conchita- con la de malas noches que le has dado a la pobre.
-Pero si yo tenía diez años cuando vino a casa.
-Si no es de niño, Jacobo, es siempre. ¿O no te acuerdas anteayer con la pesadilla?
-Llévelas por ahí hombre. Esto ha sido el viaje de pruebas.
-Eso don Jacobo, no sea sieso, hombre de Dios.
-Venga, Jacobo, hazlo por tu madre y tu tía.
-Paco, ¿tú también?
-¿Qué te cuesta?
-Paco, me sorprendes. Me gustaría tener una vejez tranquila.
-Si no tienes nietos, Jacobo. ¿Qué más da si no llegas a viejo?
-Tita, qué agradable eres
-Nene, hablaron las damas. Y si eso no te basta como caballero, ahora, Paco y estos amables muchachos que han dado horas de ímprobo esfuerzo para armar esa obra maestra de la ingeniería eslava cordobesa, claman para que su ingenio conquiste el orbe. Don Ramiro, bendiga el trineo.
Pilarín, ven que lo bautices. Se acerca a mi madre y la ayuda a bajar. Yo, mientras tanto, me quedo catatónicamente sentado en el tractorcillo, supongo que con cara de espanto ante esa delirante enajenación mental -espero que transitoria- pero masiva que se producía ante mí.
En esas, veo a don Ramiro aspergiendo agua bendita con el hisopo como si no hubiera un mañana. Salpica al tractorcillo, al trineo, a mí y a las viajeras del tiempo. Mi madre, exaltadísima y emocionada, lanza contra el trineo una botella de champaña que le ha entregado mi padre.
La botella rebota en el asiento que ha dejado vacío, hace una parábola perfecta -se ve que los muelles eran de calidad- y al caer a mis pies, estalla en mil pedazos. El chorro de champaña me llega hasta la gorra. Por si no tenía bastante con el agua bendita, ahora también esto.
Lo de darles dos vueltas por el jardín era demasiado bonito para ser verdad. Salgo por la cancela entre los vítores de los muchachos que se lo están pasando divinamente y lo último que oigo decir a mi padre es: «la porra tiene dos posturas, hora de vuelta y estado de Jacobo».
Al principio la cosa fue bien. El tractor tiene potencia y el palet iba engrasado, así que avanzamos por el prado sin novedad. Al llegar al lindero del olivar, tita Carmen se empeñó en desviarnos para enseñarle a Conchita la tumba de «Patatín», un perrillo que le regaló mi abuelo
-No lo encuentro, Pilarín.
-Pues yo recuerdo que estaba señalado muy clarito, nena.
-¿Qué pusiste, tita?
-Tres piedras blancas y un palito con un cartón que decía «Patatín».
-Tita, ¿Cuándo fue eso?
-Pues sería en el cuarenta y uno, ¿no Pilarín?
-Antes, yo tendría cuatro años.
-No, fue en el cuarenta y tres, porque aquel año, papá se cortó con un alambre.
-Eso fue en el cuarenta y dos, en el cuarenta y tres fue cuando Lolita se comió el jabón.
-Es verdad. ¿Entonces?
-En el cuarenta, cuando se cayó la veleta
-En el cuarenta, Jacobo. Lleva razón tu madre
-Tita, ¿tú crees que tres piedras, un palito y un cartón, pueden aguantar ochenta años a la intemperie?
-A ver si eres tan tonto que piensas es que van a cambiar las piedras en el campo como si fueran las sábanas, hijo.
-Lo han robado, Carmencita. La gente ya no tiene vergüenza.
-Pues sí. Y solloza un poquito.
-¿Lo quería usted mucho, doña Carmen?
-No, que va. Si nos lo regaló mi padre y a los dos días hubo una tormenta, se voló la veleta del torreón y le cayó al pobre perrillo en la misma cabecita. Lo dejó hecho puré.
-Entonces ¿a qué hemos venido?
-A enseñaros el mausoleo que le erigí.
-¿Tres piedras, un palito y un cartón es un mausoleo?
-Era bauhaus. ¡Qué incultura! No sé para que tanto pagarle colegio y carrera, Pilarín, si luego es un gañán. Lo mismo hasta se ha hecho comunista.
-No lo quiera Dios, Carmencita.
-Subid que nos vamos.
-A la ermita.
-Sí, pero rápido, que se va a hacer de noche.
De pronto, mientras subíamos, sentí un golpe en la espalda. No hice caso. Otro y uno mucho más fuerte. Paré, me volví y vi a Conchita con una vara de almendro que habrían cogido junto al mausoleo.
-¿Qué haces?
Se sonrojó, reconozco que se sonrojó.
-Ha contado su tía que vio una película de rusos donde azotaban al cochero.
-Era un mujik, Jacobo.
-¿Y por eso me tiene que ir dando varazos Conchita?
-Yo todavía no le he dado, me ha tocado la última.
-Lo hemos echado a suertes.
-Y tú has sido la tercera, ¿verdad, tita?
-¿Cómo lo sabes?
-Lo sé, tita, lo sé.
-Pues no lo entiendo.
-Como me salga un verdugón os enteráis.
-Déjala que te dé, hijo. No se va a quedar con las ganas.
-Mamá, a veces, creo que papá tiene razón con lo de la vesania ruizalmodovariana
Me volví, recibí el varazo de Conchita y seguí. Pero mirando a los espejos retrovisores más ansioso que Rodrigo de Triana buscando tierra. Tita Carmen ondeaba la vara y daba golpes al aire. Lo de ser Gran Duquesa rusa y maltratar mujiks le hubiera hecho mucha ilusión, me parece.
Llegamos a la ermita. Ya empezaba a anochecer. Tuve que hacerles fotos con el móvil. A tita Carmen le gusta mucho el contraluz y era la hora apropiada. Mi madre prefiere salir divinamente y posó encantada. Todas con sus abrigos de pieles. Pensé que cuesta poco hacerlas felices.
Lo malo fue al bajar. El genio de la ingeniería de mi padre y su equipo de la NASA no tuvieron en cuenta que una cosa es tirar del palé con una cadena si vas llaneando o subiendo y otra muy diferente hacerlo mientras bajas la cuesta de la ermita porque la cadena no es rígida.
El trineo se vino adelante, chocó con el tractorcillo, hizo la tijera, yo di con mis huesos en el suelo y el trineo bajó a toda velocidad con las Grandes Duquesas y sus damas de compañía de espaldas al sentido de la marcha, agarradas a los asientos y con el tractor dando tumbos.
Acabaron su descenso en la charca de los patos. A Dios gracias, tiene más o menos medio metro de profundidad y al estar medio helada patinaron un poco -lo que les hizo mucha ilusión según contaron luego- y acabaron estrellándose contra un roble centenario y sin daño alguno.
Cuando llegué, el tractorcillo estaba semihundido, el trineo empotrado en el roble y las cuatro chillando como locas.
-Hijo, nos hundimos.
-Mamá, tranquila, el agua no te llega ni a los tobillos.
Ver a cuatro señoras de cierta edad llorando no es un espectáculo muy edificante.
-Corre, so gordo, que esto va a ser peor que el Titanic, como no llegues a tiempo.
-Tita, no me insultes.
-Si te lo digo con cariño. Pero no queremos morir. ¡Somos jóvenes! ¡Sálvanos!
-¡Qué te gusta el teatro, maríaguerrero!
-Jacobo, primero yo que soy tu madre.
-Sí, mamá, sí.
Dolorido y magullado, me tuve que meter en la charca helada con el agua hasta la pantorilla y sacar a las cuatro en brazos. Mi madre está delgada y tita Carmen es un pajarillo, pero Amalia y Conchita, con eso de ser tan cocineras, me parece a mí que prueban demasiado sus guisos.
Después tuve que sacar el trineo. Las senté y comprobé que el tractorcillo no arrancaba, así que eché mano al teléfono pero estaba chorreando.
-Ahora hay que volver andando,
-Imposible, Nene.
-¿Por qué?
-Llevamos tacones.
-Pero ¿por qué os ponéis tacones?
-Somos unas señoras.
-Pues quedaos ahí sentadas que ahora vengo con el landrover a recogeros. Ni os mováis
Cuando llegué a casa, mi padre estaba con los demás esperándome, aunque faltaban los muchachos
Lo primero que oí fue:
-Nueve y diez y en deplorable estado. Paco, ¿Quién se acerca más a la hora?
-Usted, don Luis.
-¿Y lo del deplorable estado?
-Unánime. Todas las apuestas han ido a deplorable estado.
-Papá…
-Nene, tranquilo, ha llamado tu madre y ya han ido David y Miguel a por ellas a la charca de los patos.
-¿Cómo que ha llamado?
-Hará veinte minutos. Por ahí vienen.
Bajaron felicísimas del land rover contando su aventura a los dos chicos.
-Mamá -le pregunté- ¿por qué no me has dicho que llevabas tu teléfono?
-Porque no nos has preguntado, hijo. Pero lo llevábamos las cuatro. Cada una el suyo. Nunca salimos sin el móvil, hijo, es muy útil.
-No puedo con vosotros. Me voy a acostar.
Y me subí a mi habitación. Ni cené. Así he desayunado hoy. Como tres adolescentes hambrientos.
Yo no sé ustedes. Pero hay cosas que me superan.
Y me sigue doliendo la espalda de la costalada.
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Les cuento con esto de la nevada en Madrid a tita Carmen le ha dado por fantasear con Doctor Zhivago mientras paseaban esta mañana. Y aunque, en un inicio, mi madre le dijo que lo que había en el suelo era escarcha, al final han acordado que es nieve. ¡Y punto en boca! Va hilo👇
Así que nada más llegar han subido a mi habitación -ya se habían encargado de desvelarme al salir- a comunicarme que esta tarde les apetecía dar un paseo por la campiña nevada. No les negaré que, sin hacerles mucho caso, mis respuestas fueron del tipo: «¡Ajá», «Bueno» y «Vale».
Cuando bajé a desayunar, tita Carmen se paseaba por el patio, como una gran duquesa por Moscú, con su abrigo de zorro y su gorro de piel a juego. En el picú sonaba «Katiuska» del maestro Sorozábal. Alfredo Kraus -creo que era él- entonaba la romanza titulada «Es delicada flor».
Jamás se imaginarían qué noche más azarosa he tenido. Yo, que de natural, disfruto de plácidos y felices sueños, no estoy acostumbrado a sufrir pesadillas. Pero les aseguro que preferiría protagonizar un relato de Stephen King antes que la alucinación de esta madrugada. Va hilo👇
He soñado con Celedonio. Lo sé. Sólo la posibilidad aterra. Pues imaginen lo que puede ser una larga pesadilla protagonizada por semejante tipo. Cuando conseguí despertar, sentí las sábanas empapadas en mi sudor, mi corazón latía desgarrándose. Grité. Realmente, di un alarido.
Aquel estruendoso bramido reverberó por la galería y de inmediato, la puerta de mi habitación se abrió. Mi madre entró como una exhalación y tras ella, tita Carmen, con su redecilla para el pelo. Al instante, Conchita y Amalia. Ya estaba toda la brigada paramaternal en pleno.
Creo que les he contado en alguna ocasión que el día de los #SantosInocentes se celebra en casa siempre de la misma manera. Aunque este año, mis padres han tenido que improvisar al estar todos recluidos en Las Golondrinas y no contar con la logística de la capital. Va hilillo 👇
Normalmente, mi madre recibe un ramo de dos docenas de rosas rojas con una tarjeta firmada por Enrique Moreno de los Ríos que un es un pretendiente que tuvo a finales de los cincuenta. Mi padre, que es quien envía las flores, hace como que se enfada y se retira a su despacho.
Mi madre, todos los años, alaba las rosas; su exquisito perfume, su frescura, su color, el maravilloso diseño del ramo… y las pone en el mejor jarrón de bohemia que coloca sobre la mesa central del salón entre los aplausos y parabienes de tita Carmen, Conchita y Amalia.
Me pide mi admirada @guadalupecodes que les comparta este bellísimo poema de su autoría. Y no puedo menos que hacerlo de inmediato con la emoción a flor de piel tras haberlo leído y disfrutado.
Se titula «Paralelismo de pensamientos».
Disfrútenlo.
👇
Soñando que me querías
En castillos de cristal,
Soñando que no me herías
Con guiños de festival.
Curando con tu cercanía
El negro de mi mirar
Curando mi amor pedías
Poder volverme a besar.
Sintiendo las viejas locuras,
Momentos que no son verdad, sintiendo en mis carnes maduras
Tus ansias de libertad.
Comprando tus risas al sol,
Comienzo despacio a llorar,
comprando palabras de amor
Que ya no me puedes brindar.
En una muestra de crueldad que dejaría en mantillas al doctor Mengele, mi madre y tita Carmen, que han vuelto de su matinal paseo antes de las ocho de la mañana, me han obligado a levantarme para que las acompañe a ver el sorteo de la Lotería Nacional y a comprobar los números.👇
Y aquí estamos, sentados en el salón, con la tele encendida, los décimos y participaciones ordenados sobre la mesa en columnas por terminaciones y de menor a mayor y al menos, con un tazón de chocolate caliente entre las manos y una fuente de los divinos bizcochos de Conchita.
Tita Carmen, a cuya vera se sienta tío Willy, le está rezando a san Pancracio. La imagen del santo, camuflada entre una selva tropical de perejil y yerbabuena, de la que tan sólo sobresale, y sólo un poco, el aura, preside la mesa. A sus pies, los décimos y participaciones.
Me entristece pensar el día en el que mi querida @VHavisham debió anular su viaje a Córdoba. Así que le mostraré algunas cosillas que se perdió y que espero que conozca a la mayor brevedad. Como todos ustedes. Que no sé como pueden vivir sin conocerla.
Va hilillo provocador👇