Pegadito al Pacífico hay un pequeño cuerpo de agua dulce llamado Laguna Quitasombrero. No sólo es conocido de antaño por los fuertes vientos a los que debe el nombre sino también porque sus aguas están infestadas de cocodrilos...
... a los que en algunas regiones llamamos equívocamente lagartos, por más que éstos sean en realidad una suborden distinta a la familia Crocodylæ y tengan entre sus integrantes a lagartijas, iguanas y camaleones, que viven principalmente de cazar pequeños invertebrados.
Pero en ese lugar y en ese tiempo del que les hablo, cuando mi abuela era niña y el mundo también, se denominaba lagartos a los tremebundos aligatóridos, caimanes o yacarés que son capaces de comerse una ternera.
Y hete aquí que ella vivía en una finca, que la finca tenía un caporal y que a éste le encantaba asustar a los infantes llevándolos a pasear en lancha a la Laguna Quitasombrero y alertándolos, casi siempre en falso, sobre la proximidad de un lagarto.
–Es mejor alejarnos de ellos –les decía a los menores a los que llevaba a bordo– porque de un solo coletazo nos voltean la lancha. Y si caemos en el agua, nos almuerzan.
Y mi abuela, Camila, se moría de ganas de morirse de susto e imploraba al caporal que la llevara a pasear en lancha a la Laguna Quitasombrero. E insistió tanto que el hombre por fin decidió incluirla en la siguiente expedición.
Fueron admitidos a bordo tres niños y Camila. El caporal, que estaba determinado a escarmentar a esa mocosa terca, remó hasta el centro de la laguna, que era donde más alejada se veía la orilla y en donde mayor resultaba el efecto de las advertencias sensacionalistas.
Cuando consideró que era el momento adecuado, apuntó con el dedo a un punto en el agua y se dirigió a ella:
–¡Niña Camilita, un lagarto!
La aludida volteó hacia el lugar señalado pero sólo pudo observar un tenue movimiento en la superficie. Se hizo el silencio en la canoa, los menores tragaron saliva, el caporal siguió remando y al cabo de unos minutos…
... volvió a gritar, al tiempo que señalaba algo que se movía casi a ras del agua:
–¡Niña Camilita, un lagarto!
Esta vez la niña Camilita pudo ver un cuerpo indefinido que dejaba una estela, se aterró y se puso a a llorar. Los otros niños no llegaron a eso porque los hombrecitos no debían llorar, pero estaban blancos como papel y empezaron a rogar que los llevaran de regreso a la orilla.
El hombre pensó que ya había espantado bastante a sus pasajeros y accedió. Remó un rato más y cuando estaban a 30 metros de la ribera, un tremendo reptil se colocó en paralelo a la lancha y exhibió su lomo sin ningún pudor.
Los menores chillaron al unísono y al adulto le llegó el turno de ponerse pálido.
–Niña Camilita –murmuró con angustia–: un lagarto...
Y dejó de remar.
–¡Reme! ¡Reme! Lo instaban los niños, aterrorizados.
–No –les replicó el caporal mientras les indicaba con un gesto que bajaran la voz–. Si meto el remo al agua, el lagarto lo va a morder y nos quedamos sin remo. Con el puro impulsito que traemos vamos a llegar.
Y en efecto, la lancha siguió avanzando despacio, cada vez más despacio, hacia la orilla, por efecto de la inercia, escoltada por la presencia ominosa de aquella doble fila de escamas.
En cuanto los niños sintieron que la embarcación había hecho contacto con el lodo de la orilla, brincaron cuan lejos pudieron y se alejaron corriendo. El caporal, aún a bordo, les gritó:
–¡No se bajen!
Pero para entonces ellos ya estaban librando a saltos los mangles del borde, rumbo al camino de tierra que llevaba a la Laguna Quitasombrero.
Alertado por la algarabía, el reptil sacó la cabeza del agua y no vio más que a un tipo que trataba de mantener el equilibrio de la canoa, descompensada por la súbita pérdida de peso.
El caporal trató de escabullirse a tierra, tropezó con el borde de la canoa, cayó de bruces con medio cuerpo afuera y el cocodrilo se lo comió.
–Todo –remataba mi abuela su relato– por andar asustando a los niños.
EPÍLOGO
Un detalle que censuré del relato de mi abuela (porque me pareció muy fuerte para el tono de la narración) es que en el velorio del caporal sólo hubo un zapato, que fue lo único que el cocodrilo no se quiso comer. O sea que se celebró una misa de zapato presente.
F I N
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1. La #4T buscó poner fin a los contratos leoninos que daban beneficios desmesurados a consorcios energéticos nacionales y transnacionales en detrimento de @CFEmx y del erario.
2. Auxiliados por despachos mafiosos y jueces venales, las corporaciones afectadas lograron detener la revisión de muchos de esos contratos. Tenían a su favor los términos a modo introducidos en el periodo neoliberal a la Ley de la Industria Eléctrica.
3. El presidente @lopezobrador_ envió al Legislativo la iniciativa de reforma a la Ley de la Industria Eléctrica a fin de tener mejores condiciones para poner fin a los contratos leoninos y detener el saqueo.
Cuando tenía 17 años mi profesor de Filosofía, Jérôme Martin, homónimo de un gran pintor neoclásico, me rompió la nariz. Él, a sus 25, era ya un nietzscheano brillante pero progresivo, incurable y mortal, y yo formaba parte de un grupillo de aspirantes a marxistas.
Nos trenzábamos en discusiones muy largas, llevando cada cual por estandarte a su respectivo alemán peludo del siglo XIX. Desde luego, él habría podido hacerme pedazos fácilmente pero se portaba benévolo, no tiraba a matar y nunca reclamó una sola de sus evidentes victorias.
Si lo hubiera hecho, Charlie “El Barbas” habría caído por nocaut en el primer round ante Fede “El Mostachón”. Un desenlace semejante me habría convertido en un ser rencoroso, cínico y enemigo del razonamiento; pero Jérôme lo intuía y se abstenía de aplastarme.
Demetrio Vallejo, Gilly, Campa, Revueltas y muchos otros estuvieron largos años en la cárcel por pensar distinto al régimen.
En el 68 y en el 71 los gobiernos priístas masacraron en las calles a estudiantes y ciudadanos que no cometían más delito que el de manifestarse.
Entre 1971 y 1982 Echeverría y López Portillo sumieron al país en una guerra sucia en la que el gobierno empleó vuelos de la muerte, desapariciones, torturas y homicidios para exterminar organizaciones armadas, pero también para reprimir luchas sindicales y agrarias pacíficas.
En el régimen de Carlos Salinas más de 500 perredistas opositores fueron asesinados. Tras el levantamiento zapatista del 1 de enero del 94, muchos integrantes o simpatizantes del #EZLN fueron apresados y torturados en distintas localidades del país.
Hace poco @JoeBiden usó el término neandertal en tono despectivo. Si hasta hace 1/2 siglo esos parientes eran vistos como una versión zafia, tosca y estúpida del Homo sapiens, los hallazgos arqueológicos han cambiado mucho esa percepción.
Aunque desaparecieron del planeta hace decenas de miles de años, los neandertales siguen evolucionando.
A la izquierda, cómo era un neandertal en el siglo XIX; a la derecha, cómo lo vemos ahora.
Hoy sabemos que desarrollaron un lenguaje y que tenían habilidades artesanales y artísticas. Aún se debate si fue una especie por derecho propio (Homo neanderthalensis, según King) o una subespecie (Homo sapiens neanderthalensis, según Grant Campbell).
Agradezco los tuits de @buenasrazones y le dedico este hilito con reflexiones (u ocurrencias) sobre la dificultad de deslindar lo verdadero de lo falso en este oficio casi siempre proceloso.
1. La credibilidad no se construye sobre una pretensión de infalibilidad sino con la búsqueda rigurosa, honesta y humilde de la verdad, la cual es muchas veces elusiva, fluida y hasta cambiante.
2. Es lo que mi querido @MABastenier, ya fallecido, y a quien me ligaba una intensa y fraternal discrepancia ideológica, llamaba “el blanco móvil” del periodismo.
Empieza mal desde el 1er párrafo: “Algunos países se beneficiaron de la falta de compromiso o escrutinio que tuvieron bajo el expresidente Donald Trump. México, en particular…”
La idea de que el presidente de EU deba ser el “escrutador” de México o de cualquier otro país armoniza bien con la idea de muchos estadunidenses –la autora incluida– de que Washington tiene como destino manifiesto ser el policía del mundo.