Ahí estaba tu retrato, mirándome, iluminando la tierra.
De entre las nubes se asomaban tus ojos que aún observaban el mundo.
-Qué singular veneno vertiste en el vino que me diste a beber, que al morir, renazco otra vez.
-Yo lo tomo todos los días. No lo comparto con cualquiera.
-¿Cuántas vidas habremos vivido hasta ahora?
-No sé. Las suficientes para tenernos en la memoria. Las necesarias como para haber aprendido a viajar en el tiempo y de recordarnos a pesar de la muerte.
-Tal vez recordarnos así es un regalo de ella para que no le temamos.
Tan difícil es ver en la oscuridad como en plena luz.
Entre sombras, la ceguera es imperceptible.
En la luz intensa me obliga a ser ciego y a cerrar los ojos.
De todos modos, la ceguera ganará.
Salvas mi cordura con tu sonrisa.
Alimentó mi espíritu y lo salvó de la soledad, esa hambre maldita que es mala consejera cuando la tristeza la provoca.
Ven, dame un abrazo que no me juzgue.
Besa mi mejilla y dime que todo estará bien.
¿Estás ahí? ¿Puedo sentarme a tu lado?
Dime que puedo bajar mi escudo y mi espada y estar a tu lado.
Dime que ya por un rato, junto a ti, no tengo que luchar.
Mira que estoy algo cansado.
Jugamos al gato y al ratón, a policías y ladrones sin papeles definidos.
Escapando de la verdad, apenas rozándola, sugiriéndola.
Deseando poder decir sin nerviosismo: me gustas... quiero besar tus labios...
Nos infiltramos por cualquier resquicio para encontrarnos, para seguir hablando, para tocarnos.
Cuando discutimos, somos un huracán que destruye todo a su paso.
Cuando nos amamos, somos lluvia y brisa refrescantes.
No lo vi, no lo sentí.
¿De qué modo entró en mí?
Lo traías en tu mano y no me di cuenta.
Tu abrazo lleno de amor y ternura disfrazó el crimen.
Al no ver bien, vi de más.
¿Querías matarme?
¿Por qué no lo hiciste?
¿Por qué sólo rompiste mi corazón?
Fue una noche extraña, llena de extraños sueños.
La madrugada sorprendió mi desvelo que deseaba dormir sin soñar.
Como fugitivos huían mis ojos de la luz buscando refugio en la oscuridad, más en ella estaban mis inquietos demonios, prestos a atrapar...
Poco a poco mis ojos cayeron al cansancio, y entonces, ellos aparecieron.
La ira y el rencor me habitaron, tomaron por asalto mi interior que conocen bien...
Trate de despertar y no dormir, pero el concentrado color...
Las malas y tristes memorias tomaron la casa vacía.
Fin.
Con ese hermoso movimiento de las comisuras de tus labios, se ilumina tu rostro.
Te arreglas el cabello y nuestras miradas se encuentran.
Sonríes de nuevo.
Siento como me traicionan mis nervios y mi rostro se enciende en rubor.
Sonrío con torpeza.
Te das cuenta y..
Trato de conservar la calma en espera de otro breve encuentro de tu mirar que me diga que hay una sutil complicidad entre nosotros.
Aún no me miras.
Sufro una tortura.
¡Mírame, lo necesito!
Ahora lo haces.
Por fin respiro.
Ya se conocían de muchos ayeres y muchos adioses, siempre con la promesa no dicha...
En una de esas...
Él le respondió:
«Ella, con su delicadeza y ternura, es más peligrosa que yo. Ella no querrá matarte ya que eso sería rápido; querrá que vivas...
Te sonreirá y su sonrisa te cautivará. Entonces bajarás el escudo, tu espada será guardada y conocerá la oscuridad de su funda.
Así, desprotegido por su calor y la confianza, así te irá hiriendo poco a poco,...
No entenderás porque lo sientes, no comprenderás porque sientes peligro, hasta que decidas que la espada vea la luz del sol y reconozca el rojo de la sangre (tu sangre).
Recordarás...
Toma, ten este caballo que te doy; cuando llegue el momento...
Cuando mi caballo te haya traído, cuidaré de ti, sanaré tus heridas y te alimentaré.
Lo haré de ese modo porque al ser tu leal enemigo,...
Tendré todo preparado para tu arribo. Ahí te espero, donde el destino nos lleve».
El guerrero no hizo caso de lo que le decía el dragón y...
Nunca imaginó que cabalgaba rumbo al combate más difícil y duro de su vida y que de ese pobre caballo flaco dependería su existencia.
Él no conocía el calor y por eso a medida que se acercaba a ese «amor», se sentía extrañamente.
El calor lo invadía con dulzura y le hablaba al oído.
Su voz, casi desconocida hasta el momento, lo hacía irradiar felicidad.
Fin.