La propuesta que se discute para "dolarizar" el crédito bancario implica puntos de atención. El primero es que cambiaría sensiblemente el costo financiero de las empresas, así como los volumenes de endeudamiento manejados.
Por más que el crédito se encuentre hoy contraído ante el restrictivo encaje legal, la costumbre ha sido trabajar con tasas reales negativas. Por tanto, el cambio generaría impactos en la forma de considerar el apalancamiento financiero.
Mas allá de estos efectos, el aparente sentido económico sería evitar el uso de préstamos en VES para comprar USD. Es decir, el Gob mantiene firme la idea que la devaluación es una consecuencia del efecto multiplicador generado por el crédito bancario.
Con esta base, el esquema planteado obligaría a mantener la tasa oficial a la par de la tasa paralela. Para que la propuesta tenga sentido, el Gob tendría que aceptar toda variación que resulte del mercado libre, considerando una economía en pleno desequilibrio.
De no hacerlo, cualquier rezago o descalce entre tasas motivaría que fuera nuevamente atractivo endeudarse en VES y comprar USD, para luego voltearse y pagar el crédito a una tasa rezagada, aprovechando la prima dada por el mercado paralelo.
Difícilmente la demanda de créditos "indexados" resultará alta ante a la incertidumbre cambiaria. No obstante, eventualmente pudiera considerarse una reducción al encaje legal como mecanismo para buscar inyectar mayor dinamismo.
Habrá que esperar se formalice la propuesta, incluyendo diferenciación entre sectores. Todo parece indicar que el sector primario mantendrá preferencia, tal como en el recién decretado Impuesto al Patrimonio.
En todo caso, la propuesta afianza una tendencia implícita a la #dolarización como intento de estabilización y estrategia para mitigar la dramática contracción. No es parte del discurso, pero si de la acción.
