Pedro Sánchez le ha dado una antológica lección de riverismo a Albert Rivera.
Lo último que esperaba Albert Rivera, cuando empezaba mayo y mientras elegía cortinas y alfombras para su mudanza a La Moncloa, era que en España habría un Gobierno Trudeau en dos semanas y que no sería el suyo.
El Gabinete Sánchez lo que Rivera intentó visibilizar en el show España Ciudadana, solo que a él le salió un Murcia, qué hermosa eres.
Aznar (un señor que hoy es siglo XVIII) quería reconstruir el centroderecha español. Lo ha hecho Pedro Sánchez, nos ha dado un centro derecha moderado del siglo XXI. Las bendiciones del novelista Comanche son la prueba. A Rivera y el PP les queda disputar el espacio Viktor Orban.
Entre este Consejo de Ministras y el que teníamos hace una semana hay un siglo, el que va de la Restauración Borbónica a Twitter, lo que va del Novio de la Muerte a la Estación Espacial Internacional.
Sánchez ha dejado muy poco espacio en el centroderecha y en el centroizquierda, a los de Iglesias les deja una autopista por la izquierda, aunque les quita el brillo de lo nuevo, y a los demás los manda a disputar con VOX.
Entre las muchas cosas que este Gobierno gestual ha convertido en viejas, desfasadas, aburridas..., están todos los barones del PSOE. De repente, Susana, Lambán, Fernández... son teles de tubo en la era de la pantalla LCD 4K.
La reacción de las bolsas y Bruselas, además, sugiere que el proyecto Ciudadanos, tal como fue diseñado hoy no es necesario ni tiene espacio. Por eso sospecho que seguirán explorando el espacio antisistema de ultraderecha, el uninacionalismo, más cerca de LePen que de Macron.
Sánchez se ha puesto tan en el centro de la España de hoy que la situación es un poco más cómoda para Podemos, solos a su izquierda, que para Cs, PP, que tienen que disputarse lo que queda a la derecha del Gabinete Sánchez. Y el viejo PSOE, que se disuelva y entregue las rosas.
Al jefe de Estado le espera una apresurada puesta al día, y confiar en que nos vayamos olvidando del discurso castrense del 3-0. Al juez Llarena le ha salido de súbito talco en la cara y un lunar en la mejilla.
Y el Govern hoy parece más claramente lo que apuntaba, un grupo de señoros carlistas del XIX, con un par de chicas sacadas del ahora mismo e implantadas en el anteayer.
Además, el Gabinete pinta tan chachi porque el presidente Sánchez no tenía hipotecas con los barones del PSOE, y el jefe de casting ha podido trabajar como una Noemí Galera política. Es decir, macronismo puro, que desborda y avejenta las estructuras de los partidos tradicionales.
Este salto adelante, aunque el Gabinete de Centro Derecha Digital no lo lleve en la agenda, en el fondo acorta los plazos hacia un proceso constituyente. Porque entre las cosas que hoy se ven muchísimo más viejas que ayer está también la Constitución.
APÉNDICE I: Sánchez ha destruido el riverismo (que no a Rivera) y el errejonismo (que no a Errejón) al plasmar en el gabinete sus discursos transversales (de centro derecha e izquierda). Ambos deben buscar nuevas hipótesis porque Sánchez les ha robado la herramienta estratégica.
