El número de millonarios creció casi un 11% durante 2017 en el Reino de España. Desde 2008 ha crecido un 76% (datos del Informe Anual de Riqueza Mundial de Capgemini.
Así que no es una “crisis”. A la clase del capital le ha ido muy bien estos años.
Así que no es una “crisis”. A la clase del capital le ha ido muy bien estos años.
España es el séptimo Estado de Europa con más millonarios, por detrás de Alemania, Francia, Reino Unido, Suiza, Italia y Países Bajos, y por delante de Noruega, Austria y Suecia.
Si miramos el Informe Anual de Riqueza Mundial de Capgemini, vemos que a la clase del capital en Francia tampoco le ha ido mal con Hollande en Francia.
A la clase capitalista en Alemania también se le ha incrementado el número de individuos millonarios con Merkel.
Y también ha crecido el número de millonarios en la Europa del Banco Central Europeo con su directorio económico-político para socializar las deudas y privatizar los beneficios.
En los Estados Unidos de América también se han incrementado los millonarios. Solo se frenó su crecimiento los dos primeros años de Obama. En los siguientes seis años siguieron aumentando.
A escala mundial el incremento de millonarios también ha ido creciendo estos años. La mal llamada “crisis” solo ha sido un reajuste del capital y su división de clases en la valorización del capital.
Es interesante la composición de este capital global: un 30,9 son acciones, un 27,2% es dinero en efectivo y un 16,8% activos inmobiliarios (con un aumento del 2,8% en un año), con riesgo de burbuja inmobiliaria.
Este tipo de análisis sobre millonarios y capital viene bien para recordar que la economía son relaciones sociales, más allá de tecnicismos burocráticos y de tertulias mediáticas.
Por supuesto que hay dinero para pagar las pensiones o para medicamentos, solo que no está en el sistema público, ni en manos de la clase trabajadora. Está en manos de la clase del capital, con corrupción o sin ella.
La política parlamentaria sigue siendo incapaz de frenar este desequilibrio de clases supervisada por los bancos centrales y otros intereses. La política sindical sectorializada tampoco alcanza para frenar la dinámica del capital.
No caben las ingenuidades en política. Macron lo sabe perfectamente. Su gesto de chulería y su discurso paternalista con un adolescente resume la voz de la clase del capital.
Macron sabe que la democracia es su democracia, que siendo la voz del capital él es el señor y que puede y debe decir cómo debe comportarse cualquier joven inexperto.
Su regañina deleznable es la de quien enseña los buenos modales del clasismo adoctrinador, del liberalismo chulesco respaldado por el capital, el capital que dice cuándo hablar y cómo hacerlo.
Es el presidente de la corporación democrática, donde se recuerda que la democracia solo es la meritocracia de la oligarquía y sus títulos, el que sabe que la clase trabajadora necesita alimentarse con su capital y el que se ríe de la revolución.
Es el capital en política, el que hace escarnio de la insolencia juvenil, el que sabe adoctrinar y hacer sentirse culpable a quien se resiste, el que coarta e intimida porque suyos son los medios de producción y financiación.
En estas democracias de diseño solo quieren que sonrías cuando te lo dicen, que salgas en la foto cuando lo deseen, diversos y dispersos pero siempre unidos por el capital, mientras crecen los millonarios en una sola clase social.
