El amigo @MartinTrombetta lanzó una interesante crítica respecto a las escribanías, y recibió numerosas críticas de parte de defensores del rubro. Más allá de los hechos estilizados, generalizaciones y absurdos del debate, me parece que pone el énfasis en un punto más amplio:
¿Quién certifica la idoneidad de las personas para ejercer ciertas funciones, y quién debe regular esas funciones? Coincido con que una gran parte de las tareas para las cuales es obligatorio un escribano hoy por hoy pueden ser realizadas por computadoras. Pero hay otras que no.
El problema no es que esas tareas sean realizadas por gente proba, competente, que ha tenido que estudiar y ser evaluada para asumir tal responsabilidad. Eso está bien. El problema es la estructura de poder que certifica eso y cómo se relaciona con los usuarios.
Las tareas de escribanía deberían ser provistas gratuitamente por el Estado. Seguro que ahora saltan las viboritas a decir que el mundo privado es mejor. Bien, las tarifas de escribanías están reguladas por colegios. Lejos estamos del maravilloso mundo de la competencia perfecta.
Lo mismo pasa con todos los colegios profesionales: médicos, abogados, contadores, ingenieros. Son las propias corporaciones profesionales las que regulan el ejercicio de las profesiones, con poder incluso por sobre las universidades que expiden los títulos.
En el caso de los escribanos es PEOR, porque son los propios Colegios de Escribanos los que toman el examen a quienes quieren ejercer. Es una corporación que se regula a sí misma. Con razón aprueba sólo el 5%. No es por su dificultad, es porque así se autorregula la profesión.
Es recontra obvio que alguien tiene que acreditar que un médico lo sea para autorizarlo a realizar una cirugía. Pero es recontra obvio que ese rol le corresponde al Estado, y no a corporaciones profesionales que se autorregulan según su propio interés.
El sistema científico está super regulado y los méritos de sus integrantes siguen criterios que se discuten principalmente desde el Estado. Dado que la certificación es universitaria, esto rige incluso para quienes después del doctorado deciden continuar en otro sector.
Obviamente en el caso del CONICET el Estado es el empleador, pero la certificación de los méritos para acceder a los cargos muchas veces trasciende a la propia comunidad científica. Lxs científicxs somos escrutadxs por toda la comunidad.
¿Por qué no debería pasar lo mismo con otras corporaciones profesionales? Si hay servicio público de médicos y de abogados, que lo haya también de contadores, de escribanos, de ingenieros, de arquitectos. Y que el Estado certifique las idoneidades en todos los casos.
En algunos rubros, al igual que medicina, seguirá habiendo naturalmente un sector privado que algunas personas elegirán. Estimo que en el de escribanía, debido a la naturaleza aparentemente inútil de su tarea, de haber un servicio público eficiente nadie elegirá al sector privado
Así que, en síntesis, hasta tanto no haya una alternativa superadora, banco profundamente la propuesta de mi amigo @MartinTrombetta por una app que realice por si sola las tareas.
Los elegantes inmuebles que ocupan las escribanías pueden ser utilizados como escuelas, así ayudamos a combatir el déficit infraestructural, como viviendas sociales, oficinas del CONICET, videoclubes, parripollos o remiserías. Cualquiera de esos usos es socialmente más útil.
