Nadie ha logrado entrar nunca en las profundidades de la isla. Nadie que no fuera parte de su civilización, tan reservada como
Lodjart, una osada pirata
Hambrienta por la codicia alcanzó una de las playas, varó
Al levantar su mirada, Lodjart caminó entre los árboles, cegada por el imposible brillo de sus hojas, tan deslumbrantes como citrinos, diamantes y rubíes.
En busca de un acceso al interior de la isla, bebió de un arroyo y halló un templo de piedra al cual se
La mujer subió la escalera sospechando haber encontrado la puerta a las profundidades de aquel mundo, encontrándose en su lugar con una sala, iluminada por unos pocos cirios que tan sólo alumbraban el centro de la estancia. Sobre las paredes se
Giró sobre sí misma, buscó el acceso que la llevaría al subsuelo y comprendió que allí no
Las sombras, deformes, volvieron a recorrer las paredes y el viento sopló entre los árboles del exterior, sacudiendo el aire hasta el interior de la sala. Todo se llenó de luz y color de repente, y las siniestras
Lodjart deseó huir, pero un par de
—¿Por qué habéis venido a mi hogar? —Su voz era ronca. Tan vieja como el chirrido de la puerta de un armario muy anciano.
—Deseo encontrar la puerta que (+)
—¿Para qué? —indagó la bestia con docilidad. Parecía divertirse.
Lodjart titubeó.
—He oído historias —comenzó la humana—, que hablan de un gran tesoro. Dicen que está en el interior de las rocas de esta isla. He venido a verlo (+)
—¿Verlo? —La criatura rio—. ¿Estáis segura? —Ella asintió. En ese momento, una enorme piedra se desprendió del techo y estalló a su lado, rompiéndose sobre el suelo y creando una grieta en él. Lodjart, alarmada, sabía que el pedrusco había estado a punto (+)
La mujer tragó la poca saliva que le quedaba en la boca.
—Sólo quiero verlo. No voy a tocar nada.
—¡¡Mentís!! —Otra roca se desprendió, cayendo tras la pirata, quien tuvo que dar un salto hacia delante para que no acabar (+)
Lodjart observó el techo, intentando descubrir qué pedazo sería el siguiente en caer, sin embargo, en la bóveda del templo no faltaba ningún
Miró a la criatura con recelo. Aquella bestia no tenía la intención de ser indulgente.
—¡Está bien! ¡Está bien! He venido a robar, ¿vale? —gritó la humana, apretando los ojos y levantando
El ser negó con la cabeza.
—He llegado aquí desde el otro lado del mundo. No hay nada que no sea capaz de intentar.
Antes de contestar, Lodjart hizo una reverencia.
—No hay deseo que me complazca más, su majestad.
—Sea.
Esa fue la única respuesta de la criatura. El ser miró a la humana y, (+)
En ese momento, en un lateral de la sala, se abrió un portal que llevaba hacia el interior de un castillo. A través de la abertura podía intuirse el ajetreo al otro lado y un enano cruzó el agujero, caminando torpemente en
—¿Otra vez jugando con los turistas? —se aventuró a decir el sirviente, acercándose a la criatura para que tomara
—Como vos mismo tallasteis en ese trono, Jonnah, lo que ocurre con la codicia es que, vuestra recompensa, es la misma que vuestro castigo —dijo Oba, aproximándose a uno de los muros y poniendo la mano sobre él.
Los relieves de la pared se agitaron como si fueran un
FIN.