Me atrevería a afirmar que, salvo situaciones puntuales, la intención suele ser sincera: «te deseo lo mejor (desde mi comprensión)».
La presunción de que tú y yo compartimos una misma creencia o un mismo conjunto de valores.
¿Pero qué pasa si para ti ha sido, hasta ahora, un mal día?
La frase está desconociendo mis posibles desgracias diarias.
No es que la intensión sea mala. Es que no consideran si celebro o no la Navidad, o si creo o no en dioses que bendicen.
Yo nunca me ha sentido excluido de mis derechos ciudadanos o humanos por no profesar religión de la mayoría. Por ello, para mí, no hay problema en las buenas intenciones de los demás.
No es que la fórmula sea ofensiva en sí, sino que un síntoma de que se presume un mundo donde la diferencia no cabe.