Cambiar es, casi siempre, labor ingrata, por más que el discurso socialmente aceptado dicte lo contrario.
Cambiar para empeorar, jode el doble.
Lo irremediable ahora son los costos en los que ya incurrimos, por más que a muchos les pasen de noche, o crean que a ellos no les va a tocar.
Quien busca compulsivamente a un líder suele encontrar padrotes, y esos sólo abusan, nunca orientan.
El liderazgo es, pues, al menos en términos cívicos, una maravillosa coincidencia.
Y no es que no haya habido líderes en ese tiempo: lo que faltó fue un contexto que les fuera apropiado. Temo que es igual hoy.
Los lopitos, los calderoncitos, los monrealitos, y demás personajes de poco mérito y mucho grito.
Pero que no decaiga el ánimo: así como alguna vez tuviste que decirle adiós a tu primera novia, luego sucede que 15 años después la vuelves a ver y te sigue queriendo.
Se los digo yo.
Descansen.