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¡Ey! En Estados Unidos se encontró glifosato en casi todos los cereales de desayuno y barritas de cereal. bit.ly/2NtpvL2
¿Cómo llegó el herbicida a los cereales? Porque además de jarabe de maíz de alta fructosa y soja tienen entre sus ingredientes avena. ¿Avena? Sí: esas plantas se riegan con glifosato para secarlas y apurar la cosecha. Qué rico todo.
Seguro si por acá buscamos también lo vamos a encontrar ahí. Ya sucedió con el algodón, el agua de lluvia, los ríos y la sangre del que se animó a analizarse: en Argentina se usan más de 200 millones de litros de glifosato por año. Estamos ahogados.
Pero sabemos bastante poco de ese veneno: ¿Se copan si abro hilo?
Bueno, va: El glifosato es un herbicida que apareció de la mano de Monsanto en los 70. Desde el comienzo se ofreció como un producto menos tóxico que otros como por ejemplo el 2,4-D.
Sin embargo en 1985 la Agencia de Protección Ambiental (EPA) en EEUU estableció que era cancerígeno. Luego se retractó. Fue en los 90: unos años antes de que aparecieran las semillas transgénicas y el glifosato se convirtiera en un negoción.
La primera planta transgénica que se vendió en combo con glifosato fue la soja: la transgénesis le permitía ser rociada con ese veneno para plantas y no morir. O sea una planta que seguía esta idea: sin competencia, podía extenderse en monocultivos vigorosos hasta el infinito.
En Argentina el asunto fue este exitazo comercial: la soja transgénica ocupa el 60 por ciento de la tierra cultivable. Pero la idea original hace rato que está fallando: muchas de las plantas que mataba el glifosato se empezaron a hacer resistentes.
Por eso si al principio se usaban 3 litros de glifosato por hectárea de soja ahora se usan hasta 15. Unos 4,3 litros por habitante. Ah! Y en combinación con otros como los que se suponía iban a quedar atrás: 2,4-D por ejemplo.
Por eso hace rato se dice que los transgénicos fallaron: no cumplieron sus promesas. Sólo sirvieron para enriquecer -aún más- a las semilleras y agroquímicas.
Cosecha a cosecha el glifosato se va acumulando en suelos y napas de agua que tenemos cada vez más intoxicadas. (dato: hasta 2007 Monsanto sostenía que el glifosato era biodegradable. Tuvo que retractarse después de un juicio).
Monsanto (que ahora es de Bayer) ya no tiene la patente del glifosato que le daba exclusividad de producción. Lo que no implica que el Round Up (tal su nombre comercial) no siga dejándole ganancias extraordinarias y que cada tanto le haga cosechar problemas.
Unas semanas atrás Monsanto fue condenada por un tribunal de California a resarcir con 289 millones de dólares a Dewayne Johnson, un jardinero que trabajaba en escuelas públicas aplicando glifosato con regularidad y que desarrolló un linfoma no-Hodkin.
El juicio resultó favorable a la víctima porque se demostró que Monsanto ocultaba maliciosamente información sobre el producto. bbc.in/2vyFA7S
Si en algo es experta Monsanto es en eso: ocultar información en forma maliciosa. Lo hicieron con otras sustancias tóxicas que producía como los PCBs o el Agente Naranja.
Aún así en 2014 el IARC quien establece desde OMS que algo produce cáncer o no, dijo que el glifosato probablemente lo hacía. El asunto fue un escándalo que todavía continúa bit.ly/2yz3R1r
El poder de influencia del agronegocio es feroz y, si bien en IARC no prosperó, tuvo éxito en otras agencias como FAO que rápidamente salió a defender el herbicida o EFSA que estuvo a un tris de prohibirlo en Europa y finalmente no lo hizo.
Argentina tiene un ejemplo mejor: Andrés Carrasco. El científico argentino que hizo los primeros estudios locales sobre el efecto devastador del glifosato en anfibios fue perseguido como en la Inquisición, con argumentos que de científicos, nada: bit.ly/1jcXufI
Algo gravísimo en todo este asunto: la falta de rigor científico taponado por conflictos de interés. La incertidumbre es la mejor coartada de esta industria: la mantienen obstaculizando investigaciones. Acá un lindo ejemplo de cómo lo hace Syngenta: bit.ly/2xFIgnr
“No se puede decir que Roundup no sea carcinógeno. No hemos hecho las pruebas necesarias en la formulación para hacer esa declaración”. La declaración está en un mail de 2003 de Donna Farmer, toxicóloga de Monsanto, publicado por un pedido de derecho a la información.
Como esa confesión hay otras igual de escandalossas. Todas traducidas por un trabajo magistral que está haciendo La Vaca y que pueden (y deberían) consultar en monsantopapers.lavaca.org.
¿Qué más confiesan los trabajadores de Monsanto en esos correos? Por ejemplo que la fórmula del veneno nunca fue testeada. Solo sus componentes por separados, pero nunca la formulación final qué es lo que venden.
¿Eso quiere decir que no hay investigaciones? No. En Antología toxicológica del glifosato se pueden encontrar 830 trabajos. Al menos 100 fueron producidos en nuestro país, por investigadores de la UBA, la Universidad de La Plata, Río Cuarto, Litoral. bit.ly/2MnGw9M
La realidad también hace sus aportes. Un solo ejemplo reciente: el 55% de los niños y adultos internados en el Hospital Garrahan y el Hospital Italiano por casos de cáncer o malformaciones son entrerrianos. La provincia es la más fumigada del país. bit.ly/2F7xyGI
No encarar ninguna discusión seria al respecto como sociedad posibilita que se construya un marco legislativo afín al relato y al negocio como este paquete que nos deja aún más desprotegidos bit.ly/2OipZ3s
El glifosato no es el único agroquímico pero es el que más se usa, y con una liviandad que hace que aparezca hasta en los cereales que se sirven los nenes en el desayuno. Ojalá empecemos a dejar de ser indiferentes.
