A raíz de este artículo he recibido mensajes de personas que se congratularían con mi pronta muerte, desean se me arrebate la nacionalidad y que me expulsen de la universidad. elmundo.es/opinion/2019/1…
En lo referente a insultos, los he recibido de todo tipo. Todos de altísimo calibre, infamantes, particularmente degradantes. ¿Por qué? Sobre esto versa este hilo. Pero antes de entrar en materia, deseo consignar que he recibido muchos mensajes en el rango de lo tolerable.
Algunas personas me invitan a airadas discusiones, en tono enfático, dolido. Puedo entenderlo. Muchas, me dan apoyo entusiasta. Otras, muestras de cuestionamiento, duda, perplejidad. Pero vamos a la reflexión que me provocan esos muchos que ultrajados se sintieron.
¿Estamos listos para un debate racional sobre Bolívar? Me temo que no. Nos hallamos ante un mito fundacional: un dios y una constelación de semidioses que, en un momento de gloria, nos separaron de demonios y nos dieron una misión eterna.
Nuestra misión: la búsqueda perpetua de gloria a través de la incesante lucha en contra de los "malos" de turno (España, Estados Unidos, la oligarquía...) para liberar a los pueblos oprimidos y mantener nuestra "independencia"... y a la dirigencia heredera de Bolívar.
Tocar esto es meterse en terreno muy sensible: las vértebras del sentido de Venezuela como cuerpo político y de cada uno de los venezolanos como individuos. ¿Estamos listos? No lo sé. Quizás para algunos eso sería no una liberación, sino infame traición u orfandad insufrible.
A quien nada más se le puede hablar sobre Bolívar en términos reverenciales, solo puede apreciar en la mirada crítica un anatema. Evita así el racional examen que podría llevarlo a un análisis más fino y complejo... pero también a realizar cambios que pueden ser insufribles.
Pienso que la caída del Imperio español era inevitable. Pero pienso también que ha debido ser mucho menos violenta y, sobre todo, más cuidadosa a la hora de evitar una fragmentación extrema que condena a la irrelevancia (dependiente) lo que fue una gran potencia (independiente).
Pienso también que la exaltación permanente de la guerra y los guerreros nos hace vivir en sobresalto constante y nos arroja a brazos militares. Deseo exaltar la laboriosidad, la palabra cumplida, los sueños particulares que se entretejan libremente y forjan paz y prosperidad.
Pienso que Hispanoamérica es un maravilloso cuerpo histórico-cultural cuyo nexo es una base impregnada por el catolicismo y la lengua española. Ese cuerpo, de alguna forma, ha de reunirse.
Para reunir a Hispanoamérica es indispensable conocer y valorar nuestro legado español: es él nuestro lugar común desde México hasta Chile. El aborrecimiento de España es autoaborrecimiento, autonegación que acarrean orfandad, soledad, alienación, sinsentido.
Quiero un futuro civil (los militares circunscritos al cuartel). Quiero una Hispanoamérica que, orgullosa de la herencia común española, sepa desfragmentarse e ir a más.
Me temo que el legado de Bolívar, militarista y antiespañol, de considerarse loables los anteriores objetivos, ha de ser atenuado o desmontado, por más doloroso que resulte.
