Los saltimbanquis del oportunismo electorero deben prepararse el 21N para ver sus calles desiertas. Pero tampoco tendrán gente desde ahora quienes monten plataformas y «propuestas». Así tengan buenas intenciones. La gente está harta y no quiere saber más de «líderes» ni promesas.
¿Qué está pasando? Que la ciudadanía se cansó y bajó la santamaría, no lograrán convocarla más, ni malos ni buenos. ¿Podemos culparla? Después de 2 décadas de colaboracionismo, 6 millones de migrantes y 60 países de apoyo para puro alarde y chantaje del interino, no, no lo creo…
Habrá que acostumbrarse, la ciudadanía no escuchará a más nadie. Su rechazo, su incredulidad, su indiferencia serán totales. Ya nada la movilizará que no venga de ella, que no emprenda por sí misma. ¿Es malo como actitud, o tiene un lado bueno escondido? Yo veo allí un chance.
Tal vez ello pueda ser aprovechado. Ocurre que en el mundo hay verdaderos países aliados, interesados en la liberación de Vzla, que esperan por signos vitales de nuestra ciudadanía. Signos genuinos y directos, no los mal traducidos por nuestros falsos, deformantes representantes.
Por ejemplo, ¿qué tal si los ciudadanos toman la palabra y se dan un espacio a sí mismos a través de un Manifiesto, donde expresan su sentir y explican sin intermediarios la realidad, la situación terminal del país y lo que falta para salir de la doble tiranía que lo secuestra?
He allí una gran movilización espontánea, no convocada, inspirada por un documento que vincula e identifica a los ciudadanos; un Manifiesto que esencialmente dice lo que todos piensan; que propone una salida concreta; que se dirige formalmente a la comunidad internacional.
¿Por qué no sería posible una iniciativa semejante? Y más aun: ¿qué se perdería? No veo qué podría perderse, aparte de una costumbre borreguil muy funesta, como nunca actuar por cuenta propia y sólo seguir «dirigencias». ¿Qué se perdería con no ser por una vez ganado, sino gente?
Por un lado, esta simple acción de firmar un Manifiesto en línea es todo lo que necesita la ciudadanía para nuclearse en una acción que la haga sentirse parte de algo por sí misma, y por el otro es una carta de luz verde para la comunidad internacional (principalmente para EEUU,
nuestro principal aliado) que la conmine e incluso persuada a adoptar otras vías —con relación a Venezuela— que las viciadas e improductivas de siempre, a las cuales se ha visto limitada en su trato con una «oposición» ambigua y opaca (que ahora sería oficialmente repudiada por
la inmensa mayoría de los venezolanos mediante el Manifiesto). Un Manifiesto que contiene básicamente tres afirmaciones axiomáticas:
1) que la tiranía chavista narco terrorista no saldrá sin una intervención militar extranjera;
2) que tanto el régimen como la «oposición»
deben ser excluidos del gobierno de transición posterior a la intervención;
3) que el país o coalición interventora cuenta de antemano con nuestra autorización para intervenir militarmente, pero también para refundar la política y la institucionalidad nacional a través de una
Autoridad Provisional Extranjera (figura típica en las intervenciones) que designará a los venezolanos que conformarán un gobierno de transición, desde el cual se organizarán ulteriormente las primeras elecciones libres.
Este tercer punto, que podría sonar anti patriótico,
es en realidad la manera como históricamente se ha reconstruido la institucionalidad de países intervenidos, y proponerlo de antemano en este Manifiesto es no sólo un aliciente para la parte interventora, en cuanto a realizar la intervención, sino también una manera de proteger a
nuestro país de volver a caer en las mismas manos.
Los intereses del país interventor no están en contradicción con los de nuestra nación. Ambos hemos de salir beneficiados. En esta configuración Vzla continúa detentando su soberanía (porque no se trata de una entrega sino de
una delegación temporal y consentida del rescatado, como en una acción policial donde la víctima queda bajo la potestad protectora del rescatante), y el país interventor, por ejemplo EEUU, simplemente se garantiza a sí mismo con ello que la política venezolana quede en las
mejores condiciones para proseguir una relación bilateral próspera y segura.
La instalación de bases militares estadounidenses en nuestro suelo, por ejemplo, que es un hecho predecible, sería una protección para Venezuela, no una amenaza. La única amenaza real para nuestro
país, si podemos llamarla así, es que en el corto plazo Vzla se convierta —mediante una relación bilateral de este tipo— en un país del primer mundo.
Esta iniciativa del Manifiesto no impide que los que quieran seguir intentando acciones por la vía diplomática tradicional o
a través de organizaciones lo hagan. Pero la iniciativa del Manifiesto está fuera de dicho ámbito, es una iniciativa no organizada y no reposa ni puede reposar (so pena de desnaturalizarse) en ninguna organización, institución, asociación ni partido. Es espontánea y el documento
del Manifiesto mismo se dará a conocer también espontáneamente, a través de la iniciativa voluntaria del ciudadano por los medios que encuentre a su alcance. Cada quien que lo lea y se identifique con su contenido lo difundirá por voluntad propia, sabiendo que sin difusión no
será conocido y que sin ser conocido será inútil subirlo para firmarlo, porque no se alcanzará entonces el volumen de firmas deseado (que debe rondar varios millones) para producir el impacto necesario. Las organizaciones pueden apoyar el Manifiesto también voluntariamente, pero
sin apropiárselo, dejando siempre en claro que es una iniciativa espontánea de la sociedad civil independiente venezolana NO ORGANIZADA por la liberación de Venezuela.
Este carácter no organizado confiere a la iniciativa del Manifiesto un rango originario, esto es,
fundacional. El Manifiesto encarna la ciudadanía de una nación que se expresa masivamente en desconocimiento de sus instituciones secuestradas (por ambos régimen y «oposición») y que llama y autoriza —por encima de ningún gobierno interino— a la comunidad internacional a
intervenir y organizar la refundación política de su país.
A falta de un fenómeno social como esta iniciativa del Manifiesto, para la comunidad internacional los interlocutores nacionales lamentablemente seguirán siendo el régimen y el interinato. Nos corresponde pues a los
ciudadanos proporcionarle a la comunidad internacional una alternativa, otros interlocutores. Sobre todo una alternativa legítima y “out of the box”, que es la única forma de romper con todos los vicios de la política y de la compleja diplomacia internacional.
Sería la primera vez que un país entero se ve forzado a recurrir a una petición en línea para expresarse e informar al mundo de su verdadera situación. Por ello mismo el evento sería rebotado por los principales medios del planeta. Y los venezolanos habríamos hecho,
ultimadamente, lo único que nos quedaba por hacer.
La intervención sería también lo único que le quedaría al mundo por hacer, pues mediante el Manifiesto quedará expuesto ante la comunidad internacional que los venezolanos no reconocemos a más nadie que diga representarnos,
y no se podrán proponer ni realizar más diálogos ni elecciones al margen nuestro.
La comunidad internacional aliada, que quiera hacer algo por Venezuela, tendrá entonces la oportunidad de hacerlo sin verse limitada por nuestra casta traidora de falsos representantes.
Nosotros habremos lanzado entonces la bola y esta quedará ahora en sus… (perdón por el francés) bolas.
X. P.
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El ciudadano YA no cree en más nadie. Ninguna figura pública lo embaucará de nuevo. Olvídense de plataformas y de «líderes». Sólo emprenderá iniciativas propias, como la de firmar un documento histórico contra ambos régimen y «oposición» por una intervención MILITAR y POLÍTICA:👇
Los saltimbanquis del oportunismo deben prepararse el 21N a ver las calles desiertas. Pero también de ahora en adelante los montadores de plataformas y «propuestas» —por muy honorables que sean— fracasarán. ¿No lo han entendido? Nadie quiere saber más de «líderes» ni promesas.
Vzla lo vio todo, abusó de los límites. Sus ciudadanos ya no son comprables ni por «los buenos». ¿Qué debe entonces hacer la ciudadanía? Emprender la única acción que necesita y que nadie hará por ella: desconocer FORMALMENTE a sus falsos representantes, cómplices de la tiranía.
Presumen ser «la Vzla decente» pero son el VERDADERO LUMPEN del país, porque no habiéndolos educado el régimen (como a los de aquí👇abajo) tienen el descaro de votar en tiranía y de dar una imagen inmoralmente falsa de un país que obviamente les resbala más allá de sus narices.
¿Qué les hace suponer a estos actores, artistas y periodistas que no son LUMPEN, es decir lo más bajo y descompuesto de una sociedad? ¿Será la ropa, los apellidos, las pertenencias? EL HÁBITO NO HACE AL MONJE. Tampoco las tarimas ni las cámaras hacen a la cultura. Menos al gusto.
Crecí en el Súperbloque El Paraíso, cerca de la Plaza Madariaga. Ese mastodonte era un universo aparte y autosuficiente. Fantástico para los niños, teníamos aquel inmenso espacio con varios lugares de encuentro y de juego: una enorme planta baja, donde jugábamos pelotica de goma,
futbolito, chapita, básquet y hacíamos verdaderos torneos; allí mismo había panadería, abasto, carnicería, quincalla, guardería, tintorería y local cultural; detrás teníamos el estacionamiento, donde arrancaba el conteo para el escondite, que jugábamos en manada de 15 a 20
carajitos, escondiéndonos en cualquier parte de esa infinita mole de 182 apartamentos dúplex, hasta el piso catorce y en los lugares más inauditos; teníamos también cerro con monte y selva, que bordeaba el edificio por detrás y que explorábamos sobre todo en los fines de semana;
«La generosidad de Bolívar: muy fácil es ser pródigo de lo ajeno. Bolívar dispone del tesoro público con escándalo y sin responsabilidad. Sus coquetas, sus favoritos, sus aduladores están sostenidos de las arcas nacionales, y sin embargo, no tiene que dar cuentas, ni hay quien
diga que estos son robos. Cuando vino al Perú no trajo ningún equipaje, y cuando salió de él, llevó multitud de carros llenos de equipaje, valiosas alhajas, vajillas de oro y plata, y multitud de cajones con oro amonedado. Esto es notorio.
«Hallándose Bolívar en el Perú, trataba un día en su mesa a tiempo de la comida, acerca de cierta señora casada con un general, expresándose sobre las cualidades de ésta, y diciendo en alta voz que en la noche anterior la había tenido de visita. A tiempo de la algazara que
«Qué hizo [Bolívar] en el Perú? Destruyó la libertad y la independencia allí, tal como en Colombia. [Nota al pie de página: Las dos batallas peleadas en el Perú, fueron ganadas en su ausencia. En una estaba a cien millas del campo de acción, en la otra estaba enfermo en Ayacucho.
El general Sucre ganó ambas, y Bolívar se llevó el crédito y honor]. Su protectorado ahí responde exactamente a su dictadura en Colombia y sacó a los mejores habitantes de ambos países. El general Bolívar nunca ha comandado un regimiento en persona y ni siquiera a cuatro
soldados. Nunca ha participado en un ataque de caballería ni en uno con bayoneta. Por el contrario, siempre ha sido bien cuidadoso de mantenerse fuera del peligro. Siempre ha tenido la precaución de proveerse de caballos excelentes y de buenos guías.
Este General del Viejo Mundo que participó en el escape de Lafayette, comandó ejércitos de Napoleón y fue contratado por Bolívar sabía —creo— de qué hablaba cuando escribió los dos tomos de sus Memorias de S. Bolívar y sus Principales Generales: «El general Bolívar ocupa muy
poco tiempo al estudio de la artes militares. No entiende la teoría y rara vez hace una pregunta o mantiene una conversación sobre ello. Tampoco habla de administración civil, a menos que caiga entre los asuntos del momento. Varias veces me esforcé en tener una conversación
seria sobre estos temas, pero siempre me interrumpía diciendo “Sí, sí, mon cher ami, yo lo sé, eso es muy bueno. Pero, a propósito:…” e inmediatamente dirigía la conversación a un tema diferente. Su lectura, que es bien escasa, consiste de historia simple y algunos cuentos.